Por Armando Añel
Los cubanos deberían
levantarles monumentos a quienes los hacen reír. Guillermo Álvarez Guedes fue
uno de ellos, y de los más destacados. Ahora que ha muerto, pero desde mucho
antes, los cubanos debían hacerle una estatua en algún florido parque de Miami,
incluso de La Habana o Matanzas.
Uno de los grandes errores de la cultura cubana (como de muchas otras, ciertamente), tanto en la Isla como en el exilio, ha sido levantarles monumentos a militares, políticos y pensadores –cuyo pensamiento tanto nos ha atrasado-- en lugar de a creadores, humoristas y empresarios (y a músicos, bailarinas, cocineros, etcétera), que son quienes en verdad lo merecen.
Uno de los grandes errores de la cultura cubana (como de muchas otras, ciertamente), tanto en la Isla como en el exilio, ha sido levantarles monumentos a militares, políticos y pensadores –cuyo pensamiento tanto nos ha atrasado-- en lugar de a creadores, humoristas y empresarios (y a músicos, bailarinas, cocineros, etcétera), que son quienes en verdad lo merecen.
Un monumento para Álvarez
Guedes, quien acaba de fallecer en Kendall, mi barrio, un 30 de julio de 2013.
Sería una buena manera de iniciar la refundación cultural de Cuba, tan
necesitada de un cambio drástico en este tercer milenio, y sacudirnos la rigidez
acomplejada que ha convertido a la nación (al proyecto de nación),
supuestamente tan dotada para la fiesta y la alegría, en un triste montón de
escombros solemnes. Para luego es tarde.
Publicado originalmente en Neo Club Press
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