domingo, 25 de marzo de 2012

Un poema de Magali Alabau



Perdón

a Joaquín Gálvez

Sufro por tu ausencia,
el recuerdo de otros tiempos,
pinceladas, intentos,
toques de luz y humo de un bar
entregado a los ruidos
de minúsculos vasos de coñac
chocando con el vino y las botellas de ron.
De pie, los hombres en la barra
esperan trajeados, trotando.
Llegan a esa libertad y libertinaje
del trago y las mujeres,
a oír vida de mi vida,
dame tu perdón.
El limpiabotas asedia la posible clientela
acariciando sombras en el temblor de mi voz.
Por fin la señal del Salón de Belleza
donde mi tía con su pena
vuela y pinta, pinta y vuela.
En la vidriera es la atracción
de la calle Apodaca.
Con su experiencia
exquisita y peligrosa
extirpa cutículas y pellejos.
Raspa las durezas
con la lija
sumergiendo los dedos,
intimidad de un baño
que ablandece
lo áspero.
Raspa suciedades urbanas
con un fervor
intenso.
Qué etapa tan turbulenta
donde el pellizco
con ira
se entrega al
punzante instrumento.
Abusos,
sollozos.
La mano se rinde a
confesiones ocultas.
Corta feroz
la tijera
preludios
de sentí, sentimos o sintieron
La herida
se rinde
a la crema y el masaje.
Manos en sus manos,
destellos de amor y posesión,
todo en control.
Piel que cae
en su pequeña alfombra doctorada,

plumas de aves,
pedazos dispersos
que hace desaparecer
como una maga
sin notarlo ella o yo.


Y entonces,
ese tesoro de Pandora,
su propiedad privada,
amalgama de niveles y colores,
óleos percibidos,
gamas de rosado perlado,
esmalte para las adolescentes,
rosas de coral para las quinceañeras.
Rojos de vino, rojos de pasión
para promesas.
Perlas violeta para la luna de miel
y ese rojo torbellino
casi negro,
flores de invierno,
un baile de disfraz,
una broma
o un juego perverso.
El bar de enfrente tiene
esa conexión con las mujeres,
vivaz, apurada,
mi tía brinca la acera
con su uniforme blanco,
con ese maquillaje exagerado
y esa juventud perdida entre
tintes negruzcos y pómulos cremosos,
tan dulces en su rostro.
Mientras camino
con miedo por la acera
esa canción de Benny Moré
me llega a las orejas.
Me detengo en seco.
Cómo fue,
no sé decirte cómo fue,
no sé explicarte que pasó


Desde Nueva York te recuerdo.

2 comentarios:

dovalpage dijo...

Esta combinación de poesía con música me parece genial. A fin de cuentas, la poesía es música...¿que no? Y las palabras rosa perlado y coral me trajeron a la memoria un sinfín de pomitos de pinturas de uñas (unos enteros, otros a medio gastar) en la peluquería que estaba en Carlos III casi lelgando a Belascoaín...
¡Gracias!
Cariños desde Taos,
la Te

Joaquín Gálvez dijo...

A ti, Tere, por leerlo. Un homenaje al tiempo perdido este poema de Magali. Saludos