No llegamos a tiempo: llegamos demasiado temprano o demasiado tarde.
Pero al menos llegamos a un espacio donde pudimos ser nosotros mismos.
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Carlos Victoria
El 25 de marzo de 1889 José Martí publica en el diario The Evening Post de Nueva York su artículo “Vindicación de Cuba”. Como se sabe dicho texto es la respuesta airada del cubano exilado a una “ofensiva crítica de los cubanos” – anota Martí – que había aparecido inicialmente en el The Manufacturer de Filadelfia en la cual se descalificaba tanto al pueblo cubano como a los exilados.
Con la vehemencia propia de su prosa política Martí resume tanto la dificultad de enfrentarse a la tiranía española en Cuba como la indiferencia y el desdén con el que en el exterior de la isla se refieren a esta lucha y a los exilados cubanos:
Hemos sufrido impacientes bajo la tiranía; hemos peleado como hombres, y algunas veces como gigantes, para ser libres (…) tenemos que batallar como vencidos contra un opresor que nos priva de medios de vivir, y favorece, en la capital hermosa que visita el extranjero, en el interior del país, donde la prensa se escapa de su garra, el imperio de una corrupción tal que llegue a envenenarnos en la sangre las fuerzas necesarias para conquistar la libertad. Merecemos en la hora de nuestro infortunio el respeto de los que no nos ayudaron cuando quisimos sacudirlo[1].
Martí, el Sujeto Ideal del imaginario cubano, fustiga a quienes comentan de manera deningrante ciertos aspectos de la identidad cubana. Es decir que Martí, a la vez admirador y crítico de los Estados Unidos, y emblema de la escritura exilada cubana tiene que alzar la voz, en medio del inmenso trabajo que significa organizar la lucha armada contra los españoles, para poner en su lugar a interlocutores que de alguna manera lo acogen.
Hay una queja en este discurso y en la insistencia excesiva con la que se atribuyen valores a la identidad cubana. A mi modo de ver es esta queja, esta inconformidad, la que caracteriza el tono de una zona importante de la escritura del exilio cubano. Son los grados de intensidad y los temas a través de los cuales se representa esta queja lo que ha cambiado.
Martí escribía en los Estados Unidos para tratar de volver a Cuba, como al final hizo. Esa posibilidad apenas se insinúa en los textos más recientes de los exilados. Si la referencia a una Cuba pasada existe, en la mayoría de los casos es para contraponerla a un contexto a la vez propio e incómodo, es decir, como la manifestación de un nuevo tipo de queja.
II
El escritor y profesor cubanoamericano Gustavo Pérez Firmat divide en tres tipos a la literatura de los emigrados cubanos en los Estados Unidos: 1) Literatura de inmigrantes, 2) literatura del exilio y 3) literatura étnica[2].
Según él, se considera literatura de inmigrantes a la escrita por quienes una vez establecidos en otro país no tienen la intención de volver y adoptan la lengua de este nuevo país. Ese es el caso del escritor Oscar Hijuelos, nacido en Nueva York de padres cubanos autor de varias novelas todas escritas en inglés, entre ellas, la más conocida The Mambo Kings Play Songs of Love (Los reyes del mambo tocan canciones de amor), Premio Pulitzer en 1990.
La literatura del exilio parte de una posición opuesta del sujeto, no se desea ruptura con el origen sino que se reitera un apego a los orígenes y se ve a sí mismo como “un transeúnte en una nueva geografía”, en un país extraño. Es, por tanto, una literatura que intenta escribirse en “cubano”y que mira hacia el pasado y no hacia el futuro como la del inmigrante.
La escritura que Pérez Firmat denomina étnica es para él una fusión de las dos anteriores. Se defiende con orgullo en ella una dualidad no conflictiva porque sus bases no residen en la identidad sino en la diferencia. Este sujeto bilingüe “no se define como ‘cubano’ ni como ‘americano’, sino como la síntesis de ambos: cubanoamericano”(Pérez Firmat, 2000: Entre los autores que se citan en este caso se encuentran Roberto Fernández, Ricardo Pau-Llosa, Virgil Suárez y Pablo Medina.
Las primeras dos aspectos que sorprenden al investigador al adentrarse en la búsqueda y lectura de esta literatura de emigrantes cubanos es en primer lugar su vastedad y al mismo tiempo, lo mal conocida y estudiada que resulta la literatura de los escritores cubanos que viven y trabajan en los Estados Unidos.
La primera razón citada –la vastedad – explica el aspecto panorámico y limitado de este trabajo: me limito aquí a hablar de los escritores exilados más recientes, es decir, los que escriben en español aún cuando todos hablen inglés. La segunda razón, en un primer momento, inexplicable, es la principal motivación de este esbozo.
