domingo, 7 de agosto de 2011
¿El mensaje o el mensajero?
Por Joaquín Gálvez
El mensajero: dicen que tiene una vasta cultura, pues memoriza y exhibe nombres y frases como una modelo sus atavíos cuando atraviesa la pasarela. Sin embargo, no es capaz de elaborar con consistencia un argumento que denote un pensamiento lógico y enjundioso devenido de sus ubérrimas lecturas. Por lo general, juzga la obra de sus colegas con términos altisonantes y lacerantes: “un monstruo”, “genial”; “porquería”, “bazofia”.
El mensaje: se regodea con la escritura críptica, pues cree que la originalidad estriba solamente en la extravagancia del lenguaje. En su imaginario creativo, piensa que está innovando, cuando su estilo tiene todos los atributos del epígono, es decir, su obra es una retaguardia de la vanguardia.
Ni el mensajero ni el mensaje
El mensajero: fue una buena persona, un hombre que vivió acosado por los fantasmas de su niñez y de la barbarie política de una dictadura militar, por la que tuvo que cumplir años de prisión. Luego en el exilio, afectado por sus traumas, se sumió en la droga y el alcohol, hasta llegar al suicidio.
El mensaje: una poesía testimonial, muy autentica, que nos confiesa las calamidades del hacedor, pero que no logra una voz propia. Su obra es un muestrario de numerosos lugares comunes.
El mensajero, sí. El mensaje, desgraciadamente, no.
El mensajero: fue un poeta e intelectual fascista, aunque a su vez un ser generoso, un mecenas, líder de una generación de poetas vanguardistas. Estaba convencido de que la usura y los usureros eran una amenaza para la tradición y la cultura, razón por la que defendió con sus incendiarias alocuciones radiales a un dictador y su ideología.
El mensaje: una poesía que incorpora elementos de la tradición oriental, sobre todo la china, así como las letras de las canciones provenzales. Se vale de la intertextualidad y erosiona el lenguaje como nunca antes se había visto, pero sin caer en la vacuidad y la palabrería, que tan de moda están en estos tiempos.
El mensajero, en gran medida, no. El mensaje, sí.
El mensajero: un adlátere de un gobierno comunista, delator, arrogante, oportunista, practicante de un cinismo más cercano a las enseñanzas de su amo, que a las de un Diógenes, un canalla por antonomasia, como pueden dar constancia algunos de sus más allegados colegas.
El mensaje: canciones de alto contenido poético; fusiona los elementos de la música rock con los de los de la trova tradicional de su país. Sus canciones logran un variado nivel melódico, rítmico y armónico.
El mensajero, absolutamente, no. El mensaje, sí.
El mensajero: creyó fervientemente en la revolución y su líder. Lo defendió con su pluma de escritor, y formó parte de los organismos oficiales de la cultura de su país. Más tarde se decepciona al ver el rumbo radical que toma esa revolución, siendo víctima de la censura y la falta de libertades. Se marcha al exilio en una época en que pocos intelectuales se atrevían a alzar la voz contra el gobierno de su país. Se convierte en un crítico acérrimo del régimen totalitario de su país contra viento y marea.
El mensaje: una obra con un estilo innovador, que logra reflejar el ambiente capitalino de su país, con sus músicos, pintores, escritores, así como la vida nocturna en sus cabarets, cines, carnavales y burdeles. Sus retruécanos tienen la musicalidad del tambor y el ritmo dicharachero de sus coterráneos. Logra así ser unos de los iniciadores del boom literario de su continente.
El mensajero, a pesar de ciertos hechos desagradables, sí. El mensaje, sí.
El mensajero: No le quedó más remedio que quedarse en su país y vivir tras una máscara para poder publicar su obra, siempre a sabiendas de cuáles eran las reglas del juego, por lo que nunca pudo decir todo lo que hubiera deseado. Le aterraba abandonar su país. Una excelente persona, un gran amigo, un gran hijo. No fue un militante político, ni su obra es un paradigma del panfleto literario que marcó a su generación.
El mensaje: una poesía de alto vuelo lirico, depositaria del grupo literario más importante que ha dado su país; logra mezclar elementos culteranos con los de la cultura pop.
El mensajero, hasta cierto punto, sí. El mensaje, sí.
El mensajero: En su país fue miembro de una agencia de prensa creada por la revolución, luego se convirtió en un disidente. Llegó a la capital del exilio para ejercer el trabajo de juez por medio de sus artículos periodísticos , en donde no quedaba títere con cabeza; aunque más tarde se supo que todo era una proyección de sí mismo , pues le endilgaba a sus víctimas(escritores y periodistas) su propio mal: ex agente de la Seguridad del Estado.
El mensaje: una obra con sentido del humor, llena de diatribas y juego de palabras, pero que es pura imitación de un conocido escritor de su provincia.
