sábado, 16 de enero de 2010

Tres poemas de Reinaldo García Ramos


LA CUCARACHA Y EL COCUYO

― ¡Soy horrible! ¡Mira estas patas peludas y estas alas ennegrecidas! Me nutro de inmundicias… ¡soy un asco!
―Pero te quiero ―respondió el cocuyo.
― ¡Jamás podré encender mis ojos y alumbrar la noche como tú! ¡No insistas; déjame!
―Pero tus antenas son suaves y armoniosas. Puedes prever peligros sin necesidad de luz…
― ¡No seas tonto! ¡Moriré aplastada cuando menos te lo esperes!
―Te sabré defender.
― ¡No lo creo! ¡Sólo podrás dar uno de esos brincos ruidosos que tanto te gustan!
―Mis saltos son hermosos, deberían gustarte.
―Sí, son lindos; pero tampoco me podrán salvar, ¡moriré aplastada!
― ¡Pero te quiero! ―respondió el cocuyo.


SABIAS GAVIOTAS

para Orlando González Esteva,
que también a veces las visita

No conocen su fin, no lo presienten;
en la visión rápida del mar reciben
el alimento y la sorpresa
que las hacen huir, mirar
y regresar despacio;
no buscan fe, no se impacientan,
y así su vuelo sin temor prosigue.

Se posan sobre la tibia arena
sin dudar de que exista;
la tocan con sus únicos cuerpos
y no la necesitan;
la abandonan al emprender de nuevo
el recorrido extraño,
y no tendrán que recordarla.

Al atardecer, como cansadas
de demostrarnos su posesión del cielo,
se agrupan sobre la roca humedecida
y se dedican a una serena espera.

¿Qué pueden desear, qué aguardan
mientras la luz del sol poniente las recubre
de un esplendor cálido y rojizo?

Jamás la falta del amor las atormenta.

Si de repente el viento arrecia y las sacude,
entrecierran los ojos y en el mismo lugar
giran un poco, para sentir de frente
la ráfaga salvaje,
para evitar que el mismo aire
que las alzó en su gloria las derribe.


VUELO RADIANTE DEL PELÍCANO

para Germán Guerra

Nadie se atemoriza cuando paso,
les doy sosiego, bienestar,
me miran con placer, van descubriendo
que es posible cruzar y no hacer daño.

Soy el dueño del aire y atravieso el espacio
sin rumbo establecido con mi poder tranquilo,
sin perturbar el día. Apenas muevo
mis alas desplegadas
para avanzar con precisión, sin prisa alguna.

Me deslizo en mi reino. Las nubes me reciben,
se apartan suavemente para darme un camino;
el viento disminuye cuando yo me aproximo
para dejar que mi radiante vuelo
se defina despacio y mi sereno cuerpo gire
para volver de nuevo hacia la calma.

Soy el antiguo y solitario poseedor
de este cielo perfecto.

Debajo están las aguas,
la corriente turbia de los ríos,
los estanques de luz, los lagos tibios,
las costas promisorias del océano;
mi mirada de vez en cuando encuentra
en esos universos su merecido premio,
y desciendo a tocarlo.


Reinaldo García Ramos recibió en 2006 el XI Premio Internacional de Poesía Luys Santamarina-Ciudad de Cieza con su libro Obra del fugitivo, publicado ese año en Madrid por Ediciones Vitruvio. Nació en 1944 en Cienfuegos, Cuba, y terminó estudios de Letras en la Universidad de La Habana en 1978. Perteneció al grupo de escritores El Puente (1962-1964), con el cual publicó Acta (1962), su primer poemario. Desde 1980 hasta 2001 residió en Nueva York, donde trabajó de editor en varios órganos de prensa y fue traductor durante doce años en la Secretaría de las Naciones Unidas. Fue miembro del Consejo de Dirección de la revista Mariel (Nueva York, 1983-1985). Ahora vive en Miami Beach (Florida) y es Editor de la revista de poesía Decir del Agua www.decirdelagua.com, que fundó en 2002. Ha publicado los poemarios El buen peligro (Madrid, 1987), Caverna fiel (Madrid, 1993), En la llanura (Coral Gables, 2001) Únicas ofrendas, cinco poemas (Madrid, 2004) y El ánimo animal (2008), al que pertenecen estos poemas.

Foto: Manuel Bello

3 comentarios:

Anónimo dijo...

...arte de versos, me amenaza a leerlo!

Ernesto G. dijo...

Muy buenos los tres. "Sabias gaviotas" me gusto mucho. Gracias.

La Otra Esquina de las Palabras dijo...

Gracias a Ernesto y al anónimo. Un placer tener a un poeta del nivel de Reinaldo por acá.