domingo, 13 de junio de 2010

Fotos y apuntes de la tertulia (entre la belleza y la inmundicia del viaje)





























Por Joaquín Gálvez

El viernes 11 de junio, el numeroso público asistente a la tertulia del mes de junio en La Otra Esquina de las Palabras, tuvo la oportunidad de presenciar dos tendencias que predominaron en la poesía cubana durante la década de los años 80. Las voces de Alejandro Fonseca y Rolando Jorge fueron paradigmas de un contrapunteo generacional en cuanto a estilos y tonos, pero, a su vez, convergentes en la necesidad de ruptura con la generación que los precedió, liderada por los llamados “Caimaneros”, por ser la revista El Caimán Barbudo su principal medio de promoción.

A partir de los años 80, una nueva generación de poetas cubanos comienza a distanciarse del coloquialismo triunfal y laudatorio (incluido el panfletario) que hasta la década de los 70 marcó el curso de la poesía cubana de la era pos revolucionaria. Ciertas fisuras en la cortina de hierro, como lo fue el éxodo del Mariel, y una naciente generación de poetas nacidos, o criados, durante el proceso revolucionario, quienes ya estaban hartos de la retórica política y su perenne esterilidad, posibilitaron cierta flexibilidad en los medios oficiales para que estos poetas dieran a conocer sus angustias existenciales por donde deslizaban su pesimismo e inconformidad con respecto a su entorno social. De esta forma, la creación poética comienza a centrarse más en lo que afecta al ente poético, siendo así más individualista e intimista. Ocurre, además, un retorno al tropo poético, algo que también sirvió para disfrazar los dardos lanzados contra esa realidad revolucionaria.

Otra vertiente de la poesía, durante los 80, fue aquella que bebió –entre otras- de las fuentes del grupo Orígenes, sobre todo de José Lezama Lima. Muchos de estos poetas muestran en sus obras un divorcio visceral con su realidad sociopolítica –acaso su protesta contra la misma- y ejecutan una poética culterana, signada por la intertextualidad y un lenguaje que se vuelca contra sí mismo por su apego a lo formal y en el que no escasea el hermetismo.

Alejandro Fonseca pertenece a esa primera tendencia, mientras que Rolando Jorge está más cerca de la segunda. Ambos poetas nos guiaron con sus voces por toda la belleza y la inmundicia del viaje, aludiendo a títulos de sus poemas que ejemplifican el contrapunteo de sus respectivos estilos. La noche también contó con la participación del poeta y dramaturgo Carlos Jesús García, quien, además de leernos sus poemas, emitió opiniones muy atinadas sobre la evolución de la poesía cubana y de las nuevas corrientes en la actual dramaturgia cubana.

Pero la noche no fue sólo de aplausos: hubo intenso debate, hubo su nota discordante. En este aspecto fue muy importante la intervención del escritor José Abreu Felippe. Dos poetas emblemáticos representaron los polos opuestos en esta discusión: Heberto Padilla y José Lezama Lima. En fin, una noche en la que la gran protagonista fue la poesía, pues, aparte de ser bien representada en las voces de estos poetas, demostró como ella silenciosamente ha estado acompañando nuestras vidas antes de que el poeta le concediera habitat en la escritura.

9 comentarios:

Omar Casas dijo...

En aquel patio, solo falto el aljibe para ser más Borgiano. Yo un poco tarde, olvide llamar a mis caballos blancos, siempre me avientan para olvidar los apuros. Luego los poetas, la palabra del hombre solo, el instante de juzgar lo oscuro, la tentación del puente para el poeta suicida, la magia de Merlín en unos labios o en una mano de muchas formas, pero entiendo que era noche de poesía y que a lo lejos otro caballo blanco rodeado de un cielo negro traía un jinete cantando con el ukelele. Cavilando.

Heriberto Hernández Medina: dijo...

“Otra vertiente de la poesía, durante los 80, fue aquella que bebió –entre otras- de las fuentes del grupo Orígenes, sobre todo de "José Lezama Lima. Muchos de estos poetas muestran en sus obras un divorcio visceral con su realidad sociopolítica –acaso su protesta contra la misma- y ejecutan una poética culterana, signada por la intertextualidad y un lenguaje que se vuelca contra sí mismo por su apego a lo formal y en el que no escasea

Estimado Joaquín, la verdad es que este párrafo parece una cita textual de cualquiera de los cancerberos doctrinales de entonces, que usaban este discurso para desvirtuar ideológicamente lo que no podían reducir estéticamente.
No recuerdo las veces que escuché textualmente la frase: “muestran en sus obras un divorcio visceral con su realidad sociopolítica”, en boca de los represores y comisarios culturales. El socorrido argumento de “el hermetismo”, aún desde las mejores intensiones, sigue resultando estrecho y demostrativo de un acercamiento prejuiciado.

Joaquín Gálvez dijo...

Estimado Heriberto:

La única estrechez que tiene este planteamiendo está dada en la interpretación que tú le has hecho sacándolo fuera de contexto. Pues no digo nada que sea peyorativo o que esté en contra de esa tendencia de la poesía. Los cancerberos se han apropiado de palabras como estético, formal y hermético, con el objetivo de estigmatizar a esos poetas que no se sumaron a la comparsa del discurso triunfalista. Pero usar términos como formalismo o hermético existía en la crítica literaria mucho antes de que surgieran esos cancerberos de la oficialidad cultural cubana. Espero que ya sepas esto. Por cierto, varios críticos(serios y nunca pertenecientes al gremio de los cancerberos) coinciden con esos cancerberos en el uso de estos términos, pero no en la forma de interpretar y dictaminar la poesía; la poesía, que puede ser buena o mala no importa que sea sencilla o hermética. Ay, hasta cuándo nos perseguirán y atacarán estos cancerberos por tan sólo tener meras sospechas.

