sábado, 31 de diciembre de 2011

Un poema de Joaquín Gálvez


Claro de luna para despedir el año

La luna cumple su misión de guitarra y de puñal.

He sangrado y he sonreído al borde de este precipicio:
                                                           los labios de la vida.
He vivido 365 días como un venado que, en medio de la caza,
lo ampara esa trampa que es la música.
He recorrido otro año...
Pero mañana volverá a buscarme una bala,
mientras Debussy me transforma en un destello de la gloria.

Por otro Claro de luna,
olvido que todos los días jugamos a la ruleta rusa.

viernes, 30 de diciembre de 2011

La cultura en el 2011 (la literatura)


Por Luis de la Paz

Las actividades literarias y artísticas en general, han dejado una sólida huella en Miami. Ya sean presentaciones de libros, cine, exposiciones, tertulias, conciertos, funciones de ballet, ópera o zarzuelas, los fines de semana (y en algunos casos a lo largo de toda la semana) hay una variedad cultural que despierta el interés del público.

Una manera de valorar esa vitalidad artística es a través de los libros publicados. A modo de resumen, en el 2011 se recuerda con agrado la presentación en la Librería Universal de Allá donde los ángeles vuelan, novela de José A. Albertini, definida como “una novela que rompe las amarras de las modas estéticas e irrumpe a plenitud en las sendas de la postmodernidad”. De la editorial del amigo Salvat salieron durante el año libros como Cuba y el Cayo Hueso de ayer de Alejandro F. Pascual; Cuba: desplazados y pueblos cautivos, varios autores, encabezados por Pedro Corzo; Anécdotas del Mayor de Israel Vera; Jimaguayú de Raúl Eduardo Chao; Vicente García: el incomprendido mayor general cubano, del historiador Enrique Ros; Mi patria de palmas y mambises, poemas de José Sánchez-Boudy; y Visiones de los últimos días y otras historias, del recién desaparecido narrador José Miguel González-Llorente, entre otros.

En La tertulia La Otra esquina de las palabras, que coordina Joaquín Gálvez, hubo actividades todo el año, incluso más de una al mes, con una variedad de propuestas que iban desde un maratón de lecturas por el mes de la poesía, hasta presentaciones de escritores como Ena Columbié, Daniel Fernández y Rubí Arana. El Café Demetrio, sede de La Otra Esquina..., fue el escenario para la presentación de los libros Inscrita bajo sospecha de Mabel Cuesta (Betania); De ceca en meca de Gabriel Cartaya (Betania); Inestable de Pablo de Cuba Soria (Silueta); Yo no bailo con Juana (Linkgua), del poeta cubano Ramón Fernández-Larrea; Lepanto: la batalla inacabada (Dédalo), del escritor español Rafael Cerrato; El libro de los Cocozapatos (Silueta), de Denis Fortún Bouzo; Los Martínez-Casado, una dinastía de artistas cubanos (Voces de Hoy), de Marta R. Martínez-Casado y Fundación del centro (Aduana Vieja), del poeta cubano Orlando Rossardi.

Es importante destacar las actividades del Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio, como la comparecencia del escritor húngaro Itsván Turczi, de visita en Miami para presentar su libro A través de los años. Otros visitantes que hicieron tertulia en el Pen fueron Rolando Morelli, Roberto Cazorla y Orlando Fondevila, además de actividades con miembros locales como Juan Cueto-Roig. El Pen publicó, bajo el sello Alexandria Library, Cuentistas del Pen, con relatos de 21 narradores.

Otra tertulia periódica, atractiva para los locales, es Intinity Forever. Creada por Baltasar Santiago Martín, se celebra en el Centro Cultural Calle Ocho, en una producción de la Fundación Apogeo. Este año se presentó, entre otros, a la escritora y editora Belkis Cuza Malé, quien recibió Las llaves de la Ciudad de manos del alcalde Tomas Regalado y dio a conocer en ese espacio su libro Los poemas de la mujer de Lot (Linden Lane Press).

Algunos otros libros que se publicaron y presentaron en el año que está por concluir fueron Ediciones El Puente en La Habana de los años 60: lecturas críticas y libros de poesía, del escritor y profesor cubano Jesús Barquet; Donde más duele tu nombre, libro del escritor cubano Sergio Galán Pino; El regreso de la ballena de Santiago “Chago” Rodríguez; Es triste ser gato y ser tuerto del desaparecido escritor cienfueguero Juan Francisco Pulido; y Yo, el arquero aquel, poemas de Manuel A. López.

La Editorial Alexandria Library, fundada por Modesto Arocha, ha publicado una veintena de libros en el 2011, además de una variedad de eBooks. Entre los libros impresos destacan La dama de la libertad de Josefina Leyva, Martí y la melancolía de Carlos Ripoll, Lo que queda de aldea de Eduardo Lolo y Memorias de un doble revolucionario de Heriberto Salgueiro.

También este año se presentaron Arte y literatura en el exilio, recopilado por Grace Piney y James J. Pancrazio, que recoge una veintena de ensayos analizando la literatura cubana en el exilio; Antología de la poesía cubana en el exilio, compilada por la escritora cubana residente en México Odette Alonso; El bronce vale, relatos de Eduardo Mesa; Solitar, poemas de Ena Columbié; De la palabra y el espejo, del escritor Efraín Riverón; Raquel Revuelta: a la memoria de una gran actriz de Juan Cueto-Roig; Visión 21/21 de Baltasar Santiago Martín; y En el lenguaje lascivo de los perros de Adalberto Guerra.

Un acontecimiento cultural fue la publicación de la novela La mujer del coronel de Carlos Alberto Montaner, todo un bestseller. También merece reconocimiento la consistente labor de la Editorial Silueta de Rodolfo Martínez Sotomayor y su esposa Eva M. Vergara, que a lo largo del año dieron a conocer 10 títulos (algunos de ellos ya mencionados), a los que hay que añadir Esas divinas cosas de Juan Cueto Roig; Médium y otras historias de Rafaela Vergara; El instante, novela del escritor José Abreu Felippe, con la que concluye su pentalogía El olvido y la calma; Los relatos de Maurice Spark de Ernesto G.; Ido a hurgar de Rolando Jorge; y De un tiempo deslumbrado de Alejandro Fonseca. También de interés es el proyecto editorial Neo Club Ediciones, entre sus títulos se encuentran El salto interior, ensayo de Ángel Velázquez Callejas, La noche del Gran Godo de Manuel Gayol Mecías, Jerónimo Esteve-Abril, apuntes y testimonios (biografía escrita por Armando Añel) y Apocalipsis: La resurrección, novela de Armando Añel.