Sin que sea el objetivo de este trabajo, enumero las cuatro razones de esta indiferencia hacia los escritores cubanos exilados en norteamérica.
1 La difusión tanto en el mundo universitario como en los circuitos comerciales de una bibliografía literaria editada exclusivamente en La Habana.
2 El papel preponderante otorgado a la noción de identidad, origen, pertenencia y representatividad presente en las clasificaciones críticas y académicas.
3 La no aceptación (muchas veces premeditada por razones políticas) de un exilio y de una comunidad letrada cubana en los Estados Unidos.
4 El propio proceso de formación de esta literatura que incluye la adopción del inglés (en el caso de los escritores inmigrantes y cubanoamericanos más arriba citados), o una escritura en español que, al producirse en los Estados Unidos, muchas veces es marginal o comunitaria.
III
Sin mucho esfuerzo se pueden precisar las etapas de los emigrados cubanos en los Estados Unidos. Una primera se puede situar desde el 1959 mismo hasta finales de los años 60, otra que va desde este momento hasta el éxodo del Mariel en 1980. La siguiente, bastante compleja por el choque que significó la llegada de más de 150000 cubanos a la Florida, se extiende hasta el 94, cuando ya no se trata de escaparse en barcos, sino en balsas. Estos “balseros” – que siguen llegando a diario por las vías más inesperadas – coinciden con los cubanos del “bombo”– lotería de visas que permite viajar a 20000 personas por año – y con otros reclamados, también por vía legal, por sus familiares. En el caso de los escritores y artistas, se olvida siempre mencionar a quienes llegan a los Estados Unidos procedentes de Europa, Canadá y múltiples países de América Latina.
Es evidente que esta clasificación cronológica no revela los aspectos conceptuales de las etapas clasificadas, en algunos casos, desde una perspectiva sociológica, económica, histórica o política.
Sirve, si acaso, para comprender mejor los momentos en que se que gestó la escritura de autores de diversas procedencias y edades. De Lydia Cabrera que se exilia en 1960 hasta Reinaldo Arenas, Guillermo Rosales y Carlos Victoria, por citar algunos de estos escritores emblemáticos, son múltiples las diferencias estéticas y existenciales. ¿Cómo alinear en un mismo estudio a un escritor disidente de Orígenes como Lorenzo García Vega, un poeta cubanoamericano como José Kozer con otros más jóvenes como Néstor Díaz de Villegas y Joaquín Gálvez, sin olvidar a los “marielitos” que continúan activamente publicando.
Todos estos autores tienen sin embargo algo en común: la lengua, y Cuba como reiterada referencia.
IV
La llamada generación, grupo o movimiento intelectual del Mariel representa en la historia de la cultura cubana la reacción estética colectiva más iconoclasta de todo el período posterior al triunfo de la revolución de 1959.
Mariel a signifié un exode des cerveaux considérable par la qualité et le nombre. On assiste à une floraison culturelle exceptionnelle, à une remise en question des valeurs sécrétées par una idéologie officielle, à un bouillonnement salutaire, passionné et souvent passionnel, et qui n’est pas sans danger: celui de voir naître un autre terrorisme intellectuel[3].
De lo anterior se infiere que además del número considerable de artistas y escritores Mariel introduce una vehemencia muchas veces nihilista en su lenguaje. En un breve artículo escrito poco después de llegar a los Estados Unidos y que le da título a su libro de ensayos Necesidad de libertad, Reinaldo Arenas escribe algo que se puede considerar la poética irreverente de estos escritores:
Esa divina posibilidad de decir no, donde el “Jefe” dice sí; esa magnífica, sagrada posibilidad de cuestionar, criticar, disentir; esa duda llena de audacia, ese NO, es y será siempre lo que diferencia al hombre del rebaño, al ser humano de la bestia, al individuo del esclavo. Y en ese no rotundo admitido dentro de las democracias, y contra la democracia, radica la grandeza de occidente. Su definición y su grandeza. Aún cuando muchos consideremos tal tolerancia como una actitud suicida[4].
