domingo, 4 de diciembre de 2011

Por los vericuetos de Cueto: Entrevista al escritor Juan Cueto-Roig

Foto: Ena Lapitu Columbié

Por Joaquín Gálvez

Dentro de la literatura cubana escrita en su totalidad en el exilio, la obra de Juan Cueto-Roig destaca por su grado de independencia y singularidad creativas. Ya sea en el cuento, la poesía, la crónica, la crítica,  incluso en sus traducciones, se hace evidente su afán por la expresión concisa, por darle al lenguaje su medida y palabra exactas. De esta forma, transita por ese sendero paradojal donde confluyen la vida y la muerte, pero siempre dejando ileso al lector de todo acontecer dramático, con un humor que brota hasta en los bordes del precipicio.

Entre sus libros sobresalen Palabras en fila, en clase y en recreo (poesía); Hallarás lobregueces, y Veintiún cuentos concisos (relatos), este último obtuvo Medalla de Oro en el certamen The Florida Book Awards, 2009; Verycuetos (crónicas); En épocas de lilas (Traducción al castellano de 44 poemas de E.E. Cummings), y, recientemente, Esas divinas cosas (Tribulaciones y alegrías de un traductor).

Con él conversamos.

¿Cuándo es que descubres tu vocación por la escritura? Háblanos de tus inicios como escritor.


Juan Cueto-Roig (JCR): Sucedió en Querétaro, México, y tendría yo unos doce años. Estudiaba para Hermano Marista, y escribí un poema en honor a la Virgen, cuyo premio fue la condena a leerlo delante de mis profesores y compañeros. Una experiencia tan traumática, que ahí mismo terminó aquel precoz atrevimiento literario.

Llegas al exilio en los años 60, ¿te sientes parte de una generación determinada de escritores cubanos exiliados? ¿Cómo ha influido el exilio en tu escritura?


JCR: No me gusta pertenecer a ningún grupo, ni sindicalizarme en gremios, cofradías, ni generaciones, por prestigiosas que estas sean. Que se me incluya en la categoría “escritores cubanos exiliados”, es ya, para mí, honroso y suficiente. Y esa condición de exiliado, por supuesto que me ha afectado e influido, como a tantos coterráneos.

Tu obra hasta ahora ha sido un ejercicio de brevedad estilística, digamos que con un marcado apego a la economía del lenguaje. ¿Consideras que dicha tendencia se debe a la influencia de escritores como Arreola, Monterroso, o el Cortázar de Historias de cronopios y de famas, o es más bien tu personalidad o gusto personal lo que te conduce a ser escueto literariamente? Digamos que casualmente (o causalmente) te aprovechas con toda intención de la consonancia de tu apellido (Cueto) con el adjetivo escueto.

JCR: No se trata de influencias, pues con excepción de Cortázar, conocí a los otros dos que mencionas, mucho después de que yo comenzara a escribir para publicar. Y en cuanto al juego de palabras Cueto/escueto, es una simpática conjunción causal, casualmente auténtica. En mí, la brevedad no es una virtud, al contrario, es un defecto, o varios a la vez: mi pereza, mi temor a aburrir al lector (sobre todo esto, porque me han aburrido tanto y tantos), y mi empeño en expresarme de la manera más concisa posible.

Tu libro Verycuetos es un paradigma de tu multifacético quehacer literario: poesía, cuento, crítica de arte y literatura, crónicas, cartas, artículos periodísticos, traducciones, etc. ¿Con cuál de estos géneros te sientes más a gusto? ¿Por qué no has escrito una novela?

