Carlos Alberto Montaner con María Espinoza.
Foto: José Satizabal.
Por María Espinoza
Carlos Alberto Montaner, escritor, periodista, analista político, para muchos el hombre que más sabe de Cuba, nació en La Habana en 1943. Ha trabajado en diversos periódicos de renombre y se calcula que alrededor de seis millones de lectores leen sus columnas semanalmente. En 1990 creó la Unión Liberal Cubana, que reunió a exiliados y a cubanos radicados en Cuba.
En 1992 fue elegido vicepresidente de la Internacional Liberal, cargo que ejerce desde entonces. Ha sido profesor universitario en diversas instituciones de América Latina, España y Estados Unidos. La revista Poder lo calificó como uno de los columnistas más leídos e influyentes de América Latina. Ha publicado unos veinticinco libros, varios de los cuales han sido traducidos a diferentes idiomas. Entre los más conocidos y reeditados están Viaje al corazón de Cuba (1999), Cómo y por qué desapareció el comunismo (1994), Libertad: la clave de la prosperidad (1995), Perromundo (1972), y 1898: La trama (1987). Dos de sus más polémicos y divulgados ensayos son los best sellers: Manual del perfecto idiota latinoamericano y Fabricantes de miseria, ambos escritos con la colaboración de Plinio Mendoza y Álvaro Vargas Llosa. Recientemente publicó su tercera novela, La mujer del coronel (2011), bajo el sello Alfaguara. En la actualidad vive entre Madrid y Miami.
Entre sus premios y distinciones destacan:
•Premio de Periodismo de Nueva York 1975
•Premio del ABC de Sevilla 1981
•Premio de la Fundación Independiente de Periodismo 1999
•Orden Rubén Darío en Grado de Gran Oficial (2006, Nicaragua)]
•Doctor honoris causa en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala (2007)
•Profesor honorario de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (2004)]
•Premio a la Tolerancia 2007 (Comunidad Autónoma de Madrid)]
•Premio Juan de Mariana 2010 en defensa de la libertad.
Nacido en Cuba, uno de los países con menor estabilidad económica y política, Carlos Alberto Montaner aprendió desde muy joven a valorar la democracia y la libertad de expresión. Durante sus años en la isla, el escritor alcanzó a conocer en detalle la realidad política de un país que vivía bajo el yugo de la dictadura. Convencido de que “el peor aspecto del totalitarismo es la intromisión del Estado en la zona afectiva de los individuos”, en La mujer del coronel (2011) el escritor explora —a través del tema de la infidelidad— la represión y control de las relaciones sexuales de los individuos bajo el régimen castrista.
La novela recrea la vida de la psicóloga cubana Nuria Garcés, de cuarenta años, casada con el coronel Arturo Gómez. Durante un congreso de su especialidad en Italia, ella conoce al profesor neurolingüista Valerio Martinelli y halla con este la pasión que faltaba en su relación matrimonial. Sin embargo, a causa de la política inquisitorial del Ejército cubano y el partido, la relación adúltera acarrea un desenlace funesto.
Al finalizar la lectura nos preguntamos si no es la situación de Nuria análoga a la experiencia de muchos en Cuba. Víctimas de su sociedad, pero también de sus propios valores, las personas no solo no pueden elegir libremente a sus representantes, sino que tampoco pueden elegir a quién amar.
En la siguiente entrevista, Carlos Alberto Montaner dialoga sobre esta, su más reciente novela, al tiempo que rememora sus experiencias e incursión en la literatura y el periodismo. Asimismo, el escritor y periodista profundiza sobre temas de actualidad, como la censura en la Cuba actual y los retos del cubano contemporáneo y su necesidad de libertad de expresión.
ME: Don Carlos, nos gustaría recorrer la etapa de su infancia. ¿Qué anécdotas recuerda? ¿Qué lo impulsó a ser periodista y escritor? ¿Recuerda algún momento que podamos identificar como el inicio de su carrera?
CAM: Nací en una familia de clase media. Mi padre era periodista y mi madre maestra. Mi padre me llevaba desde muy niño a los periódicos donde trabajaba, pero se divorció de mi madre cuando yo era un adolescente. Y siempre tuve claro que me gustaba escribir. Como todos los muchachos, empecé escribiendo unos versos espantosos. Luego, como Cuba era un país muy complicado, todo fue derivando en la crítica política.
ME: ¿Cuál fue su primer trabajo?