Sin embargo, en el discurso literario y crítico de sus textos aparecidos en múltiples publicaciones que fundan sus miembros en los Estados Unidos, de la cual la revista Mariel es la más representativa, subyace lo que Iván de la Nuez denomina “la filosofía de grupo”[5] de los marielitos, una identificación colectiva con posiciones sobre todo políticas. Es decir que a la diferenciación estilística que cree ver en el grupo Roberto Valero (Barquet, 1998:110), uno de sus miembros, se une esta uniformidad en la protesta. La paradoja se amplia cuando constatamos que esa negación a la que se refiere Arenas va dirigida también a sectores mayoritarios del propio exilio cubano que no aceptan de inmediato a los marielitos. Fugitivos del totalismo cubano contra el cual dirigen todos sus principales ataques, los escritores “marielitos” tampoco se sienten a gusto con, cito a Arenas, esa “gentuza” que “todavía se cree con derecho a determinar” (Arenas, 2001: 212) es decir la burguesía exilada de Miami. Se puede entonces afirmar que, “la singularidad de Mariel en la cultura cubana está, muy probablemente, más en su no lugar que en su vanguardismo”( De la Nuez, 1998: 105)
Martí vindicaba a Cuba y a los cubanos en su queja ante el The Manufacturer de Filadelfia, Arenas y la mayoría de los escritores del Mariel llevan al extremo el descontento, la asfixia por la falta de espacio que significa de una parte el vivir en el destierro y por otra, no ser aceptados y no aceptar el orden de ese nuevo espacio donde viven.
V
La escritura literaria actual de los exilados cubanos en Estados Unidos no sólo se caracteriza desde el punto de vista estético por su diversidad de corrientes y de autores sino también por su entrada en el mundo editorial europeo y, en menor medida, en el norteamericano. Daína Chaviano gana con La hembra el hombre y el hambre en 1998 el Premio Azorín de novela en España donde es publicada por la editorial Planeta. Antonio Orlando Rodríguez gana el Premio Alfaguara en 2007 con la novela Chiquita. José Manuel Prieto que vive entre México y Nueva York después de haber vivido doce años en Rusia, publica en España y México – además de ser traducido al inglés al francés y al alemán entre otros idiomas – sus novelas Mariposa nocturna en el imperio ruso (o Livadia) y Rex, por sólo citar algunos ejemplos.
Es justo reconocer, sin embargo, que muchos escritores que escriben en español en Estados Unidos y que abordan temas que pasan en Cuba, o que tienen como sujetos a cubanos exilados, publican muchas veces en modestas editoriales locales o a cuenta de autor, en sitios internet y en blogs.
Vale preguntarse desde qué perspectivas se puede describir y analizar las escrituras de estos autores. La confluencia en un mismo espacio de tantos escritores de experiencias vitales tan diferentes dificulta el empleo de la noción de generación tan repandida, por cierto, en los estudios literarios cubanos de la isla. Incluso quienes pudieran agruparse siguiendo este dudoso método, una vez leídos sus textos contradicen la eficacia crítica de la elección. ¿Qué aspectos estéticos comunes pueden asociar, por ejemplo a los narradorres Daína Chaviano y a Juan Abreu, a Armando de Armas y a José Manuel Prieto o a los poetas José Kozer y Emilio de Armas, como lo puede insinuar el hecho de haber nacido todos en Cuba y en fechas más o menos cercanas?
Si según Roberto Valero a pesar de enormes puntos de vista en común, la diferenciación es el rasgo estilístico predominante en la literatura de Mariel esa es, aparentemente, la herencia más palpable de este grupo de escritores en la literatura más reciente de los exilados cubanos. Sólo que en esta caso la confluencia en un mismo espacio no genera una filosofía de grupo implicíta en sus discursos identitarios ni una vehemencia reiterada en sus posiciones políticas.
Y digo, aparentemente, porque se percibe en los textos más recientes también la presencia de un no-lugar (De la Nuez, 1998: 106). En estas narraciones la presencia incómoda de un sujeto que rememora con espanto lo vivido en la isla, alterna con otro que al mencionar a Cuba se remonta al pasado o simplemente no la menciona jamás, la elude. Al referirse al espacio del exilio – en la inmensa mayoría de las veces a Miami – éste aparece como el lugar incómodo o agresivo donde deambula un sujeto inadaptado.
De esta manera se puede avanzar que en todos estos discursos ficticios más recientes subyace una perspectiva común en la manera de contar o de imaginar la isla y el país donde viven su exilio: la elisión o la inadaptación, marcan estos textos que revindican más un deseo individual que una aspiración colectiva o un compromiso ideológico.
Los grados de la queja con que Martí asume la defensa de Cuba y de los cubanos así como la angustiosa y vehemente negación sobre la cual se apoya el territorio intelectual del exilio de Arenas, se atenúan, se remplazan por la extrañeza, la supervivencia o la indiferencia.
En el cuento “Tres citas en el Sur” de su libro El salón del ciego Carlos Victoria rememora tres encuentros de Marcos, alter-ego de Victoria, con José Julio, un joven escritor acabado de llegar de Cuba a Miami que en realidad representa a Juan Francisco Pulido poeta que se suicida poco tiempo después de llegar al exilio.