El foro cultural de Delio Photo Studio, ha sido el marco para la presentación de los libros Sentado en el aire del poeta Juan Carlos Recio (Editorial Capiro) y Las horas, proyecto de Ena Columbié, bajo el sello Strumento.

No todo fue positivo. Hubo que lamentar las muertes de figuras artísticas de nuestro Miami. El profesor Jorge Castellanos Taquechel (95), el pintor nicaragüense César Caracas (75), la actriz Nena Acevedo (94), el escultor Tony López (92), el narrador José Miguel González-Llorente (72), el historiador Carlos Ripoll (90) y la escritora Elena Tamargo a los 54 años.

Un año, como todos, en que se pudo hacer más (siempre se espera más), pero del que los miamenses debemos sentirnos más que satisfechos.


Publicado originalmente en Diario Las Américas

miércoles, 28 de diciembre de 2011

2011 en fotos, en La Otra Esquina de las Palabras

Presentación del libro Inscrita bajo sospecha, de la escritora Mabel Cuesta

Presentación del libro De ceca en meca, del escritor Gabriel Cartaya

Encuentro con el escritor Santiago "Chago" Rodríguez

Presentación del poemario Inestable, del poeta Pablo de Cuba Soria







Los poetas María Eugenia Caseiro, Jesús Díaz (Tinito), Joaquín Badajoz y Beatriz Mendoza leen sus poemas en el evento dedicado al Mes Nacional de la Poesía

Encuentro con el escritor Daniel Fernández

              Presentación del poemario Yo no bailo con Juana, del poeta Ramón Fernández-Larrea

El escritor y periodista Alexis Ortiz le rinde homenaje al poeta venezolano Andrés Eloy Blanco

Presentacion del libro Lepanto, la batalla inacabada, del escritor Rafael Cerrato

Presentación del libro El libro de los cocozapatos, del escritor Denis Fortún

Presentación del libro La noche del gran Godo, del escritor Manuel Gayol

Presentación del libro En el lenguaje lascivo de los perros, del escritor Adalberto Guerra

Lectura de los poetas nicaraguenses Francisco Larios, Rubi Arana y Roberto Cuadra

Presentacion del libro Los Martinez-Casado, una dinastía de artistas cubanos, de Marta Martínez-Casado

An evening with Cuban American Poet and Art Critic Ricardo Pau-Llosa

Presentacion del libro Fundación del centro, del poeta Orlando Rossardi

Una tarde con el poeta Roberto Cazorla

Encuentro con la escritora Rosie Inguanzo

Homenaje al compositor y cantautor Mike Porcel

Encuentro con el escritor Juan Cueto-Roig

lunes, 26 de diciembre de 2011

LA PAUSA QUE REFRESCA



Por Reinaldo García Ramos

Para aludir a aquel antiguo anuncio de la Coca-Cola, confieso que para mí la lectura del libro de cuentos de Ernesto G., Los relatos de Maurice Sparks, ha sido “la pausa que refresca”. Lo he leído con alivio, con un particular regocijo. Sus páginas tienen un sabor muy diferente a lo que habitualmente producen nuestros narradores cubanos del exilio. Desde las primeras páginas, uno capta ese sabor diferente, las burbujas picantes del refresco, la brevedad calculada, que mata la sed pero que aún deja cierto deseo de seguir bebiendo.

Y es que el autor no pierde tiempo en nada que no le sirva para darnos alivio, para despejarnos del agobio conocido y relajarnos sin pretensiones ostentosas: sus rápidas historias, a veces relampagueantes, dejan a un lado de golpe las solemnidades del sufrimiento, las interminables nostalgias (decenas de páginas para recordar el silloncito en que se mecía la tía Eulalia, y cosas por el estilo), para darnos sencillamente una perspectiva más dinámica, tal vez más acorde con la rapidez de la vida actual y sus ritos.

Sus relatos son eso, relámpagos que estremecen el aire con el anuncio de algún aguacero cercano, chispazos en la oscuridad, que buscan hacernos ver, pero sólo a medias, alguna aventura fugaz, alguna manía íntima, alguna salvajada o depravación, o presentarnos sin mucha formalidad un personaje sospechoso o siniestro, insólito o senil. Este libro no nos atosiga con lloriqueos ni desfiles de víctimas, ni con otras chaturas aburridas de la inmanencia; nos habla sin engolamiento ni severidad, y eso es ya una conquista estilística para un narrador que salió de Cuba en 1995 y que desde entonces vive en Miami.

Pero no nos engañemos: tampoco estamos ante un libro inocente ni ingenuo. Aunque no lo deje entrever demasiado ni con facilidad, este autor se toma su oficio muy en serio. Si bien nunca permite que el tono se vuelva grave ni pomposo ni mucho menos altivo, el lector pronto descubre que Ernesto asume a conciencia la misión principal de una narrativa de esta índole: fabular, inventar ámbitos raros pero creíbles, llevar la mente del lector por rumbos inesperados.

