En un artículo de Waldo González López, cabalgando llega hasta mi puerta un fantasma de La Seguridad del Estado Cubano.
Por Adalberto Guerra
En la época temprana de los años 90’s andaba con un manuscrito de textos, diría yo “inocentes” bajo el brazo en mi pueblo Santa Cruz del Norte, cuando conocí a Fausto Adolfo Martí hijo del conocido poeta Adolfo Martí Fuentes, y hermano de Carlos Martí Brenes, viceministro de cultura de Cuba en los 90’s. Fausto estaba convenientemente viviendo en el pueblo y se presentaba de vez en cuando en mi casa con la intensión de compartir textos, de ahí nació una amistad custodiada por el ojo amonestador de mi esposa, que siempre lo presintió como una persona de poca fidelidad y ligero en las palabras, pero yo andaba en los años de mi juventud, que como es sabido por muchos, me llevaron a APAL (Asociación Pro-Arte Libre) a finales de la década de los 80’s y no reparaba en Fausto más que a un hombre en busca de “las palabras”. Fausto de aprendiz de poeta pasó a activista de derechos humanos y en poco tiempo ya militaba en un grupo que cambió de nombre y se dividió en varias ocasiones, junto a Héctor Castañeda y José Antonio Fornaris. En el año 1991 mi hija Keyla, de tres años de edad, contrajo una enfermedad viral que le producía fiebre cada 15 días, que después de muchos estudios fue diagnosticada y le prescribieron penicilina benzatinica, que no era posible conseguir en las farmacias cubanas. En una de esas conversaciones de sillón que sostenía con Fausto, sin otra intensión que el desahogo, le conté sobre la penicilina benzatinica y a los pocos días se apreció en mi casa con un frasco y posteriormente con otro, y en adición a algunos que yo pude conseguir en el mercado negro, terminó el tratamiento de 8 inyecciones.
En el año 91, Fausto incrementó su actividad dentro de los grupos de pro-derechos humanos donde cubría los sucesos de Alamar en el caso María Elena Cruz Varela de Criterio Alternativo. El día 21 de Noviembre de 1991 llegó sorpresivamente a una casa en la playa de Guanabo donde me encontraba de vacaciones, visiblemente maltrecho, golpeado según él en Alamar, pero no ensangrentado como se conoció fuera de Cuba en este artículo (http://www.sigloxxi.org/Fisura/braga-13.htm). Para hablar en privado nos fuimos a dar una larga caminata, tiempo que aprovechó mi esposa para extraer de su mochila una grabadora de bolcillo y una libreta de notas de las cuales se hicieron trascripciones del contenido (aún en mi poder), por lo que supimos que de hecho que Fausto era un Agente de la Seguridad del Estado, esa fue la última vez que vi a Fausto Adolfo Martí en persona.
Agosto 13 de 1992, en un juicio militar, el Gobierno cubano condenó a tres civiles; al Dr. Omar del Pozo Marrero a 15 años, a Víctor Reynaldo Infante Estrada a 13 años y a Carmen Julia Arias Iglesias a nueve años; y a un miembro del aparato de seguridad del Estado, el subteniente, Julio César Álvarez López, a 19 años, todos por revelación de secretos de Estado. Este documento de denuncia puede encontrase en www.directorio.org buscar bajo Directorio Democrático Cubano, 2007, ver página 79, Fausto Adolfo Martí. El gobierno había infiltrado en sus organizaciones a Héctor Castañeda, Fausto Adolfo Martí y José Antonio Fornaris quienes testificaron para la fiscalía, en pocos días el señor Fausto fue enviado por su hermano a Islas Canaria con el título de “publicista”.
