LA
OTRA ESQUINA DE LAS IMÁGENES
Por Javier Iglesias
Ya tengo más de un año – el tiempo desconoce
los deseos – en esta ciudad de insólitos adjetivos. Aquí he encontrado amigos
de unos ayeres, que parecen tan lejanos, donde para soñar bastaba una guitarra,
un poema y un poco de ron. También he conocido a otros, que serán para toda la
vida. Entre estos últimos se encuentra Joaquín Gálvez, poeta, escritor, periodista y promotor cultural de los más
reconocidos en esta aldea que amanece con un ojo en el futuro y el otro en
aquellas cuatro letras, que aún dividen.
Joaquín – tiene el mismo nombre del
protagonista de uno de mis docudramas – me invitó a pasar, dos de ellos.
Escritos, filmados y producidos en Brasil,
en: “La Otra Esquina de las Palabras”, espacio que mantiene estoicamente
a 3 años en la bella Coral Gables – lugar que me recuerda a Madrid -
Acepté, sin pensarlo, aunque sabía que
correría, en el mejor de los casos el riesgo de no ser entendido. Recuerden que
los filmes están hablados en el idioma de Camões, un arma de doble filo, por
parecerse tanto al nuestro.
El viernes 28 de septiembre de este año fue
la función, todo transcurrió tranquilo, a no ser por la fiesta particular que
se organizó en la última de las mesas, con botellas escondidas en las bolsas –
arriesgado la continuación de ese espacio - y pleitesías rendidas a la
caricatura pasajera, de alguien que insisten en imitar al frágil intelectual,
que declaró tener mucho miedo a lo que su pésimo imitador defiende. Este
inconveniente se ha convertido en algo rutinario, en una ciudad de limitados
espacio para los que se aproximan de la vida cultural con el ánimo de
socializar más allá del objetivo primordial del evento.
Me he desviado un poco del tema principal,
pero era necesario hacer esta alerta a los frecuentadores habituales, recuerden
que los cantos de sirenas, no llevan a ningún lugar.
Volvamos a la noche donde las imágenes
sustituyeron a las palabras. Gálvez me pidió que escribiese un poco de lo que
conté esa noche sobre la realización de los mismos, para acompañar las fotos
que pondrá en su blog.
“O
Comendador”, el primer filme, apareció en mi vida acompañado de unas
caipirinha. Fue Armando Lacerda, quien en medio del churrasco me propuso que
escribiese el guión que él no conseguía terminar, basado en la historia real de
Joaquim Alves de Oliveira. No sé si fue por el efecto del más típico de los
tragos brasileiros o por el deseo incubado a muchos años de querer hacer cine,
que acepté, sin pensar en las consecuencias de esa respuesta. Investigue
durante 15 días en Pirenópolis, en el interior de Goiás, lugar donde todo
sucedió, después al regresar a Brasilia, estuve varias semanas leyendo todo el
archivo de Lacerda, sobre el personaje.
Con toda la investigación realizada, me senté
a escribir el guión que estuvo listo, después de algunas revisiones en más o
menos un mes. Este docudrama, obtuvo el Primer Premio en el Festival de
Internacional de Cine de Sao Paulo, y en el de Brasilia, además de varias
menciones en otros festivales como el de Rio de Janeiro, Gramado, etc.
El otro que pasó fue: “O Futuro e Eu”, creo
que este es un ejercicio, de agradecimiento a la brasiliedad que
nunca me abandonará. Al llegar a Brasilia, sentí como si me encontrase en
Alamar – y todo habanero sabe lo que eso significa – con el agravante de la
ausencia del mar. No me gustó esa desértica – y no es solo por la geografía -
ciudad, le faltaba el embrujo de La Habana, la nocturnidad de Sao Paulo, y las
playas cariocas.
A los poco, descubrí la urbanización de Lucio
Costa, los monumentos de Oscar Niemeyer, que para mi asombro, había nacido en
el mismo mes y año, de otro artista futurista, y también comunista – nadie es
perfecto – pero con un destino más trágico, a partir de esa similitud, se me ocurrió
hacer un videopoema, usando la poesía de Vladimir Mayakovski y
los monumentos de Niemeyer. Ese fue el primero que vieron la noche del 28.
No quiero terminar este texto sin agradecer
una vez más la presencia de todos ustedes, y en especial la paciencia y el
empeño de María Augusta Montealegre
Denueda, Francisco Larios – que nos prestaron el proyector – y de
Joaquín Gálvez, deseándole que por el bien de la ciudad su lugar nunca dejé de
ser, aquella esquina de Coral Gables, poblada de palabras.
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