El volumen está dividido en tres secciones. La primera, “Cualquiera es un Maurice”, contiene tal vez los textos menos convencionales del conjunto, y está dedicada precisamente a mostrarnos eso: que el Maurice que da título al conjunto (y que, claro está, es o quisiera ser el propio autor) pudiera también identificarse con cualquiera de los lectores. Son relatos ceñidos, casi viñetas muy certeras, que enseguida revelan su deuda con el narrador argentino Julio Cortázar, en particular con una determinada zona de la obra de este (por ejemplo, con Historias de cronopios y de famas, 1962). Ernesto se da aquí un paseo reverencial por los “juegos” cortazarianos, a los cuales impregna de una malicia entre líneas, una ironía muy cubana, como si dijera “este rioplatense sabía divertirse escribiendo, pero los tiempos cambian y yo soy un jodedor habanero…” O sea, a la estirpe satírica de los relatos de Cortázar, Ernesto añade una simpatía caribeña, un “no cojas tanta lucha”, y nos entrega en sus descripciones de bolígrafos (tal vez los mejores textos del libro, en términos de riesgo literario y actitud inusual) una serie de retratos psicológicos muy disfrutables. Aunque todos esos retratos me parecen prestigiosos, mi preferido es el que dedica a los bolígrafos de color indefinible, y en ese texto una frase como la que empieza con "En una cueva de Francia..." hasta el final del párrafo (página 19) es un buen ejemplo de que este autor puede emprender en sus próximos libros un vuelo más agudo, y llevar su intención satirizante a sitios más alejados aún del lugar común.

La segunda sección, “La primera vez fue en el carro”, está dedicada a los cuentos sobre sexo, en que el narrador (Maurice o alguno de sus dobles) nos cuenta sus aventuras ocasionales con mujeres de variada índole (incluso con una lesbiana que no lo era del todo). Por supuesto, son breves relatos bastante entretenidos, algunos más divertidos que otros, pero que transitan por terrenos más encharcados y revisitados por otros autores, con peripecias que corren más el riesgo de caer en la banalidad o en la falta de sorpresa. En esta sección ocurre uno de los eventos estilísticos más curiosos de este libro: Ernesto G. podría ser el único narrador cubano (no conozco ningún otro en la actualidad) que utiliza la palabra "pene", correctamente castiza y entalcada y bañadita, con olor a Palmolive, para referirse a lo que los varones tenemos entre las augustas piernas. Es curioso que en ningún momento recurra al catálogo casi infinito que tiene el español popular de Cuba para aludir a ese órgano, ni tampoco a los que ese español atesora para designar, dicho sea de paso, los atributos femeninos. Eso da a los relatos de esta sección del libro una resonancia muy particular, que no afecta la calidad ni el carácter genuino de los textos, pero los substrae a la apoteosis de vulgaridad que suele caracterizar mucha de la narrativa actual del cubano, ya sea de la isla o del exilio. Es como si este otro autor nos quisiera hablar de cochinadas, pero con voz ecuánime y absoluta corrección gramatical.

En la última parte del libro, “Los efectos secundarios”, hay relatos que pertenecen a zonas muy variadas: el autor se asoma a la crueldad, al absurdo, al legado kafkiano y hasta entra levemente en el reino inconfundible de Ray Bradbury. Tal vez por eso los resultados sean tan diversos, o tan desiguales. Al final, tras recorrer gamas estilísticas muy apartadas unas de otras, cierra el volumen con un texto bastante tradicional, "Un negocio redondo", un relato impecable, sellado y limpio, sin duda alguna uno de los mejores del conjunto, pero al mismo tiempo el menos personal, el que menos identifica a Ernesto G. como un autor con intereses propios e imprevisibles. Es como si el narrador se hubiera puesto a experimentar en esa última sección de su libro con distintas navajas recién compradas, para cortar la misma flauta de pan que había estado cortando en días anteriores, y al final decidiera no quedarse con ninguna de esas navajas, sino retornar, sonriendo mordazmente, al viejo cuchillo un poco oxidado, pero aún con filo suficiente, del costumbrismo o a la crónica realista.

De todos modos, una cosa hay que dejar en claro: estos cuentos son, para decirlo en buen cubano, un verdadero vacilón.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Handel - Messiah - For unto us a child is born/ T.S. Eliot-The Journey of the Magi






The Journey of the Magi

T.S. Eliot


A cold coming we had of it,

Just the worst time of the year

For a journey, and such a long journey:

The ways deep and the weather sharp,

The very dead of winter.

And the camels galled, sore-footed, refractory,

Lying down in the melting snow.

There were times when we regretted

The summer palaces on slopes, the terraces,

And the silken girls bringing sherbet.

Then the camel men cursing and grumbling

And running away, and wanting their liquor and women,

And the night-fires going out, and the lack of shelters,

And the cities dirty and the towns unfriendly

And the villages dirty and charging high prices:

A hard time we had of it.

At the end we preferred to travel all night,

Sleeping in snatches,

With the voices singing in our ears, saying

That this was all folly.


Then at dawn we came down to a temperate valley,

Wet, below the snow line, smelling of vegetation;

With a running stream and a water mill beating the darkness,

And three trees on the low sky,

And an old white horse galloped away in the meadow.

Then we came to a tavern with vine-leaves over the lintel,

Six hands at an open door dicing for pieces of silver,

And feet kicking the empty wineskins.

But there was no information, and so we continued

And arrived at evening, not a moment too soon

Finding the place; it was (you may say) satisfactory.


All this was a long time ago, I remember,

And I would do it again, but set down

This set down

This: were we led all that way for

Birth or Death? There was a Birth, certainly,

We had evidence and no doubt. I had seen birth and death,

But had thought they were different; this Birth was

Hard and bitter agony for us, like Death, our death.

We returned to our places, these Kingdoms,

But no longer at ease here, in the old dispensation,

With an alien people clutching their gods.

I should be glad of another death.


EL VIAJE DE LOS MAGOS


“QUÉ HELADA TRAVESÍA,

Justo la peor época del año

Para un viaje, y un viaje tan largo:

Los caminos hondos y el aire ríspido,

Lo más recio del invierno”.

' Y los camellos llagados, sus patas adoloridas, refractarios,

Tendidos en la nieve que se derretía.

A veces añorábamos

Los palacios de verano en las cuestas, las terrazas,

Y las niñas sedosas que nos servían sorbetes.

Iban los camelleros blasfemando, mascullando,

Huyendo, y pidiendo licor y mujeres,

Y las fogatas se extinguían y no había refugios,

Y las ciudades hostiles y los pueblos agresivos

Y las aldeas sucias y caras:

Cuánto tuvimos que aguantar.

Al final preferimos viajar de noche,

Dormir a ratos,

Con las voces cantando en nuestros oídos, diciendo

Que todo esto era locura.


