Somos trasmisores
Mientras vivimos, somos trasmisores de la vida.
Y cuando dejamos de entregarla, ella deja de fluir a través nuestro.
Eso es parte del misterio del sexo, una corriente que no se detiene.
Las personas sin sexo no trasmiten nada.
Y si cuando hacemos un trabajo
logramos infundir vida a nuestra obra,
más vida vendrá a penetrarnos con premura, cada vez más vida,
para que nos sintamos compensados y listos,
trémulos de vida con los días.
Aunque sólo sea un pastel de manzanas que una mujer prepara
o una silla que un hombre construye;
si ambos ponen vida en el esfuerzo, bueno saldrá el pastel,
buena saldrá la silla;
contenta ha de sentirse esa mujer, con nueva vida
que vendrá a estremecerla,
contento ha de estar el hombre.
Dad y os será retribuido;
esa sigue siendo la verdad de la existencia.
Pero dar vida no es tan fácil.
No es cuestión de regalarla a algún tonto malvado
ni de permitir que los muertos vivientes nos devoren;
se trata de encontrar calidad de vida donde no la había,
aunque sólo sea en la blancura de un pañuelo recién lavado.
D. H. LAWRENCE
(1885-1930)
(Versión al español de Reinaldo García Ramos)
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