A raíz del “Maleconazo” en 1994, surge un caso de una embarcación cubana que naufragó en Cozumel-Quintana Ross, México donde mueren 9 de sus ocupantes y otros 8 fueron regresados a Cuba, a mi pueblo Santa Cruz del Norte, donde le facilité que fueran entrevistado por agencias de prensa, entre ellas EFE y REUTER. Después de las entrevistas hay un boycott de los productos Mexicanos en EU, dirigido por los exiliados de Miami y surgen presiones de todo tipo hacia el gobierno Mexicano por lo que fueron regresados a México y posteriormente recibidos por EU, a donde también se trasladaron los 9 cadáveres, suceso muy conocido por esta comunidad. Todo esto me situó en el centro de una controversia y tuve la habitual visita de la Seguridad del Estado donde entre otra cosas me dijeron “hemos hablado contigo ya tantas veces y no haces caso, que te vamos a dar por donde más te duele” a primera instancia no capté la profundidad de la advertencia, posteriormente en la entrevista, uno de ellos (que eran 5) me dice: “eres un mal agradecido” y al preguntarle la razón, me dice: “por lo que hemos hecho por la salud de tu hija” y le dejé saber que yo sabía que se referían al medicamento que me había provisto Fausto, en lo cual no había pensado hasta ese momento, hubo un silencio momentáneo, de ahí en adelante mi mundo se fue en blanco y negro, no supe cuanto demoró la entrevista, solo pensaba que pudieron poner algo en la penicilina y matarla o dejarla parapléjica. Esto únicamente puede compararse a un padre que sabe que su hija estuvo tan cerca de un depredador sexual que pudo tocarle el pelo, las manos, las entrepiernas, pero quiso dejar para otro tiempo el resto. Llegué a mi casa y le dije a mi esposa que preparara todo, que nos íbamos, y tres días después, el 21 de agosto de 1994 salimos ilegal de las costas de Santa Cruz del Norte en una embarcación. He pretendido olvidarlo todo por 20 años, pero me ha sido imposible porque el fantasma de Fausto me ha llegado cabalgando en este artículo de Waldo González López (http://fausto-adolfo-marti.artelista.com/) ahora en Miami, que me lo presenta renovado como un pintor, con otra cara, otra mano donde la crueldad se aplica con pinceles y colores tiernos. Recientemente en mi reencuentro inevitable con el fantasma de Fausto (en Facebook), le he escrito a su perfil la siguiente nota, con la que quiero cerrar estas palabras y finalmente olvidar, porque después de ver la obra, prefiero recordar a Fausto “el pintor” que a Fausto el hombre. Un hombre puede hacer su obra buena, más una obra no puede hacer a un hombre bueno.“Esperó que la vida te haya dado la medida justa de las cosas, ni paz ni guerra extrema, para morir o vivir por algo”
Adalberto Guerra
Nov.8.2011
Velamenes@gmail.com
Correspondencia en respuesta.
Guayaquil, 9 de noviembre de 2011.
CARTA ABIERTA DEL FANTASMA AL FANTASMÓN
Sr. Adalberto Guerra:
Han pasado 20 años desde que lo conocí y continuo recordándole como un talentoso joven poeta del lugar donde vivía en ese entonces. Es indudable su interés por la literatura pues aún hoy vuelvo a saber de usted, pero en este caso no por su poesía, sino por la capacidad narrativa de que hace gala el cuento que me dedicó recientemente en su blog.
Construir literatura desde su subjetividad no se le da tan bien como la poesía y pretender hacer historia sin profundizar antes en los temas que escoge, no creo sea un buen camino para alcanzar notoriedad, más bien, esta falta de rigor lo puede convertir en el amplificador idóneo del mensaje de aquellos a los que cree repudiar. El Sr. José Antonio Fornaris me ha distinguido en varias ocasiones con trabajos muy parecidos al suyo. Extraña coincidencia esa que lo une a usted y a ese señor. A él nunca me he tomado el trabajo de responderle, en su caso lo hago más por el asombro que por el tema que sugiere. Hace años que lo oigo y ya a estas alturas de mi vida, si le soy sincero, me da igual las opiniones de los individuos como usted y de la mitología donde mecen sus frustraciones y olvido.
Solo recuerdo haberle hecho el bien siempre que pude, lo cual veo no ha olvidado y reconoce en sus líneas, por lo que sobran las explicaciones que no le debo. Le aseguro que nunca registre sus pertenencias como hizo su esposa con mi mochila, supongo que obnubilada por la paranoia. Ignoro de que importantes pruebas pudo hacerse en tal robo, pero créame que tampoco me interesa mucho el asunto, más bien le sugiero que haga públicos tan valiosos documentos a fin de dar algún alo de credibilidad a su relato.