CAM: Entré como mecanógrafo en una oficina en un hospital de maternidad; luego, fui vendedor de productos médicos. Me casé muy joven: a los 16 años. La historia de cómo mi mujer y yo nos conocimos es, desgraciadamente, típica de Cuba. Un día pusieron una bomba en el hotel Comodoro. Yo estaba jugando squash —tenía 14 años— e hirieron a varias personas. Era la época de la lucha contra Batista y había una muchacha muy bonita llorando con unos niños pequeños. Yo fui a protegerla, y desde entonces estamos juntos.
ME: A los 17 años, usted fue apresado y condenado a veinte años de cárcel por oponerse al gobierno cubano. ¿Cómo logró escapar? ¿Cómo marcó esta experiencia su vida y su escritura?
CAM: Fue muy importante. Un grupo de estudiantes fuimos apresados y condenados. No habíamos hecho nada —no tuvimos tiempo—, pero sí estabamos tratando de ayudar a grupos campesinos que se habían alzado. En un inicio yo simpaticé con la Revolución, pero cuando esta tomó el camino del comunismo, me pareció que había que oponerse. En esa época —la gente no tiene por qué saberlo—, la gran resistencia a la entronización del comunismo en Cuba fue de los estudiantes y de los campesinos. Entre 1960 y 1966 hubo miles de alzados en Cuba. El gobierno logró exterminar a las guerrillas, y en ese proceso yo caí con cuatro estudiantes. Me pusieron en una prisión de menores, pero logré escapar con un compañero. Después nos asilaron en una embajada y salimos siete meses después. Eso significó para mí un compromiso político muy fuerte. De aquellos muchachos que caímos presos, a uno lo asesinaron los guardias; los otros dos cumplieron veinte años en la cárcel, y salieron muy maltrechos y golpeados por la experiencia.
ME: ¿Cuál es su apreciación de las protestas que se están produciendo en Cuba? ¿Es el comienzo del final? ¿Debe temer el régimen castrista a la resistencia organizada, a las masas opositoras que están empezando a ser más activas? ¿Se avizoran cambios en la isla?
CAM: Yo creo que sí, eso está en una fase final. ¿Cuándo es la fase final de un régimen totalitario? Cuando la propia estructura ya no cree en el mensaje político. En Cuba, hay muy poca gente dentro del propio gobierno que cree que ese país se va a redimir económicamente y va a ser socialmente feliz mediante el colectivismo y el Estado como gran protagonista de las actividades económicas o como gran director de la operación social. Ya eso se acabó. Lo que hay es la inercia del poder: se viene haciendo esto mismo desde hace 52 años. Hay un grupo que ocupó todo el espacio institucional, que tiene el control de las reglas que se impone a través del parlamento, del aparato que divulga la información a través de los medios de comunicación, de la capacidad represiva del país. Cuando tú sumas todo eso, se genera un régimen casi invulnerable. Los regímenes totalitarios son invulnerables, es muy difícil demolerlos desde dentro. En Cuba estamos viendo una manifestación heroica de grupos de oposición, tan como en Polonia y en la República Checa. Ese es el principio del fin, pero puede demorar mucho tiempo, porque son regímenes muy duros que no tienen inconveniente en matar a quienes tengan que matar.
ME: En los últimos años hay un torrente informativo gracias a los celulares, las computadoras, la internet, etc. ¿Cree usted que esto ha cambiado las reglas de juego en la isla?
CAM: Sí, las ha cambiado, porque mientras más información entra, mayor es el descrédito y la deslegitimización del poder. Y ellos ya no pueden pararlo. Esa misma pregunta se la hice ayer a Yoani Sánchez por teléfono y me dijo que sí, que la tecnología juega a favor de la información, y si la información es un componente de la libertad, juega a favor de la libertad.
ME: ¿Qué les diría a aquellos jóvenes que sueñan en incursionar en el periodismo, la literatura, etc., y que sueñan con ser escritores o periodistas, como usted?
CAM: Que perseveren, porque no hay una profesión más grata y que genere tanta satisfacción desde el punto de vista emocional como el periodismo. Aunque no sea muy rentable, se puede convertir en una pasión muy grata. Y que sigan luchando por la libertad, que no es una abstracción. La libertad no es una palabra para hacer soneto, es la capacidad que tenemos de tomar decisiones sobre todas las cosas importantes de la vida: qué quieres estudiar, qué quieres hacer, dónde quieres vivir, cómo vas a trabajar, a quién quieres amar, etc. Y cuando hay un Estado autoritario que usurpa esas funciones y toma las decisiones por ti, te conviertes en una persona muy desdichada.
ME: ¿Cómo ve el proceso electoral en los Estados Unidos? ¿Está cerca el día de ver a un presidente de origen hispano en la Casa Blanca?
