J.G.:
Comencé a escribir cuando tenía 14 años, porque sentí la necesidad de
expresarme por medio de la escritura. Lo primero que intenté hacer fue una
novela, pero no terminé de escribirla ya que descubrí en la poesía mi verdadera
vocación literaria. Desde luego, la vocación es tan sólo un llamado, pues el
verdadero escritor debe someterse a los rigores del oficio, es decir, a la
obtención de un conocimiento profundo, que sólo se logra a través de la lectura.
Pienso, pues, que escribir es un acto de placer, pero que, a su vez, entraña un
grado de conciencia estética por parte del escritor, cuya búsqueda termina
convirtiéndose en hallazgo en los ojos del lector.
R.M.: ¿Origen de libros tales como
El viaje de los
elegidos y
Trilogía del paria?
J.G.: Estos dos
libros, al igual que mi primer poemario, Alguien canta en la resaca, fueron
escritos en épocas y circunstancias diferentes; sin embargo, están imbricados
por el tema del viaje. Y no hablo solamente del viaje geográfico, sino, además,
del metafísico en ese territorio interior que se forma a medida que se adquiere
una cosmovisión en el tiempo y el espacio que nos toca. En mis tres libros
publicados está presente mi experiencia en los lugares en que he vivido, llámese
La Habana, New York-New Jersey o Miami, los cuales se integran a un espacio y a
un tiempo mayor: el universo humano y su atemporalidad.
Alguien
canta en la resaca es un poemario que se inicia con dos poemas que
evocan mi infancia y adolescencia. Luego se produce una ruptura con el medio y
sus circunstancias, razón por la que abandono mi país y la experiencia exiliar
pasa a ser el espacio protagónico de mi quehacer poético.
El viaje
de los elegidos, lo considero mi libro más logrado en lo que
respecta a unidad temática. En el mismo predomina un tono filosófico y la vida
es el territorio donde transcurre el viaje. Mi último poemario,
Trilogía del paria, es un paradigma de la dispersión
que me ha tocado vivir, pues lo conforman poemas escritos en tres décadas y
geografías diferentes. Varios de estos poemas, sobre todos los escritos en Cuba,
estuvieron engavetados durante años. Pero gracias a la duda que me embargó
entregarlos a la imprenta a esa temprana edad, la madurez que otorga el tiempo
se encargó de decidir su publicación.
R.M.: ¿Cómo
describirías tu proceso creativo?
J.G.: Hubo un tiempo en
que escribir poesía era para mí una posesión –divina y diabólica-, algo que
también se llama inspiración; muy productiva, por cierto, pero, al mismo tiempo,
peligrosa, ya que bajo su influjo solemos enamorarnos de un texto determinado.
Más tarde comprendí que la inspiración, con la misma intensidad que nos permite
escribir a borbotones, también nos puede embaucar con un escrito desigual. En la
actualidad, sin prescindir completamente de la inspiración, existe un proceso de
creación más consciente, el cual me permite identificar cuando un poema ni
siquiera merece ser terminado.
Soledad y
multiplicidadR.M.: ¿Cómo supera los malos
momentos de bloqueo o página en blanco?
J.G.: Cada vez que
caigo en esos bloqueos, me siento como si me faltara un órgano vital ante la
página en blanco. Entonces, acudo a mis lecturas preferidas, a esos poetas que
forman parte de mi antología personal. Camino por la ciudad, voy al mar, hurgo
en la memoria, hago apuntes, etc. Pues a la poesía hay que provocarla, y para
ello el poeta debe ser la musa de las musas. La escritura se gesta en un espacio
vital e intimo, el cual puede ser invadido por la rutina, el tiempo ajeno, los
ruidos y otros usurpadores postmodernos. El escritor debe velar por la
privacidad de ese espacio: su templo sagrado
R.M.: Para
Pessoa su ser “participaba de todos los hombres (…) una suma de no-yos
sintetizada en un yo postizo. ¿Y para Ud.?
J.G.: Creo que el
escritor tiene la virtud de apoderarse de otras vidas, de recrearlas e
incorporarlas a su yo creativo. En el manifiesto surrealista, Breton consigna:
“Imaginación lo que más me gusta de ti es que tú no perdonas”. La literatura es
un espacio único donde se permite abolir las fronteras, al menos, las del
imaginario creativo. La literatura, y el arte en general, corrobora y expone esa
realidad oculta que es la multiplicidad del yo participando en un solo
individuo, tal como lo hizo Pessoa con su heterónimos y Borges en su afán de
poseer la otredad con personajes reales y ficticios, para así ser “ese hombre
que es todos los hombres”.
OficioR.M.: ¿Consejos
para escritores de (novela/poesía/o ambas)?
J.G.: Escriba,
corrija, edite, pero no se apresure y destruya de inmediato la página escrita.