No me arrepiento de haber resuelto en su momento esa medicina que le hacía falta a su hija. Hacer el bien supongo que compensará siempre cualquier desaire u ofensa suya. Eso que sugiere de que podría haberla envenenado o contaminado es digno de quien lo piensa y no de mí, la mejor prueba con la que cuento no es su agradecimiento, sino que supongo su hija está viva. El juicio que me interesa es el de Dios y créame duermo tranquilo. Desconocía hasta hoy todo ese resentimiento y mala voluntad de su parte, pero no puedo hacer nada al respecto y tampoco me importa mucho.
Desgraciadamente toda esta historia no se ha terminado aun de escribir, así que le sugiero espere el final para hacer resúmenes. Por suerte para mí y para mi familia supongo no todos piensan como usted que he muerto y soy un fantasma. Una búsqueda en Google con mi nombre completo le ayudarán a convencerse que usted encaja mejor en esa definición o perfil.
Como veo le han gustado mis pinturas, lo que reconoce indirectamente en sus despreciables e injuriosas líneas. Espero no tener que valerme de incidentes de este tipo para promoverme como pintor y desearía que a usted no le hagan falta para que lo reconozcan como poeta o alguien se decida a leerlo.
Sin más.
Fausto Adolfo Martí.
West Palm Beach Florida.
Noviembre 9 de 2011.
Tengo lamentablemente que comunicarle Sr. Fausto que lo que usted leyó no es un relato, cuento o inventiva narrativa, donde lo incluyo, aunque presiento que sería de su agrado que lo fuera, porque en los cuentos se distorsiona la realidad y al menos eso, le proporcionaría un escape de la realidad que sigue siendo su pasado. Las historias que son bochornosas duelen hasta el papel en que se escriben, como me duele usted profundamente.
No me gastaría yo una letra o pensamiento en un personaje que tenga su semblanza. No figura usted en una lista de odio, porque no la tengo. En el final de mi artículo (era un artículo) le dejó el olvido como puente para que viaje usted hacia la luz, si tiene fuerzas. Sorprende que no se defienda de la realidad empírica que es, haber sido (o ser) un Agente de la Seguridad del Estado. Difícil será para Fausto explicar la resurrección de Fausto, lo que bien pudiera ser su reaparición en Cuba en el 2009. Admiro su obra por encima del hombre y le agradezco al hombre el bien que el hombre ha hecho. No ha negado usted lo de la medicina, cosa que me agrada, como tampoco ha negado que la obtuvo del mismo cuarto oscuro donde le daban órdenes.
Si hablamos de fantasmas te diré Fausto, que amo esta muerte donde me recuerdan con amor, que es más justa que estar vivo y ser recordado con encono. Nadie ha ido a la cárcel por mí, no tengo pasado, puedo morir en paz, ¿puedes tu Fausto? Te invito a que publiquemos tu carta y la mía (todas) en el sitio que elijas, a ver si das un paso hacia la luz.
Sobre google, poniendo tu nombre he encontrado cosas buenas y malas, las últimas son menos, pero pesan más en mi balanza, tu obra es buena, más las obras de un hombre es el peso completo de su vida. Poniendo mi nombre en google: tienes razón, me da un fantasma con unos libros publicados (dos), nadie me busca o me maldice, lo que me hace un fantasma feliz.
Con todo respeto.
Ad Guerra.
Guayaquil, 10 de noviembre de 2011.
Pensé responderle de inmediato su mensaje al recibirlo, pero después de analizar su contenido decidí esperar unas horas a fin de poder discernir sus verdaderas intenciones tras esta, llamémosla, provocación digital tras veinte años de silencio.
