El pintor y el crítico
El dueño de una galería, compadecido de la aguda y prolongada depresión que aquejaba a un pintor amigo por no haber logrado nunca el reconocimiento del público ni la atención de la crítica, le permitió que exhibiera seis pinturas en su local. Varios días después de inaugurarse la exposición, un prestigioso crítico de arte escribió la siguiente reseña.
“La insólita otredad de la obra de este artista plástico abarca, más allá del instante, la servidumbre de la memoria, la cual se afinca y regodea, no en el ámbito inapresable de la irrealidad de una realidad, sino en la vorágine causal del entrevisto de su presente onírico, volcado sobre las vivencias existenciales de la inmediatez, para convertirse, de la imprecisión de la nada y de la vaguedad del nunca, en cúmulo del siempre. De ahí la fijeza obsesiva de su estilo y la rabia eclosiva que lo caracteriza.
Y así, este pintor ha configurado en su quehacer artístico una realidad empírica que no se desliga, sino que por el contrario permanece firmemente comprometida con la otredad que cultiva y distorsiona en su andadura por los predios de su imaginario.
Y es precisamente en la destilación y condensación de esta muestra donde podemos vislumbrar su quehacer, que es mimético del ritual pictórico latinoamericano actual.
Por otra parte, la unicidad de la catarsis que se percibe en los colores irreales de sus lienzos confirman, como hemos insinuado anteriormente, la figuración, evolución y fugacidad de la hondura en que ha devenido su obra: libérrima interpretación bipolar de su magnificado yo interno, que no difiere en lo más mínimo del imago de su peculiar y extravagante concepción estética y de su no disimulada otredad avasalladora.”
Al pintor le afectaron de tal forma las crípticas palabras del afamado crítico que cuando el dueño de la galería lo llamó para felicitarlo, el hombre agonizaba.
El suicidio contribuyó a que se vendieran todos sus cuadros, pero el pintor no se enteró del único acontecimiento memorable de su vida.
Juan Cueto-Roig nació en Caibarién, Cuba. Exiliado de la Isla en 1966, reside actualmente en Miami. Ha publicado los libros de poesía En la tarde, tarde (Miami, 1996), Palabras en fila, en clase y en recreo (Madrid, 1996), y En época de lilas (traducción al castellano de 44 poemas de E. E. Cummings) (Madrid, 2004), de relatos, Ex-Cuetos (Miami, 2002), Hallarás lobregueces (Miami, 2004), las crónicas Verycuetos (Miami, 2007) y Veintiún cuentos concisos (Editorial Silueta, 2009), al que pertenece este cuento.
5 comentarios:
Le falta aliento, fuerza, agarre, originalidad. Es predecible.
Me gusta mucho como escribe Juan Cueto. Gracias por tenerlo por aqui! Saludos, Manny
Con todo respeto, discrepo de la opinión del crítico. El cuento no me parece nada predecible. Es un cuento corto y preciso que alude directamente a la critica que muchas veces se hace sin sentido y de una forma tan críptica que ni se entiende, pero que tristemente si puede lograr destruir al artista. A seguir escribiendo que hasta los mas afamados críticos se equivocan. Un placer leer Juan Cueto. Gracias.
Comparto la opinión del anónimo(12:18)Creo que el cuento de Juan no es nada predecible. Juan domina un humor muy fino y escribe con una precisión impecable, capaz de resolver la trama de un cuento con unas pocas líneas, tal como lo pone de manifiesto este cuento. Gracias, Manny, por participar. A mi también me gusta como escribe Juan. Y gracias al crítico por su intervención, aunque debo criticarle su falta de argumentos para demostrar su aseveración.
El maestro como siempre, hilando fino...
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