Entonces llegamos al amanecer a un valle templado,

Húmedo, lejos de las nieves perpetuas, y olía a vegetación;

Con un arroyo y un molino de agua que golpeaba la oscuridad,

Y en el horizonte tres árboles,

Y un viejo caballo blanco se fue galopando hacia la pradera.

Luego llegamos a una taberna con hojas de parra en el dintel,

Seis manos junto a una puerta abierta

Jugaban a los dados por un poco de plata,

Y alguien pateaba los odres vacíos de vino,

Pero no había información, y seguimos

Y llegamos al anochecer, y justo a tiempo

Encontramos el lugar; era (podríamos decir) satisfactorio.


Todo esto fue hace mucho tiempo, recuerdo,

Y yo lo volvería a hacer, pero que quede

Esto claro que quede

Esto: ¿nos llevaron tan lejos

Por un Nacimiento o por una Muerte? Hubo un Nacimiento,

Teníamos pruebas y ninguna duda. Yo había visto nacer y morir,

Pero pensaba que eran distintos: este Nacimiento

Nos sometió a una dura y amarga agonía,

Como la Muerte, nuestra muerte.

Regresamos a nuestros lugares, estos Reinos,

Pero ya no estamos en paz aquí, bajo la antigua ley.

Con un pueblo extraño aferrado a sus dioses.

Cuánto gusto me daría otra muerte.


(Traducción: Tedi López Mills)

viernes, 23 de diciembre de 2011

Yosie Crespo gana el Premio "Nuevos Valores de la Poesía Hispana" (2011)










Centro Cultural Español de Miami y Ediciones Baquiana.


RESULTADOS de la IV CONVOCATORIA


“NUEVOS VALORES DE LA POESÍA HISPANA”(2011)


Con el objetivo de potenciar la poesía escrita en español entre los poetas más jóvenes del Estado de la Florida, el Centro Cultural Español de Miami y Ediciones Baquiana han creado una convocatoria anual en este género literario en los últimos cuatro años.


Después de una lectura cuidadosa y una deliberación adecuada de los poemarios finalistas, de un total de veintisiete manuscritos presentados a esta cuarta convocatoria, el jurado acuerda, por mayoría de votos, declarar como ganadora del Premio "NUEVOS VALORES DE LA POESÍA HISPANA" 2011, a la obra titulada:


SOLÁRIUM


Acto seguido se procedió a la apertura de la plica que otorga la titularidad de la obra a Yosleidys de la Caridad Crespo (Yosie Crespo), vecina de Miami, Florida.


El Jurado ha decidido otorgar este premio al manuscrito Solárium por su madurez estructural, el cuidado del lenguaje y las imágenes con tendencias filosóficas que se proyectan a través de la voz poética, entre versos repletos de juventud y una muestra de creatividad muy singular.

Los otros tres poemarios que quedaron como finalistas en este certamen son:


(1) Las islas en el espejo

de Inés del Carmen Morales (Miami, Florida)


(2) Palabras al viento...

de Erick A. Revuelta (Ormond Beach, Florida)


(3) Ensueño

de Kelly Presa Toledo (Miami, Florida)


El jurado valora positivamente el nivel general de las obras presentadas en esta edición del concurso.


El jurado estuvo compuesto por los profesores: René C. Izquierdo (Miami Dade College - Kendall Campus), Alicia E. Vadillo (State University of New York - Oswego), Beatríz Varela (Miembro de Número de la Academia Norteamericana de la Lengua Española), Lidia Versón (Universidad de Puerto Rico - Río Piedras) y Maricel Mayor Marsán (Directora de Redacción de la Revista Literaria Baquiana) como presidenta del mismo.

Cortesía: Instituto Cultural Rene Ariza (ICRA)

martes, 20 de diciembre de 2011

Un poema de Magali Alabau



LA CASA


La casa está cerrada,

oye a la lluvia

respirar contra el piso.

Espero como siempre

sin esperar a nadie.

Espero mis latidos

con ganas que vislumbren

a las apariciones.

La lluvia contiene mi insistencia,

mis agravios persisten en la queja.

Espero al enemigo

agazapada,

jugando a quién

se rendirá primero.

Siento el ruido de los pasos

en mis huesos,

en la dificultad de cada uno,

en ese movimiento equivocado

que traiciona.

Ahora voy hacia afuera

deseando estar adentro.

Espero como esos animales

que no saben hablar de sentimientos

que buscan un pedazo de algo

que no saben

mitigar el dolor en el abdomen.

La noche se abalanza

hacia la lluvia

monótona, severa, injusta.

¿Qué soy en esta bruma?

¿Semilla enterrada que se hincha?

¿Larva que el agua no soporta?

¿Soy sonido o temblor?

Un ente separado

que araña la cal

de las paredes

con su ruido.

Estoy en estos filamentos

de las gotas,

percatada de que en cualquier

momento mis fantasmas podrían

concretarse.

Hoy es Trotski,

su perra Maya,

la aurora,

el agua empantanada,

la carta que llega

y no respondo,

un sinnúmero

de sueños,

ese amor a los perros,

ese agarrarlos contra el pecho

y cuando mueren

encargarse una

hasta el último

detalle

y destello.

Parto

y pérdida,

la reducida piel, los otros ojos,

inevitable calvario de la espera.

Por más que quiera olvidar

las horas, la monotonía del día,

me despierta el ruido de la lluvia,

el movimiento de las hojas,

la caída del papel al piso,

la posible llamarada

prendiéndose en un fuego,

la falta de voluntad

que informa lo imposible.

Como un árbol marcado

esperando la herida

estoy ya sin moverme.

La herida que no cierra

que circula en el cuerpo

que demarca los viajes,

peripecias

y olvidos.

No recuerdo tu nombre.

¿Dónde has ido?

¿Hacia el paraje donde el bosque

termina, escapando

a mis tormentos?

El alba te cura cuando muere,

el sol te aliviará cuando aparezca,

el canto de las ramas

apuntará la herida

en que me escondo.

