martes, 18 de diciembre de 2012

DEL IDIOMA Y SUS CAPRICHOS


 
 
De un artículo de H. L. Mencken, publicado en junio de 1999 en Harper’s, sobre las características y peculiaridades del idioma que, mal que bien, hemos venido balbuciendo durante los últimos años. Lo que sigue es una versión libre y comentada del traductor, pero respetuosa de la idea original del ensayo.

 

Traducción: Juan Cueto-Roig



El inglés se ha impuesto más que a fuerza de números o de arrogancia, por sus méritos intrínsecos. En riqueza y economía, ninguna de las otras lenguas vivas puede competir con él. Es positiva y deliberadamente un idioma masculino: lenguaje de hombres, nada afeminado ni infantil; simple, de sonidos claros (1); enlaza sus vocablos con naturalidad y es lógico en su estructura, sin pedanterías ni rebuscamientos. Qué inmensa ventaja el que sea un lenguaje sin géneros gramaticales (2). Consta de un enorme vocabulario que duplica el de cualquier otro idioma (3). Es conciso y simple. Contrarresta los muchos vocablos polisílabos incorporados del latín, con la abundancia de los de sílabas cortas y propende constantemente a acortar las palabras. En el siglo dieciocho, para designar las cada vez más frecuentes turbas revolucionarias se usaba mobile vulgus. Pues bien,  en su afán abreviatorio, esas dos palabras se convirtieron en mob. Lo que una vez fue pundigrion es ahora pun, lo que hasta ayer era gasoline es hoy gas. Ningún otro idioma europeo tiene tantas palabras (decorosas o impúdicas) de sólo tres o cuatro letras. Y ninguna otra lengua puede decir tanto con tan poco, ej: First come, first served, típica expresión inglesa: breve, simple y atrevida. Para expresar la misma idea en danés, se necesita decir: Den der kommer forst til molle, far forst malet.

 

Hace algunos años, un filólogo americano, Dr. Walter Kirconnell,  contó el número de sílabas necesarias para traducir el Evangelio de San Marcos a cuarenta idiomas indoeuropeos, desde el persa e indostano hasta el inglés y el francés. Resultó que de todos, el inglés fue el más económico con sólo 29,000 sílabas, mientras los idiomas teutónicos necesitaron 32,650; los eslavos, 36,500; los de origen latino, 40,200; seguidos por el bengalí, el persa y el sánscrito con más de 43,000 cada uno. Sin embargo, el articulista reconoce que la ortografía inglesa es tan caótica como la francesa o sueca, pero para los comunes mortales que se contentan con atacarlo a viva voce, sin preocuparse de reglas ni preciosismos, resulta bien sencillo. Por ejemplo, un ruso, nacido en un idioma donde hay seis casos y tres géneros gramaticales, consonantes palatales y complicados pronombres, se asombrará al encontrar dos casos, ningún  género y unos pronombres tan simples, que uno de ellos es suficiente para dirigirse lo mismo al presidente de los Estados Unidos, a un niño, a una dama o a un criminal (4). Sólo el español es un idioma comparable en claridad lógica, aunque el mismo adolece de géneros gramaticales. El filólogo C. K. Odgen  cree que 850 palabras bastan para una buena comunicación en inglés y que la mayoría de ellas, unas 600, son simples nombres de cosas, y 250, de acciones, cualidades o vocablos conectivos. Y si nos parecen pocas, es porque olvidamos la principal cualidad de este idioma: su capacidad para expresar infinidad de significados con una sola palabra, combinándola con diferentes modificadores. Veamos: to get, to get going, to get by, to get on to, to get wise, to get off, to get ahead of, to get over. Y este mismo filólogo aboga por eliminar muchos más verbos. Él eliminaría disembark, recovered from the flu, escaped from the police,obtained a job. En su lugar usaría get off, got over, got away, y gotY refiriéndose a la necesidad de simplificación, Mencken cita el fenómeno  phthisic (tisis) y más adelante invoca la frase del Dr. Ernest Weekley: “Estabilidad en un lenguaje es sinónimo de rigus mortis”.

 

Notas del traductor

 

(1) Serán sonidos claros, pero no absolutos y definidos como en español. Recordemos sólo las disímiles pronunciaciones en wind (viento) y wind (dar cuerda),  pleasant and please, signal and sign, etc.

(2) Si bien es cierto que esa asexualidad simplifica enormemente el aprendizaje de la lengua inglesa, los adjetivos atributivos (his, her), contrario al castellano donde son neutros, requieren la atribución adecuada al sexo correspondiente. Aunque, debemos también reconocer que en español la ambigüedad de esos adjetivos se presta a confusión (su de él, su de ella, su de ellos)

(3) Siempre oí celebrar al castellano por exuberante y prolífico y, sin embargo, Mencken afirma que el vocabulario inglés lo supera en abundancia. Por otra parte, pienso que esto puede ser cierto, ya que el inglés apropia muchos vocablos latinos, que aunque no son de uso común, lo enriquecen notablemente.

(4) Mencken no cuenta los thou, thy and thine, que aún se usan en la liturgia  cristiana, y eran hasta época muy reciente comunes en textos poéticos.

 

Y si nos parecen válidos los méritos de simplificación y síntesis atribuidos al  idioma inglés, no debemos olvidar que el lenguaje, además de ser un instrumento de comunicación, es la fuente donde se nutre el oficio literario, y que en la riqueza y variedad del idioma estriba la belleza de ese arte.

 

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