CAM: Estoy seguro de que sí. La maravilla de la elección de Obama es que pulverizó cualquier prejuicio de que aquí no puede gobernar cualquiera: aquí sí puede gobernar cualquiera. Que después de la crisis con el mundo islámico un señor que se llama Barack Hussein Obama, negro, llega a la presidencia con la ilusión de gobernar al país. Eso es maravilloso, porque quiere decir que aquí puede gobernar cualquiera que tenga la capacidad de mandar un mensaje, que tenga la astucia, que llegue en el momento adecuado, y eso le abre las puertas a cualquier hispano. Alguien como Marco Rubio, por ejemplo, puede ser interesantísimo.
(En ese momento suena el teléfono. El escritor se disculpa y toma la llamada. Alguien comenta acerca del reciente suicidio de la hija del escritor Donoso. Unos minutos después el escritor afirma):
El suicidio de la hija de Donoso. ¡Es tremenda la historia! Yo conocí a Donoso en España. Pilar Donoso estudiaba los manuscritos que dejó Donoso en una universidad por el año 1964. Y entre esos textos estaba el guión de la historia de una hija que encuentra unos manuscritos, y cuando lee cómo era su padre y su madre se suicida. Ella lo que hace es cumplir con el guión. ¡Eso es tremendo! Él era un un tipo muy complicado desde el punto de vista emocional. Ella descubrió ahí que él era homosexual, que tenía problemas con la madre, muchas cosas… Se suicidó en Chile. Ella era adoptada. Otro problema de la muchachita es que nunca pudo saber quiénes eran sus padres biológicos, lo que le generó, además, una angustia, curiosidad. La frase aquella de Nietzsche “para qué quiero padre si ya he nacido” no es cierta. El hecho de que no se pueda averiguar sobre los orígenes genera una desazón tremenda.
ME: Pasemos ahora a hablar de su obra y creación literaria. En esta, su novela más reciente,
La mujer del coronel, ¿cuál de los personajes fue el que le costó más trabajo elaborar?
CAM: El que más me gusta es Nuria. Es el más interesante y complejo. El que más me divierte es Valerio Martinelli: mentiroso, tramposo, inteligente, lleno de información, viejo seductor. Interesante.
ME: ¿Carlos Montaner se esconde detrás de alguno de sus personajes?
CAM: De todos. Aquella frase de Flaubert “yo soy Madame Bovary”, eso es verdad.
ME: Muchos de los escritores escriben para exorcizar sus temores. ¿Ese también es su caso?
CAM: Eso siempre pasa: los demonios se escapan, tú no los controlas. Es como las motivaciones, por qué hacemos las cosas. Nunca sabemos exactamente por qué las hacemos. Hay toda una zona opaca de la personalidad y la psicología. En el ensayo manejas ideas, pero en la ficción se cuelan muchas cosas que tú no tenías previsto que aparecieran. A veces te emocionas escribiendo —por lo menos en mi caso—, y descubres algo muy interesante: que esa emoción es transmisible. Cuando tú te emocionas escribiendo algo, cuando hay algo que te toca el corazón fuertemente, eso le va a pasar al lector inevitablemente, y cuando haces trampa y es muy rígida y es mentira o lo que estás diciendo es demasiado artificial, se descubre, se sabe, se te ve la costura malvada.
ME: A lo largo de los años, los seguidores de su obra hemos visto a un Carlos Alberto Montaner muy prolífico en el oficio de la escritura, y a veces nos preguntamos: ¿Cómo sería la vida de Carlos Montaner si le estuviera prohibido hacer lo que le gusta, hacer periodismo, escribir y contar historias?
CAM: Sería muy triste. Si yo viviera en Cuba me sentiría muy triste; en cualquier régimen que no pueda escribir lo que yo quiera, hacer lo que quiera, que no pueda hablar. La frase muy bonita de Martí que hablaba de la necesidad de hablar sin hipocresías. Entonces me sentiría muy mal. Para sentirse bien con uno mismo, uno necesita coherencia con lo que se dice, con lo que se piensa, con lo que se cree.
ME: Regresando al tema de la tecnología, nadie hubiera sospechado hace algunos años sobre el enorme impacto que está causando la internet en el mundo. De hecho, en el ámbito literario, el exito de ventas es abrumador. ¿Qué opina sobre la digitalización de los libros?
