Foto: Delio Regueral
Por Luis de la Paz
Sin lugar a dudas Omar Santana es uno de los grandes caricaturistas cubanos (él prefiere con justo rigor el término humorista gráfico). Los que seguimos sus agudos dibujos en la prensa, de inmediato nos identificamos con la sagacidad del artista, que en unos pocos trazos, teje toda unahistoria, que conmueve, despierta la sonrisa o sobrecoge.
Aunque lo conocemos como humorista, Omar Santana es graduado de la prestigiosa Academia de Bellas Artes de San Alejandro, en La Habana, y ha ilustrado libros infantiles. Tras salir de Cuba en el año 2000, pasó una temporada en España, donde se desempeñó como impresor de serigrafía artística, hasta que se unió a la gran comunidad de exiliados de Miami, donde hoy disfrutamos de su maestría.
1.—¿Qué cualidades tiene que tener un caricaturista?
—Quizás sea más exacto el término humorista gráfico porque caricaturista viene siendo una modalidad, por decirlo de alguna manera, dentro del humor gráfico. De hecho la mayoría de las personas que he visto dedicarse a la caricatura no hace, por ejemplo, gags cómicos, o comics. Lo primero que tiene que tener un caricaturista es la capacidad –y es un don– de ver a la persona ya caricaturizada. Si no –porque todo el mundo no es caricaturizable igual– saber llegar a verla caricaturizada. Lo otro es tener la “mano” o el talento como dibujante. Es un arte que requiere de mucha práctica, de saber sacar por la mano esa imagen “deformada” que se tiene en la cabeza. Existen verdaderos maestros. Pero incluso dentro de esta caricatura hay dos tipos: la caricatura rápida y la caricatura más estudiada. En la primera se tarda, como mucho, quince minutos en hacerla. Y es en la que por supuesto se requiere de una mayor práctica. Además ésta se hace normalmente con la persona delante. La otra es más estudiada y se puede partir de una o más fotos y da la posibilidad de elaborarla y experimentar más. Yo he realizado caricaturas de este tipo pero no continuamente sino más bien de forma esporádica. Me gusta más el dibujo de humor porque es donde de verdad puede uno expresar una idea, ya sea de algo que te interese en el aspecto existencial o como caricatura editorial, que es lo que más he publicado. En esta última es importante estar bien informado porque se trata de “comentar” la noticia de forma dibujada. Hay que resumir la idea en un dibujo con poco texto o incluso sin texto alguno. Pero, además, es un trabajo que se hace contra reloj porque como sabes hoy en día la información o noticia se hace vieja muy pronto. Para el caricaturista editorial lo más importante quizás sea el poder de síntesis. Además del nivel de información que te mencionaba antes, claro. Y sobre todo tener una independencia total de opinión, ser verdaderamente libre. Hay que cuestionar constantemente a los poderosos. El día de mañana, cuando tengamos la suerte de que no exista ya la dictadura en Cuba, los que vengan, sean quienes sean, no van a escapar de mis caricaturas, te lo aseguro.
2.—Muchos de tus dibujos recogen teman sociales y políticos. ¿Consideras la caricatura un arma política poderosa?
—Sí lo es siempre y cuando no se quede en la mera burla a la persona. En primer lugar sería simplista y un facilismo. Una burla, además, no trasmite idea alguna y de lo que se trata es precisamente de expresar algo más complejo y contundente. Lo poderoso del humor es la cantidad de recursos sutiles que te brinda, como la ironía. Soy un amante de la sutileza y es lo que más disfruto. Sin embargo en el aspecto formal creo que el dibujo debe ser simple. El abarrotamiento de cosas –a no ser en algún caso muy puntual y justificado– es innecesario y hasta contraproducente la mayoría de las veces. No se puede pretender decirlo “todo” en un dibujo.
3.—¿Cómo valoras en humor de los cubanos de la isla y los del exilio. ¿Crees que haya diferencias?
—El humor lo lleva el cubano siempre. Lo que pasa, a mi modo de ver, es que en Cuba la misma sociedad te obliga –a casi todos– a estar en la calle, literalmente. La falta de aire acondicionado con un calor desesperante, los apagones, la necesidad de estar “luchando” constantemente fuera de tu casa la comida y todo lo que necesitas, hace que haya un mayor roce de la gente. El vocabulario cambia más rápido y los chistes populares brotan constantemente, no sólo por ese “roce” sino como defensa ante la situación cotidiana tan precaria. Pero en esencia es el mismo.
4.—Estudiaste en la Academia de San Alejandro y al final has desarrollado tu carrera como caricaturista. ¿Hubo alguna razón para ese cambio?