Heriberto Hernández Medina: dijo...

Realmente, Joaquín, no acierto a entender tu evidente molestia. No he hecho una interpretación de “planteamiento” alguno. Tan sólo he llamado la atención sobre los términos en que te refieres a un fenómeno y su coincidencia casi textual con los argumentos ad usum entre los funcionarios del régimen en la década de los ochenta para calificarlo. Esta “coincidencia”, que puede no pasar de una pobreza de argumentos, resulta al menos para mí, una rememoración poco grata, más de veinte años después y en boca de alguien que supongo en el extremo opuesto de este discurso.
Lo peor, estimado, no es que el poder se apropie de términos para estigmatizar o disminuir lo que considere lesivo a sus intereses, sino que estos términos queden grabados en piedra y sean manejados con absoluta irresponsabilidad. Los conceptos todos, tienen un componente contextual que matiza su significación y su alcance. El formalismo, el esteticismo y el trajinado hermetismo no excederían las fronteras de lo estético ni tuviesen connotación fuera de ellas si no hubiésemos vivido momentos en que, lo merecieras o no, aceptar uno sólo de estos adjetivos significaba la muerte literaria y, en no pocos casos, la muerte social.
Lo que tú o cualquiera espere que yo sepa tiene poca importancia. Lo importante es lo que tiene que saber quien pretende ilustrar a otros sobre un tema, cualquiera que este sea. Y resulta amigo que pareces ignorar que en esos tiempos no se escuchó la voz de critico alguno (serio o risueño) discrepar del canon oficial, ni usando esos términos ni otros. Tu particular modo de calificar la poesía (buena o mala, sencilla o hermética) no da mucho margen para propiciar un intercambio sustancioso, pero no quiero abandonar este comentario sin observar que la paridad en que pretendes situar una supuesta sencillez en el discurso, como el opuesto de un discurso hermético, resulta cuando menos confusa.
Aún más peligroso que el apego, la incorporación tal vez inconsciente de términos del discurso oficial cubano, podría ser la repetición de equívocos introducidos intencionalmente en él, por desconocimiento. El término hermético lleva implícita la intensión de ocultar y usarlo como sinónimo de complejo, tenía una connotación inculpatoria que permitía juzgar, condenar. Seguir arrastrado esa tara no muestra más que (lo repito sin dudarlo) una visión estrecha y prejuiciada tuya y de esos “varios críticos” (serios y nunca pertenecientes al gremio de los cancerberos, que olvidas nombrar o citar)
No conozco un sólo caso, ni siquiera circunstancial, en la poesía cubana de los ochenta, de un autor cuya obra pueda considerarse hermética, en que pueda hablarse de un entramado simbólico recóndito diseñado para ocultar o para fundar un metalenguaje para elegidos, para iniciados. Ni siquiera es posible encontrar esto en el Lezama más recóndito, menos aún en sus más devotos estudiosos y admiradores. Te agradecería ejemplos, pues hasta leer tus palabras me creía un lector medianamente informado del tema y desde entonces no puedo dormir ante la probable circunstancia de estarme perdiendo esa zona de la obra de autores de mi generación.
En cuanto a tu lamento final, creo que habla de persecuciones y ataques que acusan una procedencia similar al tono de tu discurso. Así son de persistentes las huellas del poder. Propician una inercia que hace difícil librarse, tanto de la sensación de persecución como de la terminología que la nombra.

Armando Añel dijo...

Gran velada, Joaquin, y excelente este texto que nos regalas. Un saludo

Joaquín Gálvez dijo...

Estimado Heriberto, creo que ahora entiendo perfectamente tu animadversión, desde un principio, por mis apuntes de la tertulia: tu desconocimiento (visceral) de la existencia de esos críticos con los que coincido. Espero que como mediano lector llegues un día a conocer sus opiniones al respecto para que conozcas más de poesía(no sólo de la cubana). Busca, que el que busca encuentra. Lamento que los cancerberos de la oficialidad cubana hayan creado este efecto reduccionista en tu percepción. Saludos, Joaquín

Anónimo dijo...

Esto va derivando a un encentro muy personal, como ya es usual y podría llamarse "lo cubano en la poesía". Sin apresuramientos, desechar términos por el significado que le ha atribuido un contexto determinado es empobrecedor. Es como negarse a hablar de Dialéctica porque el término fue marxista, y porque el Marxismo determinó al comunismo contemporáneo. Todo muy reducido.

El hermetismo, en todo caso, fue un término recurrente a la oficialidad cubana porque significaba reflejar en claves y metáforas. La poesía cubana a partir de los ochenta, si era cultista y culterana, y escribía para una élite. Ese cultismo y culteranismo la hacen profundamente hermética, igual que lo hicieron las "claves" amorosas del Medioevo. No entiendo la necesidad de llevarlo a la confrontación política, cuando se trata de un hecho estético. Ese "divorcio visceral" podrá tener valor político, pero su repercusión deviene en estética, y válida y suficiente por eso.

No hay que apresurarse en calificar algo, y mucho menos en esa forma prejuiciada, hubiera sido mejor sopesarlo en sus alcances.

Joaquín Gálvez dijo...

Gracias, Armando. Fue un enorme placer compartir contigo y otros amigos la presentación de tu novela.

Anónimo dijo...

enseguida que alguien no esta de acuerdo cortan el debate. pobres diablos.