Si no considera publicable un texto, guárdelo y póngalo a descansar por un
tiempo. Revíselo de nuevo, tal vez sobreviva alguna frase germinadora de un
texto diferente. No sea triunfalista con lo que escribe, dude y pula –sin caer
en la obsesión correctora de Juan Ramón Jiménez-, pero no aborte el texto
echándolo a la basura; dele un tiempo antes de declarar su
sentencia.
R.M.: ¿Qué es preciso evitar en
literatura?
J.G.: Entre otras cosas, es preciso evitar la
imitación y la falta de autenticidad. Es preferible fracasar con criterio, que
adulterar nuestro ser creativo en busca de reconocimiento crítico y aceptación
popular. Existe en este aspecto dos tendencias entre los escritores: la que
quiere fama y supedita su talento a cierta moda literaria -por lo general,
comercial e intrascendente-, y otra en la que el escritor adopta un estilo que
no le corresponde para obtener el beneplácito de cierta élite o grupo.
Identificaciones de la
literaturaR.M.: ¿Es la escritura una salvación
ante la neurosis y la locura?
J.G.: Freud, que dedicó su
vida al estudio del subconsciente, reconoció en la labor creativa un método
eficaz de curación, pues, al entregarnos a la misma, podemos olvidarnos
sanamente de nosotros mismos. La escritura facilita que la energía mental,
lastrada por los traumas y su galería de fantasmas, se transforme en algo
productivo. El arte y la literatura subliman sentimientos que, de otra forma,
pudieran resultar en realidad trágica. En la creación artística es donde único
la locura se puede volver cuerda, pues lleva el sello de la belleza. No cabe
duda que en La metamorfosis sale a relucir la personalidad neurótica de Kafka.
Otro ejemplo es el de Virginia Woolf, una escritora que sufría de trastornos
maniaco-depresivos, o bipolaridad, y que, sin embargo, logró construir todo un
universo literario a partir de su experiencia personal.
R.M.: ¿Qué coordenadas encuentra entre sueño, filosofía
y escritura?
J.G.: Creo que la literatura es el catalizador
donde convergen sueño y filosofía. Los sueños, como parte de de esa realidad
etérea que transcurre en nuestro subconsciente, afloran en el proceso de
creación, a tal punto que pueden desenmascarar al escritor. Gracias al sueño
existe la literatura mitológica y la fantástica. El movimiento surrealista es el
sueño hecho escuela o método de creación. Con respecto a la filosofía, la misma
está presente de alguna forma en toda obra literaria, así sea en sus bordes. A
diferencia del filósofo, el escritor no se propone encontrarle solución a los
problemas de la existencia humana, pero sí plasma su visión de la vida, la cual
no está reñida con la filosofía.
R.M.: ¿Qué relaciones
encuentra entre escritura, sexo y placer?
J.G.: La escritura
y el sexo son dos placeres diferentes; pero si hay que encontrar simetrías, te
diría que en la historia de la literatura el sexo siempre ha sido un tema
recurrente, aun cuando no esté expuesto gráficamente como suele hacerse en la
actualidad. En La
Ilíada, la guerra de Troya la causa
la libido de Paris, cuya fuerza destructiva anula la razón para que se lleve a
cabo el rapto de la bella Helena. Edipo es culpable por inocente como
consecuencia de una relación incestuosa con una mujer que desconocía que era su
madre. Don Juan, arquetipo literario del mujeriego, encuentra el verdadero amor
en una de sus andanzas sexuales. Por otra parte, existe una literatura en la que
el sexo es la órbita en torno a la cual gira una obra, también llamada
literatura erótica. Ejemplos de este tipo de literatura son las obras
del Marqués de Sade, D.H. Lawrence, Henry Miller, Anaïs Ninn, etc. La escritura
no es un orgasmo, pero si una catarsis por donde fluye la fuerza instintiva del
sexo.
R.M.: La rapidez del cinematógrafo y de la
internet… ¿cómo vincula este mundo de imágenes con la literatura? ¿Hay una
crisis de la palabra?
J.G.: La postmodernidad, que se
caracteriza por el alto desarrollo tecnológico, es la expresión misma de la
imagen a través de medios visuales como la televisión, el cine y el internet.
Creo que la imagen, aunque sea una herramienta de aprendizaje, jamás podrá
bucear en las interioridades del ser humano con la misma profundidad con que lo
hace la literatura. Por eso, cuando vemos una película basada en una novela, nos
deja casi siempre esa sensación de lo inconcluso. El internet ha ayudado a
economizar los gastos del material literario impreso, como lo demuestran los
blogs y las revistas digitales; aunque considero que el libro es el
objeto idóneo para realizar esa experiencia única que es la lectura. Quien
pierda el contacto con la palabra escrita, también perderá el contacto consigo
mismo.
Sin
lenguaR.M.: Al llegar a EE.UU donde la lengua
principal es el inglés: ¿cómo enfrentó el hecho de haberse quedado “sin
lengua”?