Coincidirá conmigo que la publicación en su Blog de este artículo donde trata de hacerse mi víctima y su reproducción en Facebook no podían quedar sin una adecuada respuesta dejando clara mi posición, pero no le daré más valor que el que día a los artículos publicados por Fornaris y a los que no hace referencia alguna en este segundo mensaje. No será conmigo con quien hará meritos para sus ambiciones.
Sus argumentos para iniciar este tardío debate después de 20 años no termino de verlos con claridad, ni cuál es su verdadero propósito tras este falso arrebato ético con el que pretende aleccionarme o dictarme cátedra de moralidad. En fin que no le debo ninguna explicación. Desgraciadamente no entiendo bien el lascivo lenguaje de los perros y no suelo actuar por impulsos entupidos, ni aguijoneado por situaciones imprevistas.
Usted ya hizo público el asunto así que no se a que nuevo espacio promocional pretende llevarlo. Lamento decirle que no soy su camino a la fama, ni la escalera a sus ambiciones personales.
Me perdona, pero no soy tan ingenuo como para dejarme dictar la agenda de lo que debo o no debo hacer por usted y ponerme a darle explicaciones. Dar mi versión de lo que sucedió realmente en aquel entonces sería caer en su juego.
Sus opiniones le repito me tienen sin cuidado así que haga lo que le parezca. Escriba lo que escriba y destile el veneno que destile, no le serviré de puente para salir de su mediocridad.
Mi primera reacción fue de asombro, en esta segunda parte comienzo a ver más claro su juego. Mal le debe ir económicamente con la poesía cuando necesita echar mano a un incidente de hace veinte años para comer supongo. No es mi caso y le comunico que este es el fin de nuestra comunicación.
Le deseo suerte y que Dios lo ayude.
Fausto Adolfo Martí.
West Palm Beach 10 de noviembre de 2011.
Sr. Fausto:
Al inicio de todo esto pensé que me encontraría a un Fausto humanizado en la pintura, pero en fin, los colores que usted conoce son apliques que el tiempo o las manos dejan en las parares, que las mismas manos manchan o borran y yo venía pensando en los colores imperecederos. No le ofrecía más, que borrar de su mejor cuadro, (su vida) la mancha que lo arruina. Lamento que en un impronto cierre la puerta de su tumba sin que al menos diga unas palabras de despedida al vivo que fue, o al fantasma que deja levitando. Veinte años son mucho tiempo para usted, creo que más largo le han resultado quince a Omar del Pozo, y a los otros de la causa. Usted pretende que el tiempo borre, yo pretendo que el tiempo sane, dos cosas muy distintas.
Nada tiene que explicar sobre lo que sucedió porque las explicaciones son para los hombres que ponen luz donde hay sombras y no para los que ponen sombra donde hay luz. No me complazco en su respuesta pávida, asustadiza, más bien me apeno por usted. Ya habrá un tiempo para responderse así mismo, tal vez nunca llegue y siga el silencio escalando en las sombras de sus cuadros (que son muchas) y entre tanta sombra finalmente pueda enterrar ese fantasma que le habita los hueso.
No lo uso a usted, como refiere en su carta, para afamarme, paladeó una vida meritoria, más bien humilde, sin que me persiga el pasado, ni busco en la literatura esconder al hombre que fui. ¿Qué otra riqueza digna pudiera un hombre pedirle al hombre que ha sido? Hay un momento donde no está la pluma o el pincel y el hombre entra en conversación con el hombre, no hay en esos momentos para mí bochorno.
Sobre el Sr. José Antonio Fornaris, lo vi dos veces en mi vida, siempre en su compañía, y no hay cosa que tenga que decir, más bien es usted quien tiene, que viene del mismo saco y comparten el esqueleto de un mismo fantasma. Por favor, no caiga en mi juego, siga en el suyo, el que le dictan la sombras que lo han acompañado por más de veinte años, no se gaste el tiempo en tratar de entender “el lenguaje lascivo de los perros” que es para gente que entienden a los perros, que de hecho, ladran cuando un fantasma pasa. La próxima vez que ladre mi perro, le explicare que hay fantasmas míseros.
Adiós para siempre Fausto, yo te perdono, y con esto te bajo misericordiosamente los parpados.
Ad Guerra.