Por Rodolfo Martínez Sotomayor
Para
la celebración del quinto aniversario de Teatro en Miami Studio, su director
Ernesto García ha elegido la obra Medida
por Medida de William Shakespeare; una acertada selección. Por supuesto,
tratándose de Ernesto no es de extrañar que veamos una versión muy personal llamada Diente
por Diente, haciendo alusión a la ley del Talión aparecida en el Éxodo
veterotestamentario ¿Qué? Me quedó pretencioso, ¿no?
Para
aquellos que gusten de largas monsergas semiacadémicas con el origen, la
etimología, las fuentes precisas y un largo etcétera, les diremos que se trata
de una comedia publicada en 1623, aunque en la actualidad se torne difícil
encasillarla en un género. Según los entendidos, la fuente es una obra en dos
partes de George Whetstone, titulada Promos y Cassandra (1578). También tiene cierta
influencia de la pedantesca tragedia latina de Claude Rovillet Philandia
(publicada en 1556). En fin, un drama, que como en muchas otras obras
del autor o “copión inglés” William Shakespeare (según la última versión
cinematográfica sobre su vida llamada Anonimous),
toma prestado de aquí y de allá para escribir una pieza que trata sobre la
relación de los hombres con el poder, la aplicación de la justicia, la moral y
la ley. Una especie de sátira política, religiosa y sexual. Nada, que en este toma de quien no te dio
histórico, y teniendo en cuenta que no hay nada nuevo bajo el sol, bien podría
decir Ernesto que se trata de una obra de su autoría con ciertas lejanas
influencias. ¿Con qué moral se iba a protestar? ¿Acaso sólo a los clásicos se
les perdona?
La
sinopsis del original es simple: una ciudad gobernada por un duque que desea
abandonar sus funciones por un tiempo y ser reemplazado por el severo juez
Ángelo. Un joven noble, llamado Claudio, es castigado, ya que dejó embarazada a su novia
antes de la boda. Su hermana Isabel, una
atractiva novicia, le implora piedad a Ángelo, quien trata de tomar ventaja de
la ocasión para negociar el perdón a cambio de los favores sexuales de la
novicia. Al final, el regreso del duque obliga a romper todos los planes.
Después
de esta larga introducción, he de personalizar mi opinión hasta la médula, creo
que Ernesto García mejoró la pieza. Y es que al contextualizarla, le confirió
valores adicionales que tal vez en tiempos de Shakespeare no se entenderían,
pero ahora, ocasionan risa al espectador: con juegos de palabras, doble sentido
de buen gusto y una hilaridad más a tono con nuestros tiempos. Las sentencias filosóficas hacen que no se
trate de un simple espectáculo de evasión. Ya Ernesto, nos tiene acostumbrados
a ejercitar las neuronas mientras sonreímos. Una sutil y efectiva manera de
elevar el espíritu: Risa y reflexión. Así son sus comedias, o así las veo yo.
Pareciera que el joven dramaturgo y director (lo de joven no lo quito, ya que
tiene mi edad) hubiese puesto en una licuadora de la imaginación, elementos del
teatro bufo, de la picaresca española y por supuesto, con su probada capacidad
de innovación nos regalara un personaje como Chucho. Anniamary Martínez ha
tenido la oportunidad de incursionar en esa difícil caracterización, por
aquello de que es más difícil hacer reír que llorar y ha salido airosa. Además,
se trata de Chucho y no Chucha, por lo que la joven actriz (y sigo con lo de
joven, aunque ella sí lo es) con el rigor de interpretación, requerido para
Chucho, ha tenido que actuar dos veces (¿Esto se entenderá?). Vaya que ha
tenido que interpretar a su vez otro sexo además del personaje. Con la
ingeniosidad y el dominio de la escena de Anniamary, tanto ella como Chucho,
cautivan, atrapan al espectador.