María Espinoza entrevista a Juan Gabriel Vázquez, Premio Alfaguara de novela 2011


Entrevista exclusiva al Premio Alfaguara de novela 2011, Juan Gabriel Vásquez

Por María Espinoza

Juan Gabriel Vásquez estudió Derecho en la Universidad del Rosario y Literatura Latinoamericana en La Sorbona. Vivió en Bélgica, pero actualmente reside en Barcelona. Ha publicado una recopilación de ensayos literarios, El arte de la distorsión (que incluye el ensayo ganador del Premio Simón Bolívar en 2007) y una biografía de Joseph Conrad, El hombre de ninguna parte. Colabora en diversas revistas y suplementos culturales, escribe ensayos y es columnista semanal del periódico colombiano El Espectador. Ha traducido obras de John Hersey, Víctor Hugo y E. M. Forster, entre otros. Es autor de la colección de relatos Los amantes de Todos los Santos y de las novelas Los informantes eHistoria secreta de Costaguana. Su tercera novela, El ruido de las cosas al caer, ha ganado el Premio Alfaguara 2011.

Entre sus premios y distinciones se destacan:

• Finalista del Independent Foreign Fiction Prize en Reino Unido con Los informantes.

• Premio Qwerty al mejor libro de narrativa en castellano (Barcelona) por Historia secreta de Costaguana.

• Premio Fundación Libros & Letras al mejor libro de ficción (Bogotá) 2007 por Historia secreta de Costaguana.

• Premio Alfaguara 2011 por El ruido de las cosas al caer.

¿Cómo entender la violencia en Colombia? ¿Cuál es su origen? ¿De qué manera se manifiesta? ¿Cómo buscarle una solución? Estas parecieran ser las preguntas que sirven de base al discurso de la novela El ruido de las cosas al caer, del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez. La obra comienza con el recuento de la fuga del hipopótamo del antiguo zoológico de Pablo Escobar, en el Valle del Magdalena. Este incidente es el punto de partida para que el protagonista y narrador, Antonio Yammara, haga un balance de la etapa de terror y violencia por la que pasó Colombia en los años setenta. La historia es prodigiosa, porque refleja la realidad a través de una observación minuciosa del comportamiento humano.

El ovillo que el escritor va desenrollando a lo largo de las más de 250 páginas es una prolongación de la memoria colectiva: una memoria que es activa, que no se circunscribe a hacer un recuento de los hechos y plasmarlos sobre el papel sino que estudia, observa, compara, analiza y saca conclusiones, siempre de manera constante, con digresiones (ineludibles), omisiones y vaivenes. Temas como la amistad frustrada, el amor o el miedo son examinados bajo el atento microscopio de la escritura de Juan Gabriel Vásquez. Quizá esta vehemencia por tratar estos temas humanos, por intentar comprender entre sus páginas todo lo imaginable, es el mayor reto al que Vásquez enfrenta en esta, su más reciente novela.

Al alejarse de la razón y la lógica para intentar hallar esas respuestas que busca mediante la memoria individual y colectiva, el escritor multiplica las probabilidades artísticas de la literatura, puesto que su novela alcanza múltiples interpretaciones, todas legítimas y compaginadas: novela de la violencia, novela psicológica, reflexión sobre la literatura colombiana. Es esto, quizá, lo más significativo en la obra de Vásquez: la posibilidad de descubrir en cada uno de sus pasajes y personajes la representación metafórica y simbólica de algo más. Juan Gabriel Vásquez nos concede la siguiente entrevista en exclusiva después de recibir el Premio Alfaguara 2011 por esta obra.


María Espinoza y Juan Gabriel Vázquez.
Fotografía José Santizabal.

ME: Ante una biografía interesante como la tuya surgen muchas preguntas. La primera de ellas: ¿cómo fueron tus inicios en términos de ambiente, inquietudes, etc.? ¿Qué factores empujaron o marcaron tu decisión de ser escritor? ¿Cuáles fueron tus primeras lecturas?

JGV: No recuerdo un momento en mi vida en que no haya escrito —y esto lo digo de manera muy literal, porque mi primer cuento apareció en publicaciones escolares y lo escribí cuando tenía ocho años—, de manera que mi oficio de contar historias por escrito viene realmente de muy lejos. En realidad siempre fui un escritor. No hubo un momento en el que decidiera convertirme en escritor: más bien siempre lo fui, porque esa siempre fue la parte más importante de mi vida. Más bien la decisión que tuve que tomar en cierto momento —mientras estudiaba Derecho— fue que eso no podía ser un hobby, un pasatiempo, sino que era el centro de mi vida. Entonces decidí reorganizar mi vida, eliminar la carrera y tratar de dar una serie de pasos hacia la decisión de que la literatura fuera mi profesión y mi manera de ganarme la vida. En otras palabras, nunca tomé la decisión activa de convertirme en escritor: más bien tomé la decisión de eliminar todo lo demás, todo lo que estorbaba, todo lo que se interponía en el cumplimiento de mi vocación.

ME: Te doctoraste en Literatura Latinoamericana en la prestigiosa Universidad de La Sorbona. ¿Qué papel ha jugado la academia en tu formación como escritor?

JGV: Bueno, tengo que aclarar que yo no llegué a terminar el Doctorado: terminé los estudios pero luego, en el momento de escribir la gran tesis que es el final de un Doctorado, me di cuenta de que los estudios doctorales habían sido solo un pretexto para estar en París y para aprender a escribir ficción mientras estaba en esta ciudad. Entonces, al momento de escoger entre escribir una tesis de 500 páginas o una novela, opté por la novela. Sin embargo, creo que el paso por la universidad —no solo por esa sino por otras en las que he estudiado de distintas formas la literatura— ha sido muy útil. Yo siempre he sido un escritor muy consciente de los procesos internos de la escritura, me gusta la reflexión, y sobre eso, me gusta la reflexión sobre lo que llamamos la cocina del escritor y la comprensión crítica de las novelas que me han marcado. Creo que los escritores no necesariamente tienen esto: hay escritores que repudian cualquier acercamiento a la teoría —como García Márquez, por ejemplo, que nunca ha escrito un ensayo de crítica literaria como tal—, y tenemos a otros, como Vargas Llosa y Fuentes, que tienen grandes libros sobre Madame Bovary, Cervantes, Víctor Hugo, sobre la novela como género, que son libros teóricos, interpretativos. Yo me siento mucho más afín a esta manera de entender la literatura, a esta conciencia de qué es lo que hace que un libro funcione.

