domingo, 2 de enero de 2011

Un poema de José Kozer



UTOPOS

En Costa Rica, a una buena altura, comprar
una cabaña, dos cuartos
en altos, desván, cocina
de azulejos blancos y
rojos, suelo de tablones
barnizados, fregarlos a
diario con gruesa frazada
amarilla, orla roja, la
mesa y la silla blancas:
el escritorio añil (de
persiana) puertas
corredizas entre los
cuartos, en cada puerta
el ideograma con el
nombre completo de
un poeta oriental, Li Po,
Po Chü-I, Basho.

Mariposas de toda índole (envergadura) color:
siempre la misma revoloteando
alrededor de la cabaña, con
nombres propios: Javier,
Guadalupe, Aurora, Lola,
David, Juana la Loca, Filipa
la Hermosa, diabluras de
la nomenclatura a la que
dedico mi vejez: la infecta
y Oh cuán digna vejez. Y
cada vez que cae al suelo
despetroncada una de
esas mariposas, exequias,
cánticos, lloronas. Y tras
velarla, acompañarla
al cementerio de las
mariposas, o de los pétalos
marchitos (eso lo aprendí
leyendo a Cao Xue Qin)
la hojarasca, o la muerte de
la madera (honras fúnebres
a los tablones de majagua
de mi adolescencia):
ensartar la mariposa  
con alfiler de fina cabeza
en grueso cuaderno de
entomólogo, detallar
género, clasificación,
características particulares
de la occisa, o que (suntuoso
Destino) la muy bicha forme
parte integral del Museo de
Mariposas al doblar de mi
cabaña.

Se compra y se paga a tocateja la propiedad, a
veintidós de los corrientes
se firma el traspaso tras
efectuar el correspondiente
giro bancario vía electrónica,
soy dueño: remato mis
posesiones (salvo docena,
docena y media de libros,
discos) meto en la maleta
diez a doce cuadernos
de pintor, tapa negra, y
me largo cuan largo soy
a las alturas (cabaña y
mariposas) de San José
capital, CR: abro, tatami,
tokonoma, brasero de
hierro, la susodicha mesa
con las susodichas sillas,
última mariposa del año,
las noches bastante frías,
frazada de lienzo crudo,
desempaco. Desempolvo
décadas de malas
costumbres. Me siento,
de espaldas al Universo,
un Universo que ahora
reconozco Orbe plano, de
limitada extensión, se ve
a ojo de buen cubero su
limitación: la falta de
continuidad, trascendencia,
esas cosas mayores que
debiéramos cantar, del tipo
Dios, Resurrección, Paraíso,
el Bulto y el Alma, la
Intemporalidad. Gloria en
las Alturas. En su lugar
(hic et nunc) la cabaña,
afueras de La Habana,
pongamos Bejucal,
terreno labrantío, tierra
colorada, el arado y la
azada soy yo: yo soy
el sombrero de paja,
cinta roja, pantalón de dril
(hecho guarapo) camisa
blanca (en carne viva sus
jirones) en vez del Sutra
silbo tonada cubana.

Día cuarto, bajas nubes, silba el viento,
temporal tropical.

De dos en dos van cayendo del mundo las
mariposas.

Monarcas.
Vanesas.
Esfinges.
Limoneras.
Una geómetra (la Geómetra): ésa.

Llueve, fin del Universo: aquí es donde llueve,
aquí es donde está la
casa de las goteras,
siempre hubo goteras
en La Habana: y el
líquido ambiente (la
razón del agua) artritis,
insomnio, flojera, el
futuro y las hijas,
Guadalupe palo de
trapear (bayeta) en
mano, pañuelo de
cabeza, a la vieja
usanza

fregotea.

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