domingo, 4 de julio de 2010

En la casa de Beby Urbino

Delfín Prats y Alejandro Fonseca, Holguín, 1987

Por Alejandro Fonseca

A través de Róger Salas, tuve noticias de la existencia de un poeta holguinero, que en esos momentos se encontraba deambulando por las calles de La Habana. Pasaron algunos años, y, de pronto, Delfín Prats comenzó a convertirse en noticia. Como a muchos escritores del momento, a este poeta oriundo de la Cuaba, le habían censurado, quemado, archivado, olvidado,etc., Lenguaje de mudos, poemario que obtuviera el premio de poesía "David" de 1968.

Pasaron muchas águilas por el cielo y una bandada de totíes, y un día el bardo, vestido de "animal extraño", reculó a las tierras holguineras. Tal vez, si la alcohólica memoria de aquella época no me traiciona, algunos lo recibimos como un acontecimiento. Ubicada por fin su tarjeta de abastecimiento en "La ciudad de los parques", comenzaron sus días de repatriado. Un tanto inadaptado a la vida cultural bastante árida en la década de los setenta en las provincias de Cuba, de inmediato se hizo parte de un grupo de escritores que, por entonces, se ejercitaban para conformar el grupo más importante de toda la historia literaria de la ciudad de Holguín.

Recuerdo que nos reuníamos en la casa de Beby Urbino. Una casa pequeña,desatendida y colonial, que perteneció a un patriota de las Guerras de Independencia. Pero independencia también teníamos nosotros; jóvenes por entonces, ilusos, deseosos de un día escribir El barco ebrio o irnos todos en una juerga infinita bordeando cualquier orilla del Sena. Pero a gusto tuvimos que conformarnos con las anécdotas de Coco, la sabiduría de Beby y las magistrales opiniones sobre literatura del amigo Alejandro Querejeta.

Por aquella casa mágica de la calle Pepe Tórrez, también anduvo el vértigo poético de Lourdes González, los deliciosos monstruos de Jorge Hidalgo, los primeros pasos culteranos de Marrón, los esperpentos de Carlín, Carlos Tomate, Rodolfo de la Fuente, Orlando Coré, Teodoro Tapia, Manolo Guillén, Manolo Pascual, las conferencias del arquitecto Walter Betancourt, el buen cuentista ya fallecido Pedro Ortiz, la música de Ramiro, en fin, una galería de personajes, que, por diferentes circunstancias de la vida, fue desmembrándose. Algunos murieron, otros viven fuera de Cuba y ya pocos quedan en la ciudad.

De esa época guardo especiales recuerdos. En una ocasión, en medio de aquellas burundales burundangas, como diría R. Arenas, matizadas por abundante cerveza de termo, Delfín alzó la voz pidiendo silencio. De pronto el bardo, retorciéndose, poseído por un patético furor, desde su sillón comenzó a recitar un texto. Al principio quedamos un tanto confundidos con el idioma en que leía. Al terminar la larga lectura con espasmos apasionados, todos eufóricos aplaudimos pensando en la grandeza de Esenin, de Maiakovsky, etc. Pero luego, algunos nos percatamos que el libro que tenía Delfín en las manos era una desvencijada versión, propiedad de Urbino Nates, del Nuevo Testamento en ruso.

Delfín Prats y Alejandro Fonseca, Holguín, 2000

Alejandro Fonseca (Holguín, Cuba, 1954). Poeta. Ha publicado los libros de poesía: Bajo un cielo tan amplio (Holguín, 1986), Testigo de los días (Holguín, 1988), Juegos preferidos (Holguín, 1992), Advertencia a Francisco de Quevedo y otros poemas (Madrid, 1998), Anotaciones para un archivo (La Habana, 1999), Ínsula del cosmos (Miami, 2006) y La náusea en el espejo (Miami, 2009). Reside en Miami.

4 comentarios:

Rolandojorge1955 dijo...

muy buen texto, sabroso en anécdota y lenguaje. deberías escribir tus memorias ale, serían un seguro palo editorial.

SENTADO EN EL AIRE Juan C Recio blog dijo...

Gracias por esta entrega, para conocer la historia de cerca, Delfín Prasts, es un poeta bendecido por Dios. Mil gracias

Belkis Cuza Malé dijo...

Bueno, fui una de los tres jurados que participamos en el Premio David 1968. Los otros dos fueron Miguel Barnet y Angel Augier.
Por primera vez me habían escogido para una tarea semejante, pues siempre de un modo u otro estaba marginada.
Miguel Barnet y yo nos aliamos de inmediato contra Augier para darle el premio a Delfín Prats, a quien yo no conocía, pero del que oí maravillas a través de Miguel. Pero a los dos nos impactó su poesía, fuerte y hermosa. De algún modo influida por los grandes poetas rusos eternos.
Hubo hasta un artículo de Augier en contra nuestra aparecido creo que en Juventud Rebelde. Y por supuesto, intentando desacreditar nuestra selección.
Lo que pasó después con el libro no estuvo bajo nuestras jurisprudencia, pero fue un crimen de lesa cultura que no circulara el libro.
Me alegro ssber de Delfín y de que haya podido sobrevivir al marasmo de la isla.
Bonito artículo, amigo Fonseca. Recordar es vivir.
Gracias y bendiciones,
Belkis

Joaquín Gálvez dijo...

Una buena colaboración de Alex Fonseca. Gracias a Rolando y Juan Carlos por su participación, y a Belkis por contarnos los pormenores en torno a los sucedido en la concesión del premio David a Delfín Prats.

Saludos