ME: ¿Cuáles son los autores a los que recurres periódicamente? ¿Quiénes son tus influencias?

JGV: Creo que cuando hablamos de influencias nos referimos a aquellos escritores que nos abrieron una puerta. Esos escritores que nos demostraron que está permitido algo que hasta ese momento habíamos creído prohibido. En ese momento yo suelo repetir el nombre de Phillip Roth, que fue quien me enseñó que yo podía escribir sobre el pasado colombiano a través de individuos y a través de mi propia experiencia, pero también hablo mucho de Orhan Pamuk, de Carlos Fuentes en ciertas novelas, de algunos escritores que me demostraron algo muy importante, que es la libertad total del novelista frente a la historia, el derecho que tiene de modificar la historia conocida si es necesario para escribir sus propias ficciones. Luego hay otros, como Vargas Llosa, que me influenciaron no tanto por sus novelas —aunque las leo y las admiro—, sino por una suerte de ética del escritor. Esa consagración total del escritor al oficio, esa idea de que la literatura es un trabajo excluyente y la labor del escritor es eliminar de su vida todo lo que estorbe, todo lo que se interponga entre él y el siguiente libro, ese tratamiento de la literatura como una obsesión, como un vicio, es una gran influencia para mí, y eso viene de Vargas Llosa.

Entonces hay muchos. Quizá si yo tuviera que escoger a uno solo entre los clásicos modernos sería Joseph Conrad, que me ha marcado de una manera que no puedo explicar muy bien. Probablemente tiene que ver con una cierta idea de que la literatura —entre muchas otras cosas— lo que mejor hace es explorar los momentos oscuros de nuestra experiencia no solo individual, sino también colectiva, la experiencia como países, por ejemplo. Eso es una cosa que yo he hecho obsesivamente en mis novelas: tratar de echar un poco de luz sobre momentos oscuros de la historia colombiana y ver lo que hay allí. Eso es un resultado, yo creo, de la lectura de Conrad; entonces, en muchos sentidos, las novelas que yo hago son un resultado de la lectura obsesiva de las suyas.

ME: En tu opinión, ¿cuáles fueron los ingredientes para que la novela El ruido de las cosas al caer tuviera los éxitos que ha logrado?

JGV: Lamentablemente no los conozco: si así fuera estaría tranquilo, porque haría la siguiente novela la haría con esos presupuestos y no tendría ningún problema, pero nadie sabe cuáles son. Creo que era William Sommerset Maugham, el escritor inglés, quien decía que para escribir una novela hay diez reglas, el problema es que nadie sabe cuáles son. Yo creo que es cierto: no hay recetas, nadie sabe por qué un libro encuentra comunicación con los lectores. El ruido de las cosas al caer viene acompañado de un premio y eso le da el impulso inicial, pero vamos a ver si la gente lo sigue leyendo dentro de diez años: ese es el reto real. Hay muchos libros que son exitosos en su comienzo porque nacen en determinadas circunstancias y de los que en diez años los lectores se han olvidado, y por el contrario, hay libros que cuando salen publicados no hacen ningun ruido, en los que nadie se fija, y cincuenta años después se convierten en los grandes clásicos de su tiempo, de manera que nadie sabe.

ME: Terminar esta, tu más reciente novela, te tomó más o menos dos años. Cuéntanos un poco cómo fueron esos dos años: de cuánto tiempo disponías para escribir, cómo era tu rutina, cual fue tu método.

JGV: Bueno, el tiempo era absolutamente libre: yo no tenía limitaciones de ningún tipo. Me tomó dos años y medio. Me resulta muy difícil hablar del método, porque es la novela menos metódica que he escrito, pero es curioso, porque el resultado final da la apariencia de que el método es muy pensado y muy calculado, y resulta, que en esos dos años y medio yo llegué dos o tres veces a la página 100 de la novela y tuve que tirar todo a la basura porque no funcionaba, porque no servía, porque yo no había encontrado cuál era mi historia, cuáles eran mis temas. Fue una novela que me costó mucho trabajo, porque tardé mucho en descubrir la novela que estaba escribiendo. Cuando se escribe sin planes, sin calcularlo todo, sin medirlo todo, esos son riesgos que se corren. Por otra parte, esta es una novela que escribí en momentos de muchos viajes, y eso, que al principio me pareció un problema para la escritura de una novela, al final se convirtió en una ventaja. Tuve una especie de revelación: me di cuenta de que los viajes me sirven mucho para escribir porque aportan momentos de absoluta soledad y absoluta desconexión con el mundo, sin ninguna de las obligaciones de la cotidianidad de la vida doméstica. Eso a mí me alimenta mucho la imaginación. Los largos tiempos de reflexión que exige una novela han sido muy benéficos para mí. De manera que he descubierto que viajar, no estar en mi estudio, no estar en mi casa, paradójicamente alimenta mi trabajo como novelista.

Se trata sobre todo de esos momentos de mucha soledad e instropección que tiene uno cuando viaja. Un vuelo de seis o siete horas, por ejemplo, para mí es un espacio extraordinario, porque son siete horas en las que uno no tiene ni teléfono celular, ni internet, ni obligaciones domésticas: lo único que puedes hacer es pensar y trabajar, y además te traen la comida. Entonces es un espacio fantástico.

ME: ¿Los personajes de esta novela son ficticios o reales? ¿Cuál de ellos fue el mas difícil de lograr?

JGV: El personaje principal, Ricardo Laverde, es un joven colombiano que forma parte de la primera generación de pilotos que llevaron droga a los Estados Unidos. Fue el más difícil, porque es alguien absolutamente alejado de mi experiencia. Como nunca he tenido un contacto ni siquiera relativamente cercano con un narcotraficante, requirió un esfuerzo de imaginación, comprensión e investigación: hablar con gente, buscar libros, documentarme. Y el esfuerzo es doble por cuanto es un personaje moralmente dudoso. Yo tenía que cuidarme mucho de la condena, porque la labor de un novelista no es condenar ni absolver, sino comprender y conservar esa especie de imparcialidad que tanto preocupaba a Flaubert. De manera que, en ese sentido, fue quizá el más difícil.

