martes, 6 de marzo de 2012

Orlando Alomá y Pieter Brueghel el Viejo


Por Rodolfo Martínez Sotomayor

El homenaje a los que hicieron del cine, el gran descubrimiento artístico del siglo XX, se ha puesto de moda. Las nominaciones al premio Oscar de las películas The Artist de Michel Hazanavicius y Hugo de Martin Scorsese son afortunadas muestras de esa devoción.

La pintura, desde los dibujos rupestres, hasta la invención de la fotografía y posteriormente el cine por los hermanos Lumiére, fue el reflejo del universo que ha rodeado al hombre. Pintores de la corte, como Francisco de Goya, convirtieron su obra en un retrato de los grandes cambios en la sociedad y los hechos históricos que les tocó vivir. No es posible evocar la lucha del pueblo español contra la dominación francesa en 1808, sin que venga a la imaginación el recuerdo de su cuadro Los fusilamientos del 3 de Mayo.

Mucho antes, en la Holanda del siglo XVI, El Bosco, realizó una serie de creaciones en las que una amalgama de figuras, ambientadas en paisajes imaginarios, con elementos fantásticos y en ocasiones monstruosos, con figuras híbridas, humanos y animales, habitaban paisajes bucólicos de gran atractivo. Las piezas más famosas que reflejan este estilo son Las tentaciones de San Antonio, El carro del heno y El jardín de las delicias. Frente a este último cuadro, me detuve largo tiempo al visitar El Prado, en Madrid, observarlo detenidamente es ratificar la idea de ciertos críticos que han dicho que El Bosco, pintó cuadros ejemplarizantes aludiendo a los pecados y sus consecuencias. Conceptos filosóficos del mundo basados en dichos populares o creencias de la época. Todo esto lo logra comunicar a través de símbolos, con un lenguaje muy sofisticado. Y es ese mecanismo, a mi juicio, el que provoca que su pintura ejerza tanta seducción.

Volviendo al cine y su capacidad de reflejar el mundo que nos rodea, el cineasta polaco Lech Majewski, lo hace converger con la pintura, en una exquisita producción titulada El molino y la cruz (2011), la cual se basa en La procesión al calvario, uno de los cuadros de quien fuera para algunos, el más importante pintor holandés del siglo XVI, Pieter Brueghel. Inspirado en el estilo de El Bosco, Brueguel el Viejo, reflejó la vida cotidiana de su tiempo con realismo y con una abundancia de detalles magistrales.

Majewski se vale de esta pieza, para hacernos entrar al mundo estético del pintor, nos traslada a la época de la brutal ocupación española de Flandes. Recrea a personajes que escapan del lienzo para llegar al cine y esa magia de hacerlo confluir con lo mejor del arte universal.

Cuando tuve la suerte de adquirir el filme, con una copia pirateada con “profesionalismo” y una nitidez de original, como resultado; tuve deseos de salir corriendo y comentarlo a quien pudiera impresionar. Alguien a quien el cine y la pintura, le apasionaran por igual. Aquella noche, mi esposa Eva y yo, asistiríamos a una exposición de pinturas de Heriberto Mora, y allí en la entrada, para mi dicha, veo a Orlando Alomá. He encontrado a pocas personas que disfruten tanto hablando de cine como él. Parafraseando un parlamento de una de sus películas preferidas El Samurai, me agrada hablar con quienes gustan hacerlo de un tema que me es afín. Cuando le hablé del filme el resultado fue el esperado, una ansiedad por verlo evidente y un pacto secreto de no revelar la fuente al regalarle una copia. Estaba feliz en mi humana e infantil vanidad de haber mostrado algo que desconociera hasta el momento, el admirado critico cinematográfico Orlando Alomá. Pero como dice una canción popular “la vida te da sorpresas”, supe que él sentía fascinación además por la pintura de Brueghel el Viejo, y que había traducido un poema de William Carlos Williams (1883-1963), titulado "Paisaje con la caída de Ícaro", de su libro Pictures from Brueghel, Premio Pulitzer de Poesía 1963. Al día siguiente lo recibí en mi correo electrónico y hoy lo comparto.

II. PAISAJE CON LA CAÍDA DE ÍCARO

Por William Carlos Williams (1883-1963), de su libro Pictures from Brueghel, Premio Pulitzer de Poesía 1963. Traducción: Orlando Alomá.

Según Brueghel
cuando Ícaro cayó
era primavera

un granjero araba
su campo
todo el esplendor

del año estaba
despierto tintineando
cerca de

la orilla del mar
interesado
en sí mismo

sudando bajo el sol
que derritió
la cera de las alas

insignificantemente
próximo a la costa
había

un chapaleo bastante inadvertido
era
Ícaro ahogándose

(Bruselas, Museo Real de Bellas Artes)


El escritor y traductor Orlando Alomá se presentará el viernes 16 de marzo, a las 7:00 pm, en La Otra Esquina de las Palabras, con una lectura y charla de su traducción al español de los poemas de William Carlos Williams basados en las pinturas de Pieter Brueghel el Viejo.

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