A pesar de la gran diferencia de edad, Marcos cree verse a sí mismo en la angustia del recién llegado de Cuba que le escribe diciéndole: “Necesito su orientación”. En un pasaje de este texto ambos pernoctan en un hotel de la Florida y en medio de la celebración por una beca que dice haber obtenido José Julio para irse a estudiar a “un estado del norte”, los dos escuchan voces que interrumpen de esta manera el brindis.
Percibo en este pasaje una sutil manera de identificación común por el lenguaje y la irrupción extraña del Otro y de lo Otro que viene a recordar a los personajes la imposibilidad de adaptarse del todo, lo inútil incluso de no hablar de Cuba y de evadirse huyendo al norte, como lo corrobora después el suicidio de José Julio:
En el cuarto de al lado varias voces discutían en inglés. Hombres y mujeres, borrachos, despojados de sus perendengues, daban traspiés y manotazos. Sus sombras encrespadas se reflejaban a través del crisital en el balcón contiguo, en el que los dos amigos brindaban. De pronto alguien lanzó un objeto contra la pared; un hombre comenzó a chillar fuck , como si fuera la única palabra de ese idioma; las mujeres se echaron a llorar, entre graves recriminaciones. Una insulsa pelotera ante la cual Marcos y José Julio se sentían extranjeros[6].
Es la irrupción inesperada de esta lengua en un sitio en el cual los personajes se refugian una noche para creerse a salvo, tanto de fijas representaciones de lo cubano como de un exterior ajeno, el signo moderado que provoca la nueva queja de esta escritura exilada: no se sienten a salvo ni están en casa.
Dos sujetos diferentes de la escritura cubana en los Estados Unidos, el fugitivo del Mariel y el exilado en los años noventa, comparten la misma reacción subjetiva: se consideran extranjeros al escuchar a otros hablar en inglés. Es a partir de esta paradoja formada por la conquista parcial de poder expresarse en libertad y la sensación de incompletez que la carencia de un territorio lingüístico propio provoca, que pueden orientarse las lecturas críticas de las ficciones escritas por los cubanos en los Estados Unidos.
*(Artículo publicado inicialmente en la revista América de la universidad de la Sorbona de París, No. 39, 2010, p. 31-36)
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BIBLIOGRAFIA
Reinaldo ARENAS, 2001, Necesidad de libertad, Miami, Ediciones Universal.
Jesús J. BARQUET, 1998, “La generación del Mariel”, Encuentro de la cultura cubana, No. 8/9, Madrid, España, p.110-125.
Iván DE LA NUEZ, 1998, « Mariel en el extremo de la cultura », Encuentro de la cultura cubana, Madrid (8/9) primavera-verano, p. 105-109.
Liliane HASSON, 1986, « La génération des Cubains de Mariel et leur presse littéraire aux Etas-Unis », Colloque International « Politiques et productions culturelles dans l’Amérique latine contemporaine », América, No. 1, Paris, Presses Universitaires de la Sorbonne.
José MARTI, (1889) 1963-1973, “Vindicación de Cuba”, Obras Completas, La Habana, Editorial Nacional de Cuba, Tomo I, p. 236-237.
Gustavo PEREZ FIRMAT, (1994) 2000, Vidas en vilo. La cultura cubanoamericana Madrid, Editorial Colibrí.
Carlos VICTORIA, 2004, « Tres citas en el sur », El salón del ciego, Miami, Ediciones Universal, p. 128-129.
[1] José MARTI, (1889) 1963-1973, “Vindicación de Cuba”, Obras Completas, La Habana, Editorial Nacional de Cuba, Tomo I, p. 236-237.
[2] Gustavo PEREZ FIRMAT, (1994) 2000, Vidas en vilo. La cultura cubanoamericana Madrid, Editorial Colibrí.
[3] Liliane Hasson, 1986, « La génération des Cubains de Mariel et leur presse littéraire aux Etas-Unis », Colloque International « Politiques et productions culturelles dans l’Amérique latine contemporaine », América, Presses Universitaires de la Sorbonne Nouvelle, No. 1, p. 132.
[4] Reinaldo Arenas, 2001, Necesidad de libertad, Miami, Ediciones Universal, p. 212.
[5] Iván de la Nuez, 1998, « Mariel en el extremo de la cultura », Encuentro de la cultura cubana, Madrid (8/9) primavera-verano, p. 105-109.
[6] Carlos VICTORIA, 2004, « Tres citas en el sur », El salón del ciego, Miami, Ediciones Universal, p. 128-129.
2 comentarios:
Muy buen artículo, gracias a La otra esquina de las palabras por propiciar esta lectura, mil gracias.
Gracias a ti, Juan Carlos, por leerlo y por tu generosidad.
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