lunes, 16 de septiembre de 2013

Cinismo de la poesía


                                             Peter Sloterdijk
 
Por Ángel Velázquez Callejas

En la época (1880) en que José Martí cuestiona ciertos fundamentos de la “filosofía de la Historia”, había pasado más de una década de la publicación de los ensayos de Emerson. En uno de ellos, “El poeta”, se lee la siguiente declaración: “La esencia de la poesía reside en abolir el pasado y refutar toda la Historia”. Emerson acudía a una crítica al cinismo y romanticismo en la literatura, a sabiendas de que éstos podían prevalecer como formas mágicas de realismo historicista.
Cien años después, el filósofo alemán Peter Sloterdijk—desde su monumental libro “Crítica de la razón cínica”, de  profunda visión humanística y elaborado estéticamente a partir de la crítica a la filosofía analítica, en contra de los presupuestos de la razón instrumental, pasando por su “Extrañamiento del mundo”, que dio a luz en 1993 y que produjo un cambio sustancial en su pensamiento, hasta desembocar en los admirables ensayos de las “Esferas” (burbujas, globos y espumas),  cuyos textos aparecieron entre 2000-2005—, asiduo lector de Emerson y Nietzsche, acierta al mirar el mundo desde el espacio y no desde el tiempo. Se trata de cómo la geografía de las palabras se sobrepone a las palabras de la Historia.


Desde luego, la observación de Sloterdijk es interesante: ve el tránsito de la evolución  humana paralizado: del cinismo a la construcción de las más amplias esferas de protección en la vida social y cultural. Del individualismo cínico al colectivismo cívico. El ser humano es hoy, según Sloterdijk, un ser que busca la protección a toda costa y olvida por completo la  esencia de la libertad. Y concluye que sin protección, sin apoyos, el ser humano no podría sobrevivir tal y como sobrevive en la sociedad actual, porque en todas las formas sociales se contiene un substrato embriagador de una sutil significación textual que protege al hombre, que cuida de él. El hombre no acepta andar desde sus pies.


En “Reglas para el parque humano”,  Sloterdijk se detiene con valentía para señalar por su nombre el estado real de la humanidad actual: el hombre es un ser domesticado y condicionado a ciertas tramas de la literatura y el arte. A cierto realismo que no hace más que invocar el cinismo por el cual discurre la Historia.


Es decir, en términos políticos el hombre no podría existir sin la fundamentación de imperios, nacionalidades, naciones, partidos, estados y globalización. En términos sociales, sin filosofías, ideologías,  teologías, religiones, democracias y libertades. En términos culturales, sin historia, narración y poesía. Y todas estas mitificaciones formales parten  de la geografía y la Historia, de la mente que se explaya en la invención de un todo geográfico e histórico como mito.


En este sentido, también existe una esfera de protección muy sui generis en la cultura latinoamericana, sobre todo en la cubana, que surgida en el siglo XIX  se expande hasta hoy  pretendiendo vislumbrar lo que dicen algunos ensayos: se trata de la esfera de la poesía.
Los poetas han tomado el riesgo de convertirse en los más grandes protectores de la cultura latinoamericana; han intimidado a la Historia a tal punto que han asumido ellos el rol de la protección. Es un lujo del arte, de la postmodernidad, porque ya no se cuenta con más poder de enseñanza que la poesía. La Historia ha fracasado y la poesía ha tomado el mando de la domesticación. Claro está, me refiero a la dimensión de la poesía en versos, del poeta que está por cierto reconocimiento dentro de la sociedad. ¿Qué es ese voluminoso estudio, “Lo cubano en la poesía”, de Cintio Vitier? Una obra para protegernos ante la caída del metarrelato de la historia de Cuba.


¿Y por qué esta esfera puede surgir, puede sustituir a la Historia en propósitos convencionales? Porque puede mentir más fácilmente. Puede adornar y decorar una idea sin que prevalezca cierto realismo. Se apoya en la imaginación. Se puede creer las cosas con mayor ingenuidad. Es una poesía del primer tipo, la del ego poético.


Es muy extraño lo que sucede en la actualidad, y no puede ocultarse, pero el mercado  está siendo dominado por una publicidad de “corte poético”; como si en el anuncio de una Coca Cola  se estuviera leyendo “poesía”. Los metarrelatos textuales en la publicidad han ido desapareciendo, a tal punto que los textos publicitarios de hoy son más parecidos a un tono poético que a un discurso contractual. La poesía está siendo negociable. Trátese de implementar una política cultural, o un proyecto cultural, se trata de un negocio que coarta la libertad individual. Estamos siendo enseñados sutilmente por la poesía. Prevalece cierto cinismo en esa protección.


Esta esfera de la poesía, por ejemplo, fue la que atrajo la atención de una de las tendencias culturales más significativas dentro de la cultura cubana: el grupo Orígenes. Todo lo que intentó hacer Orígenes, de un modo u otro, fue proteger la cultura cubana de la espuria historicista: ensayar la idea de que la cultura cubana sería salvada por la poesía, por la vanguardia del grupo  Orígenes, por la poética de la insularidad. Esa era toda la idea del catolicismo lezamiano, proveniente de la idea judía de la llegada del Mesías. Lezama no se mentía a sí mismo, pero creaba sin saberlo una esfera de protección, una invención que se perdía abrumadoramente en la concepción de las eras imaginarias.
Pero al parecer la era del poeta será la última era. ¿Qué sucederá después? Aún no lo sabemos. Pero como esfera, como burbuja, globo y espuma, la era del poeta habrá de desaparecer.

 

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