Por Rodolfo Martínez SotomayorSoy enemigo de todo encasillamiento y dogma. Tengo más tendencia al caos en lo político y como credo religioso, pero irónicamente, aunque este razonamiento conlleva a que sólo pueda hablar como ente individual y a no creer en el sello de generaciones, me atrevo a decir que esa obsesión por escapar de los encierros es un elemento que define a gran parte de mis contemporáneos. Ese secreto cósmico, tal vez, o trauma de la conciencia colectiva, como diría Jung, puede haber sido causado por el hecho del Mariel, y es que en aquellos días para muchos como yo, adolescentes entonces, los dramáticos sucesos del Mariel representaron una pérdida de la inocencia política, ya que después de escuchar durante años sobre la pretendida solidaridad humana del socialismo, nos despertamos un día en una especie de ciudad sitiada, donde se apedreaba a vecinos que habían decidido simplemente ejercer su derecho de "abandonar el país".
A algunos nos montaron en guaguas repletas para conducirnos hacia los actos de repudio y a las marchas cargadas de odio; cuando esto pasa, te das cuenta que la realidad es diferente a lo que te han dicho, que tus padres han callado por miedo o por protegerte y esa complicidad te hace sentirte traicionado por el estado y a veces por la familia. Aprendes a percibir la realidad por ti mismo, y esa sensación de rebeldía te torna desconfiado, te lleva a buscar la literatura prohibida que te forma al margen de la sociedad en que vives, siempre con desconfianza de toda fe política.
En aquellos días de abril de 1980 en La Habana, me veo a mí mismo en una secundaria del Cotorro, escuchando a un maestro pronunciar un largo discurso contra los que habían decidido abandonar el país. Extrañé la desaparición de grandes amigos que de un día a otro dejaron de asistir a clase. Se preparó la enorme marcha frente a la embajada del Perú, donde se habían exilado más de 10,000 cubanos. No tendríamos clases, pero debíamos de asistir o de lo contrario se nos pondría en nuestro expediente de estudiante, acto este que marcaría nuestra vida para siempre, haciéndonos perder la oportunidad de estudiar una carrera en el futuro. Los maestros nos incitaban a gritar consignas, como emulando con otras escuelas a injuriar más alto. Me viene a la memoria uno que subido en los hombros de dos forzudos estudiantes, como quién dirige una orquesta gritaba: “¡Y el que no tiene gandinga!”, mientras el coro respondía: ¡Que se vaya pa’ la pim-pom fuera abajo la gusanera!”. Parece ser que aquel líder de los gritos perdió su gandinga muy pronto, ya que en varios meses pediría la salida hacia los Estados Unidos.
El Mariel cambió la vida de muchos para siempre, algunos jóvenes artistas vivían en un limbo de ideas que no llegaban a cuajarse realmente. No eran los años sesenta en los que muchos sabían de los fusilamientos y la represión era menos sofisticada. Ya no se trataba de historias vedadas por medios de difusión controlados por el estado. Ahora eran hechos palpables, teníamos ante los ojos el lado más oscuro, y que intentaban ocultar de aquella revolución; el envilecimiento de las multitudes contra hombres indefensos que sólo habían cometido el delito de disentir. Por otra parte, se separaban amigos cercanos para siempre, familiares queridos, y el solo nombrar afecto hacia ellos constituía un delito.
La memoria suele borrar a veces los recuerdos negativos, la mente actúa entonces como anticuerpo contra aquello que nos daña, pero es imprescindible rememorar este hecho que ha marcado la historia de Cuba y del exilio, aun cuando nos evoque un dolor. Es necesario hablar sobre el aporte literario, musical, escénico y en la plástica, entre otros, de ese éxodo, para Miami. Mostrar el otro lado de la historia, la de aquellos que llegaron a esta tierra, que a pesar de acogerlos, no dejaba de resultar hostil en muchos casos por incomprensión o indiferencia. La historia de creadores como Carlos Victoria, los hermanos Abreu, Reinaldo Arenas, los pintores Carlos Alfonzo, Jesús Cepp-Selgas, Ernesto Briel y otros tantos que supieron decir no a la barbarie y fueron además, una voz de denuncia, utilizando al arte, como herramienta salvadora del olvido ante la historia, de la brutalidad y la asfixia de un sistema dictatorial.
Como parte de las conmemoraciones del exilio por el 30 aniversario del llamado éxodo del Mariel, el Pen Club de escritores cubanos ha preparado un encuentro con tres creadores que fueron protagonistas de aquellos hechos, los escritores Reinaldo García Ramos, Luis de la Paz y el galerista Manny López. Se proyectará el documental “En sus propias palabras” de Jorge Ulla. El encuentro tendrá lugar este sábado, 15 de mayo a las 2:00p.m. en el Koubek Center de la Universidad de Miami, 2705 SW 3rd Street, Miami, FL 33135.
Rodolfo Martínez Sotomayor(La Habana, 1966). Llegó a los Estados Unidos en 1989. Cursó estudios de periodismo en el Koubek Center de la Universidad de Miami. Sus artículos, poemas, cuentos y críticas literarias han aparecido en diversas revistas y periódicos de los Estados Unidos y España. Ha publicado los libros
Contrastes (La Torre de Papel, 1996),
Claustrofobia y otros encierros (Ediciones Universal, 2005) y la recopilación de textos y documentos
Palabras por un joven suicida (Editorial Silueta, 2006). Cuentos suyos han sido incluidos en recopilaciones y antologías como
Nuevos narradores cubanos(Siruela, Madrid, 2001), traducido al francés por Edition Metalie, al alemán por Verlag, y al finés por la editorial Like. Otro cuento suyo fue incluido en la antología
Cuentos desde Miami (Editorial Poliedro, Barcelona, 2004) y en la recopilación de textos
Reinaldo Arenas, aunque anochezca (Universal, Miami, 2001).
5 comentarios:
Muy buen articulo !!
Diana
En realidad este es otro lado de la historia interesante.
Ernesto
"Ya no se trataba de historias vedadas por medios de difusión controlados por el estado. Ahora eran hechos palpables, teníamos ante los ojos el lado más oscuro, y que intentaban ocultar de aquella revolución; el envilecimiento de las multitudes contra hombres indefensos que sólo habían cometido el delito de disentir".
Yo tambien era adolescente y fue terrible para mi, buena manera de describir el horror de esos dias la de Sotomayor.
Pienso que el Mariel fue el despertar de muchos y la miopia de otros que fueron manipulados por la dictadura para reprimir a sus hermanos.
Yo tenía 15 años y estaba becado y recuerdo que dos profesores y una profesora se asilaron.
Creo que los sucesos del Mariel fue
el hecho mas triste y repudiable en la historia de Cuba.
Y la puerta indispensable a la libertad robada.
Excelente texto. Muchas gracias!
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