viernes, 8 de junio de 2012

Un poema de Jorge Posada



BALADA DEL ARTISTA MALDITO


MI AMIGO NICOLÁS Lara
afirma que es un hombre

que ha vivido la Historia.

Que es una persona de baja escolaridad.
Le gusta decir: “Soy negro, poeta y

                      (pintor a la deriva”.
Luego pone cara de pillo malo y se echa a reír.


Nicolás Lara, mi amigo,
el Thelonious Monk de 23 y 12;

obsesionado por las víctimas de Stalin;
al que le encantan las películas de Tarkovsky;

me contó que se salvó de la desdicha
cuando encontró a Marta —su Emily Dickinson—

mientras escuchaba a Orlando Contreras
                           (cantando En un beso la vida.


Mi amigo Nicolás,

amante desamparado de la Kuchilán,

                   (la Inguanzo, la Safille;
loco dichoso de los labios entreabiertos de las niñas;

discípulo feroz de Jesse de los Ríos;
fiel seguidor de los desperdigados artistas cubanos;

es admirador incondicional de Yarini, Tongolele
                                    (y Walterio Carbonell;

socio del mejor lector de William Carlos Williams,
de Madrigal con su gorra del Cincinnati,

del poeta Hurtado,
del Primitivo de K,

de la musa Sara Calvo

y de los poetas y pintores muertos
que todavía no están muertos.


Dice que sueña con mujeres de vainilla y chocolate
y que sus bollos

son otoños lánguidos que se desvanecen entre los barquillos.


Me consta que ha leido a Ilya Ehrenburg, a Pablo de Rokha
                                                         (y a Jack Kerouac.

Que no soporta ningún deporte.

Que le gustan Mozart y Chano Pozo.

Que se ha sentado entre los acusados.



Nicolás no juega a la ruleta rusa,
pero la respeta,

se desliza entre libros, lienzos y duendes

y pinta las tristezas y alegrías del mundo

como si fueran conciertos sin territorios,
putas de divinos colores.



Puede empingarse con la patria,
pero su corazón de nigeriano altivo

es tan dulce como las matas de gardenia.

Confiesa que le gusta el guarapo, las frituras de malanga
                                          (y la yuca con chicharrones.

Deja entrever —siempre misterioso— que tiene santo hecho.
Y muchos creen que nació en Alejandría,

en la misma casa donde vivió Constantino Kavafis,
aunque yo sé

que fue debajo de una ceiba de Hamburgo.


Nicolás es escatológico y habla hasta por los codos.
Pero no hay que creerle mucho,

sino observarlo bello, henchido de sospechas,
                                                (hombre a todo;

gallardo y lujurioso como un cisne
cuando espera a su hembra en las noches de eclipse.


Porque a fin de cuentas
mi amigo Nicolás Lara

no es un infiltrado de la Seguridad
ni un agente de la CIA

—como le gusta insinuar—
sino un artista del trapecio,

un perseguidor de pesadillas
que sobrevive a las resacas de los cazadores, al peso de

                                                           (los rascacielos
y a las judías de Brooklyn con sus largos vestidos oscuros

mientras preparan el sabbath.


Su idioma ha sido siempre saborear
la húmeda conversación de las bibliotecas.


Sus esperanzas respirar el crujiente pan de las mañanas.

El mar ha sido su mejor cómplice.

Y tiene un tierno pacto con el Diablo porque todo lo que toca

lo convierte en arte.



                                            Lunes, 23 de abril de 2012.

1 comentario:

JAF dijo...

Excelente poema. No conocía la poesía de Posada, es de lo mejor que he leído últimamente.
JAF