lunes, 29 de julio de 2013

"Volver" poema terriblemente hermoso



En esta época de tantos y tantos poetas de a tres por un dólar –que abarrotan las revistas virtuales y los ‘egoblogs’– encontrar una voz como la de Magali Alabau es como hallar, y ruego se me perdone lo pobre y gastado de la imagen, un oasis en medio del desierto. Después de un silencio de casi 20 años, Magali publicó en el 2011, Dos mujeres. Ahora regresa a la palestra con Volver (Betania, 2012, con prólogo de Ileana Álvarez), un largo poema de gran aliento que a mí me gusta ver como su reafirmación definitiva en la poesía, pero que es mucho más que eso.

Alabau ha escrito sin proponérselo, quizás sin saberlo, el gran poema del exilio cubano. Lo ha escrito, como era de esperar, con sus entrañas y le ha dolido mucho. Leyéndolo, se siente ese dolor. Casi que se huele, que se palpa. Y busco una palabra que me resuma el tamaño de ese dolor –y el de la pérdida que lo produce–; que abarque ese desgarramiento, esa angustia que hace que una palabra te lleve a la otra, que todas se encadenen y te empujen y te atropellen, proponiendo un ritmo cada vez más vertiginoso, más impetuoso, más acelerado, y así hasta el final, sin catarsis posible. Una palabra que a la vez sea pérdida y recuperación, muerte y vida, y un amor insalvable flotando sobre todo eso, y sólo hallo una. Exilio.

Al volver se recupera el miedo que se creía olvidado. Otra vez ahí está la maleta abandonada que vamos llenando: Tres ajustadores, un par de zapatos, una saya o pantalón, una blusa, un corpiño, un par de medias de señora, un par de calcetines, un pañuelo y nada más. Le echamos una última mirada a la casa donde nacimos, donde crecimos, a un cuadro en la pared que no podemos llevar, a un rincón más memorable que los otros; aquel árbol de enfrente, aquel otro del patio. Los muertos que fueron cayendo y que vamos dejando atrás irremediablemente, primero el abuelo, luego los demás. Irse. Partir. Cualquier palabra de esperanza quedó allá. Como el amor. Miro como tú el paisaje con límites marcados para que ni tú ni yo podamos encontrarnos. Para que la distancia se haga definitiva, se transforme en pérdida. Querer a alguien de lejos, enviar telegramas diciendo yo te quiero, sin atreverme a decir yo te deseo. Irse. Partir. Siempre hay alguien que se va y nunca vuelve. Romper con la rutina, matar la cotidianidad, y en ese otro sitio que ignoramos y que se nos antoja hostil, que imaginamos frío y desolado, reconstruir, o al menos intentarlo, la pérdida. Con ese monedero tan vacío en ese registrar en vano de qué es lo que permiten que me lleve. Me quitaron lo irremplazable. Menos el miedo. Te quiero así, temblando.

Volver no es un libro pensado, fríamente calculado, rigurosamente estructurado. Volver es un libro vivido, sentido, parido. Hermosamente desolado, sacudido por el miedo. Un miedo que sigue ahí, que no se va, y del que sólo saben los que han padecido lo mismo. Es el miedo kafkiano ante la ley, el del inocente que camina descalzo a la orilla del mar, al atardecer, y se siente vigilado. Es culpable porque es inocente. Luego no queda más remedio que escapar, que huir, mientras sea posible. Me fui de la prisión que más quería. Y no hay retorno, porque como escribió alguien alguna vez, un exiliado lo será de por vida y de por muerte. Sólo cabe preguntarse: ¿Quién los llevará mañana hacia la densidad del bosque?

Volver es un libro terriblemente hermoso, en el sentido que Rilke le daba a la palabra, pues, según él, “lo hermoso no es más que el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar”. Casi no se puede tolerar la carga que nos deja Volver, que no es otra que la del exilio, un exilio que para muchos cubanos ya pasa de medio siglo. Hay que, no obstante, darle las gracias a Magali Alabau por escribirlo, que es guardar para la historia y para la posteridad el dolor y el sufrimiento del cubano exiliado.

Alabau reside en Woodstock, Nueva York, desde 1966. Hasta mediados de los años 1980 desarrolló una exitosa carrera como actriz con diversas compañías teatrales, hasta que con Manuel Martín fundó el Teatro Dúo. Más tarde trabajó con Ana María Simo en Medusa’s Revenge Theatre. Ha recibido númerosos premios por su labor, entre ellos la Beca Cintas. Entre sus libros de poesía destacan: Electra, Clitemnestra (1986), Ras (1987), Hermana (1989), Hemos llegado a Ilión (1992) y Liebe (1993).•  

Articulo publicado originalmente en  El Nuevo Herald

El poemario "Volver", de Magali Alabau, se presentara este viernes , 2 de agosto, en la tertulia La Otra Esquina de las Palabras.

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