—Cuando tenía doce años ingresé en la escuela vocacional de arte, en Santa Clara. A esa edad, como sabemos, uno no tiene respuestas, sólo preguntas. Yo estaba inmensamente feliz porque me fascinaba pintar y estaba deseoso por aprender. La enseñanza era intensa aunque muy académica. Sin embargo, fuera de los ejercicios de clase hacía caricaturas. No eran ideas de nada, sólo personajes caricaturizados: El guagüero, una vieja, un tipo con pantalones campana –que aún se usaban en aquella época– y un espendrum inmenso… en fin, lo que veía a diario. Ni siquiera se lo mostraba a los profesores, porque allí la caricatura ni se mencionaba. No me perdía jamás –ni me lo perdí nunca mientras viví en Cuba– El DDT, el Melaito y Palante, los periódicos humorísticos que más circulaban en el país. El primer día que salían, ahí estaba yo para comprarlos. Luego viene la etapa de San Alejandro, dónde no sólo continúas la formación académica como pintor, si no que ya entras en el mundo del arte y las ideas. Enfrascado en todo eso no pensaba en la caricatura como fin ni mucho menos, aunque, inevitablemente, muchos de los trabajos denotaban ya una inclinación por el humor en el dibujo en muchas ocasiones. Estaba yo en mi casa de Centro Habana, recién graduado, cuando se me ocurrió una idea, y la realicé, con una figuración y concepto ya de humor gráfico propiamente dicho. Sigue siendo para mí un misterio, pero salió sola, de una manera muy fluida. Todavía hoy sigo recordándolo con cariño, porque aunque siempre hay cambios, tenía la figuración que aún hoy creo que me caracteriza. Y mirándolo en retrospectiva me alegra muchísimo porque no podemos ir contra natura. Para resumir: nunca me lo propuse, salió solo.
5.—Has publicado en el portal Neo Club de Armando Añel, varias caricaturas de figuras del mundo cultural de Miami. ¿Responden a algún proyecto en particular?
—No, hasta ahora. Me gusta de vez en cuando realizar alguna caricatura personal, pero sólo por el simple placer de hacerla. Sin embargo llegó el momento en el que acumulaba unas cuantas y decidí enviárselas (a quién mejor) a mi amigo Añel. Sin embargo seguiré haciéndolas siempre que el tiempo me lo permita. Es, además, un aprendizaje constante, un ejercicio. En la caricatura editorial tienes la necesidad de realizar caricaturas de personajes reales, sobre todo políticos, aunque desde otra perspectiva. Me gusta que se parezcan lo suficiente para no verme en la necesidad de ponerles un cartelito con el nombre. Sería otro elemento más que evito. Pero el fin en este caso es la idea que trasmites en el dibujo, no la caricatura personal en sí. Es un interés personal, de gusto, porque no tengo nada en contra de los que le ponen ese cartelito con el nombre del personaje. Muchos caricaturistas norteamericanos (muy buenos) lo usan. Quizás en algún momento tenga la cantidad suficiente y haga una exposición, o algo así. Quién sabe.
Entrevista publicada originalmente en el Diario Las Américas
Sin lugar a dudas Omar Santana es uno de los grandes caricaturistas cubanos (él prefiere con justo rigor el término humorista gráfico). Los que seguimos sus agudos dibujos en la prensa, de inmediato nos identificamos con la sagacidad del artista, que en unos pocos trazos, teje toda unahistoria, que conmueve, despierta la sonrisa o sobrecoge.
Aunque lo conocemos como humorista, Omar Santana es graduado de la prestigiosa Academia de Bellas Artes de San Alejandro, en La Habana, y ha ilustrado libros infantiles. Tras salir de Cuba en el año 2000, pasó una temporada en España, donde se desempeñó como impresor de serigrafía artística, hasta que se unió a la gran comunidad de exiliados de Miami, donde hoy disfrutamos de su maestría.
1.—¿Qué cualidades tiene que tener un caricaturista?
—Quizás sea más exacto el término humorista gráfico porque caricaturista viene siendo una modalidad, por decirlo de alguna manera, dentro del humor gráfico. De hecho la mayoría de las personas que he visto dedicarse a la caricatura no hace, por ejemplo, gags cómicos, o comics. Lo primero que tiene que tener un caricaturista es la capacidad –y es un don– de ver a la persona ya caricaturizada. Si no –porque todo el mundo no es caricaturizable igual– saber llegar a verla caricaturizada. Lo otro es tener la “mano” o el talento como dibujante. Es un arte que requiere de mucha práctica, de saber sacar por la mano esa imagen “deformada” que se tiene en la cabeza. Existen verdaderos maestros. Pero incluso dentro de esta caricatura hay dos tipos: la caricatura rápida y la caricatura más estudiada. En la primera se tarda, como mucho, quince minutos en hacerla. Y es en la que por supuesto se requiere de una mayor práctica. Además ésta se hace normalmente con la persona delante. La otra es más estudiada y se puede partir de una o más fotos y da la posibilidad de elaborarla y experimentar más. Yo he realizado caricaturas de este tipo pero no continuamente sino más bien de forma esporádica. Me gusta más el dibujo de humor porque es donde de verdad puede uno expresar una idea, ya sea de algo que te interese en el aspecto existencial o como caricatura editorial, que es lo que más he publicado. En esta última es importante estar bien informado porque se trata de “comentar” la noticia de forma dibujada. Hay que resumir la idea en un dibujo con poco texto o incluso sin texto alguno. Pero, además, es un trabajo que se hace contra reloj porque como sabes hoy en día la información o noticia se hace vieja muy pronto. Para el caricaturista editorial lo más importante quizás sea el poder de síntesis. Además del nivel de información que te mencionaba antes, claro. Y sobre todo tener una independencia total de opinión, ser verdaderamente libre. Hay que cuestionar constantemente a los poderosos. El día de mañana, cuando tengamos la suerte de que no exista ya la dictadura en Cuba, los que vengan, sean quienes sean, no van a escapar de mis caricaturas, te lo aseguro.