ME: ¿Qué cambios técnicos o estructurales ha experimentado tu obra desde tus inicios hasta la fecha? ¿Cómo se diferencia El ruido de las cosas al caer de tus novelas pasadas?

JGV: Yo publiqué dos novelas muy joven, con 24 y 26 años, y son novelas que desde entonces he desechado de mi biografía, de mis solapas, he dejado de declararlas, digamos. Después de esas novelas vino un libro de cuentos cuyas historias suceden casi todas en Bélgica y en los países en los que viví antes de llegar a Barcelona. Y ninguno de esos tres libros: ni las dos novelas desechadas ni el primer libro maduro y presentable, que es un libro de cuentos, ninguno de esos libros habla de Colombia porque no sabía cómo hacerlo. Yo creo que la gran novedad, el gran descubrimiento a partir de Los informantes fue cómo escribir sobre mi país, y eso tiene también relación con cambios estructurales, porque es un determinado tono, son ciertos descubrimientos estilísticos lo que me ha permitido escribir sobre Colombia. Eso es lo más importante.

ME: Estudiaste Derecho, ejerces el oficio del periodismo y además eres traductor. ¿De qué manera esta visión múltiple ha influido en tu obra?

JGV: La traducción es una escuela de escritura. Creo que si escritores jóvenes me pidieran consejos para escribir, les diría que aprendiesen a traducir literatura: es la mejor escuela. El periodismo ha sido algo que me ha acompañado siempre, pero la escritura de una columna de opinión —que es una de las cosas que hago— me parece muy extraña para un novelista. El novelista —o por lo menos el tipo de novelista que soy yo— es alguien que trabaja con preguntas, alguien que escribe porque ignora algo, porque no conoce, porque tiene dudas, porque hace preguntas. En cambio un columnista, por lo menos durante el espacio de la columna, está absolutamente seguro de algo y quiere convencer al resto de la gente de eso, entonces tiene certidumbres, todo es absolutamente claro para él en ese espacio. A mi entender estas dos actitudes chocan, hay allí una esquizofrenia muy rara.

ME: El narcotráfico, tema pivote en esta última novela, es uno de los grandes problemas de Latinoamérica, Estados Unidos y del mundo en general. En tu opinión, ¿esta es una guerra perdida? ¿Qué retos enfrentan las nuevas generaciones?

JGV: Cuando uno de los países más ricos del mundo dedica una parte tan grande de su presupuesto a un objetivo durante cuarenta años y no lo logra, creo que es tiempo de sospechar que es imposible hacerlo.Yo creo que es el caso de la llamada “guerra contra las drogas”. Es una guerra que no se puede ganar porque siempre habrá consumo; como dije en mi presentación en la Feria del Libro de Miami, no hay una sociedad libre de drogas en toda la historia de la humanidad. Entonces lo que debemos es que ese consumo haga el menor daño posible, y desde luego, esto no se puede hacer por la vía de la ilegalización, la cual criminaliza algo que simplemente es un problema de salud pública y lo convierte en un problema de orden público. Para mí ese es un grave error y sus consecuencias las vemos ahora en Latinoamérica en general, y en México en particular.

ME: El desarraigo y el exilio han marcado la vida de los inmigrantes en este país. ¿De qué manera te ha marcado a ti como escritor? ¿Qué podrías decirnos de tu decisión de migrar a Europa? ¿Cómo fue la experiencia de vivir lejos de Colombia?

JGV: Yo suelo defenderme de la idea de exilio porque no soy un exiliado: yo puedo volver a mi país cuando quiera. De hecho lo hago, no pierdo el contacto; en cambio sí tengo amigos que son exiliados políticos para quienes la situación es muy distinta.

Sí creo que el desarraigo me ha marcado mucho, y la verdad de manera positiva —aunque claro que no viene sin problemas—. Yo, por razones temperamentales, me siento mucho mejor en países que no son el mío, en lugares donde me siento extraño, donde hay un cierto choque con otra gente, con el país de acogida, y pienso que eso ha sido muy fértil. Creo que mirar a Colombia desde la distancia me ha permitido tener otra perspectiva. En muchos sentidos yo repito siempre que ha sido la distancia en el espacio, pero también la distancia en el tiempo, los años que he pasado fuera de Colombia lo que me ha permitido escribir sobre mi país. De manera que no ha sido sino provechoso en ese sentido.

ME: Se dice que un escritor es una persona inexcusablemente solitaria. ¿Compartes esta idea?

JGV: Sí, yo nunca sé si uno comienza a escribir porque tiene el temperamento solitario y es un canal de salida, una catarsis, para ciertas emociones, o si es al contrario, uno se vuelve solitario porque lo que lo que lo obsesiona es escribir historias y eso no se puede hacer en compañía. Entonces no lo sé, pero sí creo que hay una cuestión de temperamento que condiciona mucho el oficio de escritor. Me gusta mucho estar con la gente que quiero, con mi familia, con mis amigos, pero tengo el temperamento muy independiente, muy solitario, y eso ha sido así siempre. Por lo tanto sí creo que hay relación, claro.

ME: ¿Qué piensas de la revolución tecnológica aplicada a la industria editorial: los e-book, las nuevas costumbres de lectura, etc.?

JGV: Creo que estamos en un momento muy incierto en el que es muy difícil prever lo que va a pasar. A mí me suele molestar mucho esa especie de tecnolatría, de adoración ciega en la que se ha caído que yo no comparto para nada. Creo que el libro electrónico tiene varios problemas y que aún no hemos llegado al fondo de ellos. No hemos medido las consecuencias de lo que puede pasar en un mundo en el que el libro electrónico sea el único soporte; creo que hay varios problemas de censura, por ejemplo, que se producirían en sociedades donde solo hubiese libros electrónicos. Pero también creo que mi relación con los libros tiene un grado de romanticismo que está destinado al fracaso y a la extinción, porque tiene un punto irracional. Pienso que esto, como tantas otras cosas, es de pronóstico reservado, como dicen los médicos.