CAM: Es inevitable. En el siglo XV, hubo una enorme resistencia a la imprenta, un lobbying católico-religioso muy importante, porque los copistas vivían en los conventos y esa era una fuente de ingreso fundamental para la Iglesia. La gente pedía libros y le pagaba a la Iglesia para que los copistas hicieran las copias, y eso de pronto desapareció. Hubo resistencia también de los autores, que pensaban que se perdía la cosa cálida de escribir a mano. Pero se impuso la imprenta porque se tenía que imponer. Yo pasé de la escritura a mano a la computadora. A mí no me gustaba usar la máquina de escribir: yo escribía a mano, le daba mi manuscrito a la secretaria, y entonces ella copiaba. Yo escribía con dos dedos, y así pase a la computadora. Ahora no se me ocurre escribir de otra manera, porque es muy cómodo. Los tiempos en los que podías tomar la obra de un escritor y deducir su proceso creativo se acabaron: ahora haces delete e introduces un párrafo.
ME: Casi al final del libro, la protagonista advierte a su esposo que “hay mil cosas peores que las infidelidades”. ¿Comparte usted este pensamiento?
CAM: Estoy seguro de eso. He conocido hombres y personas absolutamente fieles, pero canallas y malvados. Lo que pasa es que vivimos en un mundo de gran hipocresía, pero la exclusividad sexual es una imposición cultural. No hay ningún elemento real en la naturaleza humana que nos indique que la exclusividad sexual es una tendencia natural de la especie. He visto hombres y mujeres que han tenido relaciones extramatrimoniales sin perder ni la pasión ni el cariño por su pareja, y por supuesto, protegiendo a sus hijos. Hay muchas cosas peores que la infidelidad, como la traición, por ejemplo, o la crueldad emocional. Eso es infinitamente peor que romper el mito de la exclusividad sexual.
ME: Latinoamérica por momentos pareciera ser un tablero de ajedrez, con fichas que se mueven, o las hacen mover. ¿El caudillismo es uno de los males que seguirá aquejando a la región?
CAM: Yo creo que sí, porque la debilidad institucional en América Latina es muy fuerte. Los países no son de leyes e instituciones sino de personalidades dominantes, y eso está en el origen de nuestras debilidades. Países como Estados Unidos, Inglaterra, y otros que han logrado construir una convivencia pública basada en el respeto a la ley y las instituciones son países muchos más fuertes. Contaba en un artículo reciente que en Estados Unidos han muerto ocho personas en la Casa Blanca: cuatro de enfermedades y cuatro asesinados a tiros. No pasó nada. ¿Por qué no paso nada? Porque son países de leyes e instituciones. El vicepresidente ocupa el poder pacíficamente, hay una ceremonia para enterrar al anterior, emiten un sello de correo y aquí no pasó nada. En nuestros países eso sería un estremecimiento tremendo, porque las instituciones y leyes valen muy poco. Por eso cada cierto tiempo viene una catástrofe.
Te cuento una anécdota reciente que me pareció terrible de Venezuela. Hay un joven abogado que estuvo en la cárcel debido a que cometió un fraude. Cuando llega a la cárcel en Caracas se le aparece un tipo y le dice “tu derecho a vivir cuesta 300.000 bolívares mensuales, y el de comer 150.000. Tu derecho a no convertirte en la novia de uno de aquí del grupo es tanto. Así que la familia busca dinero: vende una casa. La novia lo va a ver. Cuando sale de la visita, un oficial le da una tarjeta y le dice que vaya a ver a una persona. Ella lo va a ver y se encuentra con que es un chulo. O trabaja de prostituta o matan al tipo. ¿A quién va a denunciarlo, si la Policía está metida en eso? A mí me pareció que eso es el Estado fallido, donde lo que impera es el gobierno de los matones que están en las calles, que hacen lo que les da la gana con la vida de la gente. Eso me parece el horror de los horrores. Las únicas sociedades en las que vale la pena criar una familia son las sociedades en donde funcionan las instituciones y la ley.
ME: Ha sido usted generosísimo con su tiempo, ha hablado de muchas cosas que contribuirán a conocer más de su obra y su personalidad. Me gustaría finalizar esta entrevista preguntándole cómo le gustaría que lo recuerden.
CAM: Se parece a una pregunta que le hicieron a Julián Marías, el filósofo español, a quien yo he plagiado mucho. Le dijeron: ¿a usted que le gustaría que pusieran en su lápida cuando muera? Él se quedó pensando y dijo una frase muy corta: “Hice lo que pude”. Eso mismo es lo que yo quisiera: que me recordaran como alguien que hizo lo que pudo.
Entrevista publicada originalmente en el Suburbano, Revista Cultural de Miami