JCR: Verycuetos es una selección y compendio de crónicas que escribí durante siete años, de 1999 al 2005. Esos escritos se originaron en Cuetocomments (comentarios de Cueto), una especie de newsletter semanal (me gustaba llamarla “semanario”), que era una forma de comunicación epistolar con familiares y amigos, y producto también de dos defectos: mi aversión al teléfono y mi torpeza en expresarme oralmente, de una forma coordinada y lógica, tanto en privado como en público. Como ves, si alguna virtud tengo es la de sacar provecho de mis defectos y deficiencias. Y ese semanario era el vehículo para ejercitarme en todos esos géneros que citas, y todos los disfrutaba enormemente. ¿Una novela? ¡Ay, si pudiera escribir una novela! Nunca deja de asombrarme la naturalidad con que algunos colegas me dicen: “es mi tercera”, o “tengo cuatro sin publicar”. Creo que moriré con la pena de nunca poder escribir una novela.

En tus cuentos los escenarios más trágicos y absurdos quedan resueltos con un humor fino, con una espléndida estocada de ironía. ¿Te vales del humor, en esas circunstancias, por sentirte poseído por el sentimiento trágico de la vida y, por tanto, necesitas a toda costa librarte del mismo?


JCR: Desde mi niñez, la muerte fue una asidua visitante en nuestra casa, y un factor determinante en mi vida. Y como no se puede luchar contra ella ni ignorarla, lo mejor es burlarse de ese inevitable flagelo. Y es también un reflejo de mi carácter: yo siempre trato de restar solemnidad aun a las cosas más sagradas de este mundo… y del otro.

Eres uno de los pocos escritores cubanos, en Miami, que se ha dedicado a traducir poesía, con tres libros publicados que recogen obras de poetas tan disímiles como Cavafis y Cummings, así como una antología de poetas de habla inglesa. A partir de tu propia experiencia, háblanos de las venturas y desventuras del arte de traducir.

JCR: “Alegrías y tribulaciones de un traductor”, así titulé una sección de mi libro Esas divinas cosas (verso de un bellísimo poema de Eugenio Florit). Las tribulaciones, las disyuntivas, las dificultades de un traductor son enormes, pero la alegría que se experimenta cuando uno sabe (o cree) que ha logrado una frase feliz es inmensa, casi equivalente a la de escribir un poema propio.

¿Si tuvieses que escoger uno de tus libros, con cuál te quedarías?


JCR: Permíteme apelar a la cursilería y contestarte como suelen decir algunos artistas y creadores: “Todos son mis hijos, ¿cómo querer a uno más que a los demás?”. Ahora en serio: tendría que esperar a la publicación de un compendio selectivo de mi poesía y de mi narrativa para escoger a ese “único libro con que me quedaría”. Por el momento, me satisfizo mucho: Hallarás lobregueces.

¿Te propones dejar un legado cada vez que emprendes la escritura, o crees que el mismo viene por añadidura, pues lo principal es escribir por necesidad o placer?

JCR: En mi caso, escribir es una necesidad y, como no es por obligación, me proporciona mucho placer. Todo el que escribe deja un legado (aunque los herederos preferirían que fuera en “moneda convertible”). Solo el tiempo decidirá si lo que uno escribió tiene algún valor.

Para terminar, ¿alguna obra en preparación en estos momentos?


JCR: Poesía, definitivamente no. Dijo Dulce María Loynaz que después de cierta edad no se debería escribir poesía. Y presiento (y me horroriza pensarlo) que me estoy aproximando a “esa edad”. Nuevas crónicas y cuentos, posiblemente sí. Y quizás, una selección de narrativa y poesía, más que por escoger algunas, por desechar otras; y también, por esa costumbre mía de revisar y revisar. Por lo tanto, no serán ediciones aumentadas y corregidas, sino revisadas y disminuidas. A mis amigos, cuando me preguntan, les contesto en broma que estoy trabajando en mis obras completas y en mi autobiografía; pero no habrá nada de eso; lo primero es imposible por la brevedad de mi “obra”, y a lo segundo me niego, porque tendría que escribirla arrastrándome entre espinas… (para terminar con letra de tango).


Entrevista publicada originalmente en cubaencuentro el 11 de agosto de 2011

La Otra Esquina de las Palabras tendrá como invitado al escritor Juan Cueto-Roig, el 16 de diciembre a las 6:30 pm, en el Café Demetrio.

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