LAS NOCHES CONTADAS Si me miro la punta de los pies
parece que estoy al margen del paraíso.
El anonimato, el ocio, las deudas
atraviesan el sentido común.
Sobre los puentes es imposible esperar:
un pañuelo quiere dilatarse en el fondo.
Las capitales de occidente
pudieran recobrar su fetidez.
Si soñáramos a orillas del Ganges
sería una petulancia de la madrugada.
En América presiento, luego existo.
Reptiles por todas partes me obligan
a disentir de manchas en el cielo.
A través de las rendijas Kafka
conversa con el poeta que no figura
en una antología pedestre.
Brújulas y prostitutas al unísono:
un atajo para escalar resentimientos.
Mis pies recorren países.
Los días son borrones, oficinas, calabozos
reservorios de neuronas marchitándose.
Se recicla la basura de la basura.
Mis pies se aburren de sus noches contadas.
Podré ahora irme al otro lado del miedo.
Nadie me responde cuando pulso.
Hay un mago ahorcándose en la infancia.
UNA FOSA COMÚN Imágenes que persisten
hacen deambular insomnios
arrastran documentos, el aire sucio
fotos de la república, el chirriar de niños
guitarras, cafetales, una fosa común
y el árbol del apátrida contoneándose.
Una casa es un barco que sobrevive
al peso del aire, a su cordaje:
herejías, pasatiempo y veleidades
imploraciones de mujeres que testifican.
La costumbre del mantel, el duende
que acicala su estatura en los estanques.
Una casa: bicicleta ascendiendo arcoiris
tiempo en que pudo haber esperanza.
Aquí comienzan los rencores, el delirio
de huir por el tufo de los terraplenes.
No se mueve la sombra del ahorcado.
Nadie puede escaparse del relente:
abecedario, los portones y las güiras guindando.
Cristo arrepentido muestra un dedo afilado.
Ábrete Sésamo, enséñame la verdadera fruta.
Los abuelos se han ido perdiendo.
Sólo hay un arma detrás de la puerta.
En primavera se deslindan gato y azotea.
Cómo podremos atravesar el relámpago
si apenas tenemos el sosiego de la mesa.
Una casa es una distancia repartida.
Ábrete boca, noche que se hunde sin noticias.
Dónde pondremos la memoria, emanaciones.
Casa que existe, entre péndulos:
la madera no se esconde en la travesía.
Alejandro Fonseca (Holguín, Cuba, 1954). Poeta. Ha publicado los libros de poesía:
Bajo un cielo tan amplio (Holguín, 1986), Testigo de los días (Holguín, 1988),
Juegos preferidos (Holguín, 1992),
Advertencia a Francisco de Quevedo y otros poemas (Madrid, 1998),
Anotaciones para un archivo (La Habana, 1999),
Ínsula del cosmos (Miami, 2006) y
La náusea en el espejo (Miami, 2009). Reside en Miami.
4 comentarios:
Dos excelentes poemas. Un abrazo a mi amigo Ale Fonseca y gracias por postear sus textos.
Muy buenos los dos poemas. Gracias.
exterior con interiores, síntesis, nada superfluo el arte de este poeta....
Gracias, Michael, Ernesto y Rolando, por sus comentarios. Y felicitaciones a Alex por esta muestra de su buena poesía.
Saludos
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