sábado, 14 de enero de 2012
Poemas de Magali Alabau y José Triana
Suicidio II
Cuando trataba de amoldarme
a los ritos de la vida diaria
un día te dije:
ese orden de afuera,
no coincide
con el zumbido de abejas
que yo oigo.
Mientras cubro la ventana,
mientras coloco la toalla húmeda
entre los intersticios,
pienso en mis antepasados
que fueron desnudos,
rapados, tapándose el abdomen,
orquídeas cerradas
sin féretro ninguno.
Cerraste la ventana
por donde entraba luz.
Pon un poco de agua
en esos trapos,
así, rápidamente,
pasará el ángel
marcador de las puertas.
Ya no hay magia en las palabras.
Tengo el cuerpo helado.
Están agotadas las respuestas.
Ah no puedo,
tengo este escozor, dolor,
terrible anemia.
Abro las ánforas,
los botones,
coloco la cabeza en esta
dura almohada.
Estoy cansada.
Otro día sin respirar palabras,
sin tocar cualquier frase
de esas que brotan
y riegan el corazón.
Otro día sin ti
me acerca al final
de este viaje.
Si no te conociera
si no llegaras a pesar de mi gravedad
si no oyeras el alarido
si no conociera tu indiferencia
no fuera yo esa emergencia que soy.
Magali Alabau, Nov. 2011
El doble
Pintado de albayalde entra a la escena,
¿eres tú o soy yo o los dos enlazados,
dos en su extravío, en su despiste,
uno en dos es lo mismo indiferente?
Una corriente pasa, otra regresa.
¿qué papel representas, con quién hablas?
¿Es el traje de lino o de moaré?
Desde aquí la camisa la veo anaranjada
con el cuello y los puños gastados por la mugre
y unos cuantos botones flotantes o caídos.
Se me escapa decir que el viento asola
los calveros rojizos y el arbusto tristón,
que hay un brote de alubias en el pote enterrado,
que suena, está sonando, y seguirá sonando
a la zaga de las nubes de lata
informes caballeros submarinos.
Usted de prisa alumbra, quite el foco de encima.
Han vuelto otra vez los días de invierno
y en el ángulo innoble caramelos rosados,
un muchacho despierta a un caníbal y a un perrito.
Sobre la escena avanza tal un triste relámpago.
¿Sabemos a qué hora llega y se quita
la casaca, el sombrero de tres picos
y tira su melancolía en el auditorio?
Recostado a una tarima refunfuña el niño
de cien años, a quien nunca hemos visto.
Desprende las gafas, se obstina en gritos,
y después se adelanta el azul descompensado
en irónico mohín hacia afuera.
Tartajea, enmudece, yo soy de un mundo plano,
de raíces noctámbulas y de nebulosas,
concibo a veces un clavo mordiendo
los tejados y mimbres ocultos.
Oropéndola, dime, qué puedo hacer, volar
el charco, dormitando, el charco del absurdo,
crujiendo los dientes, o matándome el hastío
a fuerza de cujazos, de trémolos impíos,
de proyectos que se quedan a medias.
Atrás, atrás, reclamo, extendiendo las manos
extendiendo mi enojo de mendigo,
desvinculado entonces de la fiesta.
Pintado de albayalde se escapa de la escena,
¿qué dijo o qué no dijo?, ¿era un monólogo
o un pase de tierra ignominioso,
el esquivo trazado de una ciudad muriéndose
de haber perdido el centro de su gravitación?
¿Inesperados recursos, pasillos de madera
tambaleándose en el vacío del error,
golpes inciertos inscritos en la penumbrosa
estancia de los cartílagos húmedos,
la palabra común que se persigue
entre los cáñamos y las astas de los girasoles?
¿Recursos como comidas frugales
en un desbarajuste? ¿Un calabozo?
¿Un cohete apagado antes de llegar al cielo?
Interrogo porque estaba entre soñando barcas,
espirales de rústicas callejas.
No seguí el discurso, anticuado y obsceno.
Me detuve en el sueño acariciando
una estatua redonda en la repisa.
Bebo mi infusión de verbena y como
semilla de cardamomo mojadas
en aceite, si William Peterson
reniega la pesadilla del crimen
y sonríe al cruzar una enigmática esquina.
Ahí va Beethoven con el brazo izquierdo
doblado en la cintura, oiga el Réquiem, Dios mío,
las últimas sonatas de sordera,
alitas inclinadas, alitas de quimeras,
estoy desesperado y no sé qué me pasa
masturbándome en las sábanas sucias
tal vez como un agonizante.
El paisaje ahora es de color de cobre,
lámparas suspendidas y azulejos.
< no quiere a tu padre. Y tú, di, ¿a quién quieres?>>
Sombras repasan por los ojos vidriosos, frío,
crujientes, provocando el cataclismo,
el crepúsculo rojo, el ventorrillo
anegado de objetos inservibles,
el martillo, las tijeras flojas,
la cucharas de plata zampadas por el moho,
docenas de zapatos, botines, un cangrejo,
el uniforme de un guerrero, lápices,
las cartas en el suelo, las cartas en paquetes,
sinónimo de usura y de chantajes,
de arcaísmos viciosos cargados de nostalgia,
en el Libro de Ruth encontrarás
la causa justa, adecuada, que trae
un paño de lino para el rostro y las lágrimas.
<< ¿A qué vienes, pregunto, a qué vienes, cuando el agua
desciende por los obstruidos albañales
y de estupor me muero y de cinismo?,
¿a qué vienes, te digo, a qué vienes
con ese repertorio de artificios,
enhebrados apenas, casi una fraudulenta bufonada.>>,
El telón va cayendo, sustentando un suspiro
de aplausos. Corro hasta el fondo de umbría,
césped de lanzas de hollín y laurel.
Yo no soy yo, yo no soy tú,
tú no eres tú ni eres tampoco yo,
semejante a una pérgola diversa
me repliego y de improviso me anulo,
simulacro, impostura, y hecatombe,
¿qué muñones y voces extranjeras?,
¿quién trajo esos ataúdes y millones de muertos,
quien camina de espaldas mientras duerme?
piso el umbral, y soy yo el que repite
las mismas imágenes y el mismo desconcierto,
inventando si es el teatro o el sueño de un teatro
o el teatro que forjo desde el sueño,
siendo sueño y teatro de una algarabía
de la que no tengo el menor control.
Agarro los matules, tomo el trillo.
Eloísa, Eloísa, nos veremos al fin al otro lado.
José Triana
Magali Alabau y José Triana se presentarán el lunes 16 de enero, a las 6:30 pm, en la tertulia La Otra Esquina de las Palabras, evento que contará con la participación del escritor y crítico literario José Prats Sariol.
Café Demetrio, 300 Alhambra Circle, Coral Gables
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1 comentario:
¡Bellos poemas! Y qué decir de la foto gatuna, me ha encantado, miau. Pero lo mejor debe haber sido escuchar a los poetas leer sus obras, no hay como eso.. Espero el video de las presentaciones,
abrazos taoseños...
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