El mensajero, no. El mensaje, lo siento, tampoco.
El mensajero: No es un mal escritor, pero tampoco es el mejor de su país; eso sí, es el más favorecido por la oficialidad literaria de su país, por lo que ha ganado varios premio literarios. Dicen que es bondadoso, amigo de sus amigos. Uno de los pocos que puede viajar y salir de su país. Va a esos lares donde se encuentran sus compatriotas exiliados y da conferencias, presenta sus libros, etc. Pero juzga a esos compatriotas cuando hacen uso de la libertad de la que gozan y le formulan preguntas de tema político que lo puedan comprometer. Entonces los tilda de politiqueros e intransigentes, pues todo tiene que hacerse según sus parámetros. Según él (o ella), merece toda la compresión del mundo, pues su actitud responde a un código impuesto por el régimen dictatorial que le da prebendas.
El mensaje: una obra con ciertos valores estéticos, pero que no alcanza las expectativas literarias que se han de esperar tras tanto reconocimiento recibido.
El mensajero, aunque trato de comprenderlo, no. El mensaje, relativamente, sí.
El mensajero: formó parte del gremio literario oficialista de su país. Aunque hay que reconocer que posee bagaje cultural, su formación intelectual está afectada por ese típico provincianismo y ombliguismo nacionalista que legaron muchas de las colonias españolas (sobre todo la insular), además del dogmatismo de su ex afiliación literaria. Como consecuencia, tiende a la visión ortodoxa y a la categorización a la hora de analizar obras, incluida la suya. Para él (ella) lo que más vale es lo que gira en torno suyo, y lo estéticamente correcto es tan uniforme, que se escandaliza ante cualquier bifurcación en el sendero; digamos que se trata de una inquisición en el plano literario.
El mensaje: su obra, aunque tiene momentos interesantes, se parapeta en la rigidez conceptual, quedando así anquilosada en tiempo y espacio al no evolucionar y optar por arribar a la anteanoche.
El mensajero, no. El mensaje, tampoco.
El mensajero: Procede de una familia de prosapia. Como poeta, vivió al margen del horror político que implantó una revolución, por lo que se encierra en su casa con sus gatos. Durante años vivió en la madre patria, donde entabló relaciones con prominentes escritores e intelectuales. Poco antes de morir, gana el premio literario más prestigioso de la lengua.
El mensaje: una poesía de tono decimonónico para su época. Aunque tiene algunos poemas logrados, su obra es muy desigual.
El mensajero, sí. El mensaje, en gran medida, no.
El mensajero: Luego de exiliarse, es tan anti dictador, que se parece al dictador, no repara en darle rienda suelta a su lengua de látigo, diseminando veneno por todas partes. Necesita ser el centro de atención y no soporta que otros (otras) sobresalgan y le roben el show. Es muy famoso(a), sus libros se han vendido como pan caliente, algo que le ha servido para vivir en una de las urbes culturales más importantes del mundo.
El mensaje: Escatológico, banal, estéticamente apto para la cultura de masas. Cuando logra un buen párrafo en una novela, lo malogra con otros cincos muy pésimos.
Ni el mensaje, ni mucho menos el mensajero.
El mensajero: es profesor universitario en una de las mejores universidades del mundo, posee un doctorado en letras de esa misma universidad. Un académico que imparte conferencias por todo el mundo. Un erudito en historia de la literatura universal. Hace frecuentes apariciones públicas en programas televisivos y radiales.
El mensaje: cuentos pésimos por su pobreza imaginativa, falta de garra y ritmo narrativos.
El mensajero, sí. El mensaje, al menos el creativo, no.
El mensajero de este post: si por alguna casualidad usted se siente aludido, no fue mi intención hacerlo, ni mucho menos ofenderlo. Tanto el mensajero como el mensaje más bien representan prototipos, que personas en específico.
El mensaje del bloguero: Espero que al menos le sirva el mensaje de este post en su papel de mensajero y lector (en este caso lo que importa es el mensaje y no el mensajero).
Una aclaración: Esto es solo mi opinión, con todos los aciertos y equívocos de la subjetividad. Usted, por supuesto, tiene derecho a atesorar la suya. Si cuestiona la no valorización de este servidor en su papel de mensajero con su mensaje, hágala usted. No quiero correr el riesgo de caer en el autobombo y la falsa modestia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Excelente, mi estimado amigo. Me inspira a escribir algo sobre el asunto. Ya veremos que sale. Por supuesto, enlazo el post
Gracias, Denis, por leerlo y por enlazarlo.
Un abrazo
¡Coño Joaquín esto te quedo enpingao! También le cuelgo enlace en mi blog ya.
Gracias, Mickey. Mientras no me cuelgue a mí no hay problema.
Un abrazo
Publicar un comentario