En
la pieza se disfruta la inclusión de aspectos cotidianos, con una mixtura
perfecta, donde hasta el Ai Se Eu Te Pego
de Michel Teló, roza ligeramente por un parlamento. Ángel Lucena interpreta a
Lucio con dinamismo. Lucio es un arquetipo de la maledicencia, un mal
omnipresente, que deriva en adicción. En el decir del personaje: el vicio de
hablar mal de los otros. Osvaldo Strongoli en el papel del Alcalde se
desplaza con una naturalidad por la escena, con un dominio de su oficio actoral
que convence.
El
Alcalde es quien pone a prueba a Ángelo, una necesidad de manejar los hilos del
poder con la capacidad de ser justo. Fernando
Goicochea, como el Carcelero y Bernardo Bernal, como el Cura y Dimitri,
tienen una notable actuación.
Nirma
Necuze es Mariana y Tres palitos, este último papel lo interpreta con gracia,
desde el recibimiento en la puerta a los espectadores, junto a Chucho y Sobrecogida
(Sandra García).
Decir
que Sandra García se destaca con una actuación magistral es pura redundancia,
vaya, casi un lugar común. Un crítico que no quiera repetirse debería pedirle
que por favor, actúe mal un día para sentenciarla, condenarla, en fin decirle
algo diferente. Sandra es una actriz que no deja de sorprender. Sus personajes
se impregnan en el recuerdo de la obra por esa fuerza vital, ese movimiento
escénico preciso que entrega. Su imaginación e ingenio, se manifiestan desde el
recibimiento al público. Allí comienza su actuación.
Simone
Balmaseda interpreta a Doña Remigia, un difícil rol, del que sale airosa con
sutil desempeño. Oneysis Valido encarna a Isabel, la novicia, ella cuestiona
“qué sentido tiene el poder sin la clemencia”, pero es a su vez el idealismo
que prefiere el dolor a las concesiones con sus preceptos morales. Oneysis
Valido realiza una espléndida actuación con un movimiento escénico de
experimentada actriz. Es agradable asistir a la madurez de un actor en el
escenario, y éste es el caso de Carlos Bueno interpretando el personaje de
Claudio. Lo cual demuestra que Teatro en Miami Studio, también ha sido una
especie de ¿severa escuela? para los actores. Las dos últimas actuaciones de
Carlos legitiman el método, sea cual sea, por aquello de que lo importante es
el resultado. Nada Carlos: Sigue resistiendo, que la aprobación de críticos y
público lo merece. Es una pena que un buen actor como Lian Cenzano, al menos en
el segundo día de presentación, al cual asistí, no haya estado por momentos a
la altura de la gestualidad requerida por su personaje Ángelo. Un desnivel que
teniendo en cuenta su experiencia y proyección en escena debe de haberse
corregido en próximas funciones. Eso espero.
Uno
de los tantos aciertos de esta pieza sobre la doble moral, un “balance entre
benevolencia y perversidad” como nos dijera su director; es el hacer al público
partícipe de la misma. Con las lunetas preparadas en forma triangular, con una
ancha pasarela en su centro por donde se desplazan los actores, somos en un
instante parte de ese pueblo, masa que vitorea cuando quiere repudiar. Yo no sé
si esa suspicacia de Ernesto García juega con nosotros como parte de esa doble
moral que se condena, pero haya sido o no su propósito, bien pudiera llevarnos también
a cuestionarnos nuestras relaciones con el poder. Un magnífico trabajo de luces
de Ernesto García complementa la pieza. Su precisión no parece dejar escapar
ningún detalle, todo llega a su tiempo. "La música, también escrita por el director, es parte de esa armonía. Vestuario acorde, adecuado. Y cierro
mencionando lo afortunado de ese casi
“video-clip” promocional, tan exitoso como el montaje de la obra, con una contagiosa guaracha que seduce y
magnetiza con su estribillo “Ojo por ojo, diente por diente”.
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