2.—Muchos de tus dibujos recogen teman sociales y políticos. ¿Consideras la caricatura un arma política poderosa?
—Sí lo es siempre y cuando no se quede en la mera burla a la persona. En primer lugar sería simplista y un facilismo. Una burla, además, no trasmite idea alguna y de lo que se trata es precisamente de expresar algo más complejo y contundente. Lo poderoso del humor es la cantidad de recursos sutiles que te brinda, como la ironía. Soy un amante de la sutileza y es lo que más disfruto. Sin embargo en el aspecto formal creo que el dibujo debe ser simple. El abarrotamiento de cosas –a no ser en algún caso muy puntual y justificado– es innecesario y hasta contraproducente la mayoría de las veces. No se puede pretender decirlo “todo” en un dibujo.
3.—¿Cómo valoras en humor de los cubanos de la isla y los del exilio. ¿Crees que haya diferencias?
—El humor lo lleva el cubano siempre. Lo que pasa, a mi modo de ver, es que en Cuba la misma sociedad te obliga –a casi todos– a estar en la calle, literalmente. La falta de aire acondicionado con un calor desesperante, los apagones, la necesidad de estar “luchando” constantemente fuera de tu casa la comida y todo lo que necesitas, hace que haya un mayor roce de la gente. El vocabulario cambia más rápido y los chistes populares brotan constantemente, no sólo por ese “roce” sino como defensa ante la situación cotidiana tan precaria. Pero en esencia es el mismo.
4.—Estudiaste en la Academia de San Alejandro y al final has desarrollado tu carrera como caricaturista. ¿Hubo alguna razón para ese cambio?
—Cuando tenía doce años ingresé en la escuela vocacional de arte, en Santa Clara. A esa edad, como sabemos, uno no tiene respuestas, sólo preguntas. Yo estaba inmensamente feliz porque me fascinaba pintar y estaba deseoso por aprender. La enseñanza era intensa aunque muy académica. Sin embargo, fuera de los ejercicios de clase hacía caricaturas. No eran ideas de nada, sólo personajes caricaturizados: El guagüero, una vieja, un tipo con pantalones campana –que aún se usaban en aquella época– y un espendrum inmenso… en fin, lo que veía a diario. Ni siquiera se lo mostraba a los profesores, porque allí la caricatura ni se mencionaba. No me perdía jamás –ni me lo perdí nunca mientras viví en Cuba– El DDT, el Melaito y Palante, los periódicos humorísticos que más circulaban en el país. El primer día que salían, ahí estaba yo para comprarlos. Luego viene la etapa de San Alejandro, dónde no sólo continúas la formación académica como pintor, si no que ya entras en el mundo del arte y las ideas. Enfrascado en todo eso no pensaba en la caricatura como fin ni mucho menos, aunque, inevitablemente, muchos de los trabajos denotaban ya una inclinación por el humor en el dibujo en muchas ocasiones. Estaba yo en mi casa de Centro Habana, recién graduado, cuando se me ocurrió una idea, y la realicé, con una figuración y concepto ya de humor gráfico propiamente dicho. Sigue siendo para mí un misterio, pero salió sola, de una manera muy fluida. Todavía hoy sigo recordándolo con cariño, porque aunque siempre hay cambios, tenía la figuración que aún hoy creo que me caracteriza. Y mirándolo en retrospectiva me alegra muchísimo porque no podemos ir contra natura. Para resumir: nunca me lo propuse, salió solo.
5.—Has publicado en el portal Neo Club de Armando Añel, varias caricaturas de figuras del mundo cultural de Miami. ¿Responden a algún proyecto en particular?
—No, hasta ahora. Me gusta de vez en cuando realizar alguna caricatura personal, pero sólo por el simple placer de hacerla. Sin embargo llegó el momento en el que acumulaba unas cuantas y decidí enviárselas (a quién mejor) a mi amigo Añel. Sin embargo seguiré haciéndolas siempre que el tiempo me lo permita. Es, además, un aprendizaje constante, un ejercicio. En la caricatura editorial tienes la necesidad de realizar caricaturas de personajes reales, sobre todo políticos, aunque desde otra perspectiva. Me gusta que se parezcan lo suficiente para no verme en la necesidad de ponerles un cartelito con el nombre. Sería otro elemento más que evito. Pero el fin en este caso es la idea que trasmites en el dibujo, no la caricatura personal en sí. Es un interés personal, de gusto, porque no tengo nada en contra de los que le ponen ese cartelito con el nombre del personaje. Muchos caricaturistas norteamericanos (muy buenos) lo usan. Quizás en algún momento tenga la cantidad suficiente y haga una exposición, o algo así. Quién sabe.
Entrevista publicada originalmente en el Diario Las Américas
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