el Nuevo Herald
Por Sarah Moreno
El escritor, crítico y curador de arte cubano Carlos M. Luis falleció esta madrugada en Miami a consecuencia de un cáncer. Tenía 80 años. Luis, también artista plástico, escribió numerosos prólogos, catálogos y comentarios para muchos artistas cubanos. En la última década colaboró casi todos los domingos en la sección Artes y Letras de El Nuevo Herald.
Con una destacada participación en la vida artística en Cuba en los años 1940 y 1950, Luis (La Habana, 1932) formó parte de una generación de creadores, entre los que se incluye su amigo, el pintor ya fallecido Jorge Camacho, que dejaron su impronta antes de salir al exilio.
Después de salir de Cuba en 1962, Luis residió en Nueva York hasta la década del 1970, donde trabajó en la librería y editorial Doubleday. También en la Gran Manzana, fundó la revista cultural Exilio junto al compositor Julián Orbón, del grupo Orígenes, al escultor Alfredo Lozano, al fotógrafo Jesse Fernández y al poeta Eugenio Florit.
En Miami, Luis creó la galería Meeting Point en la avenida Aragón en Coral Gables, que fue determinante para difundir la plástica cubana en el exilio. Fue además fundador y director del Museo Cubano de Arte y Cultura, que creó un hito en la vida cultural de la ciudad a finales de los años 1980 y principios de los 1990. En esos años se hizo una importante retrospectiva que reunió la obra de maestros de la vanguardia cubana como Amelia Peláez, Carlos Enríquez y Fidelio Ponce.
En literatura, Luis fue un profundo conocedor de la obra de José Lezama Lima y del grupo Orígenes, con los que mantuvo una afinidad creativa y además les dedicó importantes reflexiones sobre su obra. Ya en sus últimos años en Miami profundizó su amistad y sus discusiones literarias con el escritor también fallecido Lorenzo García Vega.
“Carlos fue una figura fundadora dentro de la plástica del exilio. No solo hizo una de las primeras galerías que tuvo repercusión internacional, sino que expuso la obra y trajo a artistas cubanos que residían en otros países”, dijo el artista plástico y crítico Aldo Menéndez, recordando la labor de divulgación de Luis de la obra de pintores residentes en París como el mismo Camacho, Gina Pellón y Joaquín Ferrer, y de Mario Carreño, en Chile.
“De domingo en domingo ha puesto al día a los lectores sobre nuestra plástica”, añadió Menéndez, que tuvo “el honor” de compartir la primera exposición personal de Luis, Archaeological Findings, en la galería Durban Segnini, en el 2002.
Autor de El oficio de la mirada (Ediciciones Universal, 1998), libro de ensayos fundamental sobre la cultura y la pintura cubana, Luis escribió también extensamente acerca del movimiento surrealista y sus derivaciones. A su muerte deja listo para publicación un volumen sobre los surrealistas.
“El cultivó la pintura poema, el collage y el fotomontaje a la manera de los surrealistas”, precisó Menéndez, que cuando lo visitó el miércoles en su casa vio que la preocupación fundamental de Luis era recordarle que dejaba terminado un comentario crítico sobre Salvador Dalí y otro sobre Mario Carreño, con motivo de su centenario.
Cortesía: El Nuevo Herald
Con una destacada participación en la vida artística en Cuba en los años 1940 y 1950, Luis (La Habana, 1932) formó parte de una generación de creadores, entre los que se incluye su amigo, el pintor ya fallecido Jorge Camacho, que dejaron su impronta antes de salir al exilio.
Después de salir de Cuba en 1962, Luis residió en Nueva York hasta la década del 1970, donde trabajó en la librería y editorial Doubleday. También en la Gran Manzana, fundó la revista cultural Exilio junto al compositor Julián Orbón, del grupo Orígenes, al escultor Alfredo Lozano, al fotógrafo Jesse Fernández y al poeta Eugenio Florit.
En Miami, Luis creó la galería Meeting Point en la avenida Aragón en Coral Gables, que fue determinante para difundir la plástica cubana en el exilio. Fue además fundador y director del Museo Cubano de Arte y Cultura, que creó un hito en la vida cultural de la ciudad a finales de los años 1980 y principios de los 1990. En esos años se hizo una importante retrospectiva que reunió la obra de maestros de la vanguardia cubana como Amelia Peláez, Carlos Enríquez y Fidelio Ponce.
En literatura, Luis fue un profundo conocedor de la obra de José Lezama Lima y del grupo Orígenes, con los que mantuvo una afinidad creativa y además les dedicó importantes reflexiones sobre su obra. Ya en sus últimos años en Miami profundizó su amistad y sus discusiones literarias con el escritor también fallecido Lorenzo García Vega.
“Carlos fue una figura fundadora dentro de la plástica del exilio. No solo hizo una de las primeras galerías que tuvo repercusión internacional, sino que expuso la obra y trajo a artistas cubanos que residían en otros países”, dijo el artista plástico y crítico Aldo Menéndez, recordando la labor de divulgación de Luis de la obra de pintores residentes en París como el mismo Camacho, Gina Pellón y Joaquín Ferrer, y de Mario Carreño, en Chile.
“De domingo en domingo ha puesto al día a los lectores sobre nuestra plástica”, añadió Menéndez, que tuvo “el honor” de compartir la primera exposición personal de Luis, Archaeological Findings, en la galería Durban Segnini, en el 2002.
Autor de El oficio de la mirada (Ediciciones Universal, 1998), libro de ensayos fundamental sobre la cultura y la pintura cubana, Luis escribió también extensamente acerca del movimiento surrealista y sus derivaciones. A su muerte deja listo para publicación un volumen sobre los surrealistas.
“El cultivó la pintura poema, el collage y el fotomontaje a la manera de los surrealistas”, precisó Menéndez, que cuando lo visitó el miércoles en su casa vio que la preocupación fundamental de Luis era recordarle que dejaba terminado un comentario crítico sobre Salvador Dalí y otro sobre Mario Carreño, con motivo de su centenario.
Cortesía: El Nuevo Herald
No hay comentarios:
Publicar un comentario