J.G.: Cuando llegué a los Estados Unidos me
encontraba en una etapa de efervescencia creativa, la cual se interrumpió por un
tiempo, debido a que tuve que enfrentar mi nueva realidad, y para ello era
necesario aprender el idioma de este país. No obstante, creo que el hecho de
haberme quedado mudo por un tiempo, es decir, de haber interrumpido mi labor
creativa mientras me dedicaba a aprender inglés y a sobrevivir realizando
diferentes trabajos, me sirvió para nutrirme de nuevas vivencias y lecturas. En
efecto, el conocimiento del idioma inglés y el haber estudiado en universidades
de Estados Unidos me han permitido leer y estudiar la obra de escritores y
poetas de habla inglesa, que es como quedar a salvo de las precariedades de
ciertas traducciones. Sin duda, todo esto me ha resultado harto beneficioso, aun
cuando la escritura literaria sólo la ejerza en mi lengua materna.
R.M.: ¿Cómo define el “exilio” un escritor, es decir,
una persona acostumbrada a vivir diferentes exilios e inxilios, incluso, en su
propia tierra?
J.G.: El exilio para mí ha tenido diversos
rostros. He conocido el exilio en el sentido estricto de la palabra al vivir esa
escisión que se produce cuando abandonamos el país de origen y nos vemos
obligado a pasar por un proceso de asimilación cultural en suelo foráneo. Por
otra parte, opino que el exilio ha rescatado a muchos cubanos que tuvieron que
vivir un inxilio en la Isla, donde eran verdaderos parias a causa de las
imposiciones del régimen totalitario. Desde esta óptica, el exilio ha sido una
experiencia enriquecedora para mí. Gracias al exilio he podido leer y escribir
lo que he querido, así como viajar y conocer personas de diferentes latitudes.
Otro rostro del exilio es el que entraña la condición de escritor, la cual te
convierte en un eterno inconforme y en un habitante de una realidad aparte, no
importa donde estés. Coincido con Octavio Paz cuando dice que “el poeta siempre
es un exiliado”.
R.M.: ¿Cuáles son los síntomas y
gestiones de la literatura hispanoamericana (y cubana, claro) en el Siglo XXI?
¿Cuáles para la literatura Latina en USA?
J.G.: La
literatura hispanoamericana actual se mueve en diferentes direcciones. Existe
una nueva generación de narradores latinoamericanos que se ha apartado, para
bien suyo, del acendrado realismo mágico y cuyas obras muestran una gama de
temas, tales como el realismo social y sucio, el esoterismo y la espiritualidad
de la nueva era, así como una vuelta al género policiaco y fantástico. Claro
está, la diversidad temática no significa que predomine la calidad, pues, de
hecho, las grandes editoriales hispanoamericanas publicitan mucha literatura
prescindible. En el caso de la literatura cubana, el peso de la realidad se ha
impuesto y existe una tendencia a dar testimonio de la misma con un relato que
se confunde en muchas ocasiones con la crónica periodística. Por supuesto,
existen escritores cubanos que han sabido sacar provecho de esa realidad
haciendo verdadera literatura. Con respecto a la literatura de escritores
latinos que escriben en inglés en los Estados Unidos, me parece lamentable que
el tipo de literatura que más se divulgue sea aquella en la que predomina el
aspecto étnico, algo que nos reduce a meros seres exóticos en la mirada del
lector norteamericano.
R.M.: ¿Una pregunta que siempre
le haya martillado…? ¿Una posible respuesta para la
misma?
J.G.: En un mundo dominado por la imagen fílmica y el
internet, y en el que los lectores escasean, incluso los de narrativa, cabe
preguntarse, ¿para qué y para quién escribimos poesía? La respuesta la di en un
haiku: “Léase o no haiku, aún gozo este juego de lo infinito”.
Antes de
terminarR.M.: ¿Por qué el bitácora
La otra esquina de las
palabras? Háblenos de su gestión como promotor cultural
J.G.: Durante todo este tiempo que he vivido en Miami, me
he cansado de escuchar que esta ciudad es un páramo cultural, cuando en ella
viven en la actualidad una gran cantidad de escritores y artistas talentosos de
Cuba y otras nacionalidades latinoamericanas.
La Otra Esquina de las
Palabras (tertulia) es otro espacio cultural alternativo, que se ha
propuesto mostrarle al público miamense, interesado en la cultura, el talento
local con el que cuenta. La gestión individual en Miami, tal como lo hizo Manny
López en
Zu Galería, por ponerte un
solo ejemplo, es la que está consiguiendo que Miami se libre de ese estigma que
no le pertenece. No obstante, es también necesario que estos proyectos
trasciendan la duración de un chispazo y logren cierta permanencia. Al igual que
la tertulia, el
blog La Otra esquina de las
palabras es un espacio de promoción literaria y cultural, un muestrario
de diversidad creativa, que sólo toma en cuenta la calidad de la obra.