miércoles, 23 de diciembre de 2009

Los dos hombres nuevos


Por Joaquín Gálvez

El movimiento de la contracultura, constituido por los llamados Baby Boomers (nacidos durante la postguerra), representó una ruptura radical de los valores tradicionales de las sociedades capitalistas de occidente. La escuela neo marxista de Fráncfort, encabezada por Herbert Marcuse, la generación beat, la Revolución cubana y su influjo en el continente latinoamericano, así como la guerra de Vietnam en plena guerra fría, fueron factores que incidieron decisivamente en los cambios sociales que se produjeron durante la década de los años 60.

La música devino en elemento catalizador de esa generación, que tuvo a los hippies como sus representantes emblemáticos. En los países del campo socialista, el movimiento de la contracultura sirvió de arma propagandística para proclamar la crisis mundial del capitalismo y la correlación de fuerzas a favor del socialismo. Irónicamente, en Cuba, los reclamos - y valores- de esa generación anti establishment, tales como la liberación sexual, la rebeldía contra el status quo y el pacifismo, adoptaron el siniestro calificativo de “ diversionismo ideológico”.

El hombre nuevo, hijo de la Revolución cubana, que supuestamente había sido liberado de los rezagos del pasado capitalista, tenía ahora que vestir un cinturón (de castidad) ideológico, para que así su individualidad quedara atada a los dictámenes del oficialismo. Sin duda, existía un notable contraste entre el hombre nuevo de la sociedad capitalista y el hombre nuevo de la sociedad socialista cubana. La diferencia de marras estribaba en que el hombre nuevo del capitalismo era producto de una sociedad abierta y democrática, mientras que el hombre nuevo cubano era una fabricación del dirigismo gubernamental.

Los ideales liberales que permearon a las sociedades capitalistas occidentales, durante la década de los 60, fueron posteriormente incluidos en las agendas de diferentes partidos políticos. Por su parte, Cuba, al igual que el resto de los países del campo socialista, permaneció en una perenne inmovilidad social y política. A diferencia de su coetáneo capitalista, el hombre nuevo cubano estaba obligado a cumplir con un código de vestimenta y de apariencia física, y a mantenerse distante de la epidemia de la nueva idiosincrasia de la sociedad de consumo. ¿Cuál era la epidemia de esa nueva idiosincrasia? Indiscutiblemente que eran esos rasgos de rupturas nacidos del movimiento de la contracultura; los mismos que ensalzaban los ideólogos comunistas para endilgarle a la sociedad capitalista, sobre todo a la norteamericana, el rótulo de “conservadora y reaccionaria”.

El hombre nuevo cubano creció dentro de un campo minado de prohibiciones, de espalda a una realidad surgida de la rebeldía del hombre nuevo de la sociedad capitalista occidental. La difusión de la música Rock se convirtió en un delito en los países socialistas. Aquellos radios Selenas, en Cuba, fueron los catalejos que nos acercaron, por medio de las emisoras de FM, a ese mundo vedado. The Beatles, Bob Dylan, The Rolling Stones, The Doors, Led Zeppelin, Pink Floyd, etcetera, nos influenciaron más que Marx, Engels, Lenin y el Che Guevara. Ellos fueron nuestros verdaderos ideólogos, gracias a su doctrina prohibida: “el diversionismo ideológico”.

Con la perestroika soviética, la caída del muro de Berlín y el fin del campo socialista en Europa del Este quedó al descubierto el verdadero rostro del hombre nuevo. Realizaciones fílmicas, como el documental soviético No es fácil ser joven y la película polaca Yesterday, revelaron el acoso policiaco y la represión a que fueron sometidos los jóvenes rusos y polacos por tan sólo mostrar sus preferencias por la cultura creada por el hombre nuevo capitalista. Más tarde, durante el llamado período especial en Cuba, Tomás Gutiérrez Alea develaba esa realidad en su filme Fresa y Chocolate. Hay que destacar que en esta realización también salió a relucir la represión contra los homosexuales en la sociedad cubana, la cual tuvo la aquiescencia de las autoridades gubernamentales. El gay cubano no sólo cargaba con la cruz del prejuicio social, sino también con la del pecado ideológico (la U.M.A.P: ex purgatorio gay). Por cierto, el ex hombre nuevo Allen Gingsberg tuvo mejor suerte en Cuba, pues su castigo anti gay consistió en abordar un avión de regreso a los Estados Unidos.

Aquellos hombres nuevos, de la sociedad capitalista, crecieron y se formaron dentro de un marco de ilimitada movilidad, a tal punto que se les permite defender al régimen donde viven sus coetáneos cubanos; pero, desgraciadamente, a estos últimos se les penaliza por creer en lo que aquellos lograron instituir en el capitalismo. Al hombre nuevo del socialismo le impusieron la libertad dentro de una cápsula. Por eso, ese hombre nuevo, del último bastión comunista en occidente, es hoy un tiro que salió por la culata, tal como lo predijo Jim Morrison: “Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen articulo Gálvez. Es un análisis muy reflexivo sobre como el movimiento musical y sexual de los anos sesenta influyo en las sociedades libres y en contraste en una sociedad cerrada como Cuba. Tristemente los mismos que con tanto afán defendieron la libertad y los derechos individuales en las sociedades libres fueron y siguen siendo los primeros en ignorar y en muchos casos defender a la sociedad cubana. Una sociedad donde ellos no hubieran tenido cabida. El caso de Allen Gingsberg es un ejemplo clásico.

Armando Añel dijo...

Nada que agregar, muy completo. Otra vez: Feliz Navidad!

Joaquín Gálvez dijo...

Gracias Armando. Feliz navidad!