ME: Coméntanos tu opinión acerca de la narrativa colombiana actual.

JGV: Pienso que pasa por un buen momento, y la prueba —ya lo he dicho en otra parte— es que no entra una sola mesa de novedades en Colombia: hay cinco generaciones distintas publicando novedades. En este momento hay escritores que acaban de pasar la treintena y están publicando libros interesantes, y hay otros que van a cumplir setenta años y están publicando libros nuevos. No estoy hablando de García Márquez o de Álvaro Mutis, quienes pertenecen a una generación que ya está en otro nivel, sino escritores como Tomás González, por ejemplo. Entonces creo que también es un buen momento para los lectores.

ME: ¿Qué consejos les darías a los escritores que recién comienzan?

JGV: Que no se metan en esto si creen que pueden vivir sin hacerlo. Es decir, que solo se dediquen a la literatura si están convencidos de que serían absolutamente infelices si no lo hicieran. El trayecto de un escritor es muy duro, está lleno de dificultades, de renuncias. Uno tiene que renunciar a la tranquilidad económica, tiene que renunciar muchas veces al tiempo con la gente que quiere, tiene que renunciar —en el noventa por ciento de los casos— al reconocimiento. Todo es muy difícil si uno no está obsesionado con el asunto, si la literatura no es una obsesión, un vicio que no se puede dejar de lado. Si la literatura no es lo que a uno lo hace realmente sentirse satisfecho con su vida, no vale la pena pasar por todas esas dificultades. Entonces mi consejo es ese: que no lo hagan si no sienten que es absolutamente necesario para su bienestar emocional.

ME: ¿Qué ha significado para ti el Premio Alfaguara?

Lo primero es encontrarme de la noche a la mañana prácticamente hablándole a un grupo de lectores mucho mayor del que yo tenía. Yo nunca había sido un escritor de grandes ventas, y de repente, sin haber cambiado mi idea de lo que son mis novelas, mi idea de lo que es mi proyecto literario, tener un público que se ha multiplicado de una manera muy grande para mí, es una novedad y también una satisfacción, porque a mí me gusta la idea de la novela como un acto de comunicación, entonces con cuántas más personas me comunique tanto mejor. Eso es lo más interesante.

ME: ¿Qué es para ti Miami?

JGV: No sé… Es una ciudad muy rara, impredecible. Creo que tiene una mezcla de culturas con las que no se hace mucho escándalo, como sí sucede con Londres o Nueva York, por ejemplo, por esa mezcla de culturas. Pero creo que lo que sucede en Miami no es inferior a lo que sucede en esas mezclas de esas otras ciudades y eso genera choques, genera encuentros que son muy interesantes.

ME: Probablemente seas muy joven para formularte esta pregunta, pero de igual manera te la hago: ¿cómo le gustaría a Juan Gabriel Vásquez que lo recuerden?

JGV: La verdad es que no me interesa mucho que me recuerden, pero sí que recuerden mis libros. En realidad me interesaría mucho más que dentro de cincuenta o cien años todavía se siga leyendo algún libro mío y que la gente —aunque no tenga la menor idea de quién era yo—sepa quién es uno de mis personajes. Esa sería mi única relación con esa idea de porvenir.

ME: Juan Gabriel, muchas gracias por esta entrevista, y que sigan los éxitos.

Posted In MIAMI ON,NUESTROS ARTISTAS,VOLUMEN 16

lunes, 19 de diciembre de 2011

Palabras leídas por Juan Cueto Roig en La Otra Esquina de las Palabras


Por Juan Cueto-Roig

Gracias Joaquín, no sólo por invitarme, sino también por patrocinar estas tertulias culturales. Y muchas gracias al laureado dramaturgo Manuel Reguera Saumell y al profesor Manuel Torner, que regresaban hoy a Barcelona y cambiaron su reservación para mañana, con el fin de poder asistir a mi lectura. Y gracias a todos los presentes, que robaron tiempo a las compras y preparativos navideños para estar aquí hoy.

Quiero advertirles a los que no me conocen que quien les habla es un escritor al que puede definírsele con una sola palabra: escueto. Y si de creación poética se trata, con dos: muy escueto. Y aunque confieso que me gustaría ser más hacendoso, no envidio a los poetas que desde que se levantan hasta que se acuestan escriben, no sólo todo lo que les ocurre, sino también todo lo que se les ocurre. ¡Qué aburrimiento!

Suscribo lo que expresó ese maravilloso poeta español contemporáneo José Ángel Valente. Un haiku es un poema breve de larga, a veces enorme, duración. Mientras que hay poemas extensos cuya duración es manifiestamente escasa. ¡Qué acertada definición la de Valente!

Para mí, la poesía es un elixir, cuya exquisitez debe ser degustada en dosis que no harten ni indigesten.

Ahí tenemos a Tomas Tranströmer, el premio nobel de literatura 2011, cuyo corpus poético está constituido por la escritura de no más de seis poemas al año.

No quiere esto decir que yo menosprecie de manera absoluta los poemas largos. Por ejemplo, En la Calzada de Jesús del Monte, de Eliseo Diego, es uno de mis poemas favoritos, pero no cualquiera tiene el talento de Eliseo ni es capaz de mantener el interés del lector durante páginas y páginas.

Como bien expresa ese sabio refrán “Quien mucho habla, mucho yerra”. Así también, mientras más extenso sea un poema, más posibilidades hay de que yerre y aburra.

Pues bien, debido a mi limitado y prudente repertorio, no se extrañen si escuchan esta noche poemas que he leído en otros recitales (que aunque no cante ni recite, me encanta esa palabra). Si recuerdan algunos de los que voy a leer, es porque merecieron permanecer en sus memorias, y quiero suponer que no les importará oírlos de nuevo.

Para hacer menos monótono y más duradero este acto, intercalaré algunos textos en prosa. Así que dispónganse, con la mejor disposición y benevolencia, a escuchar crónicas, poemas muy buenos (yo no creo en la hipócrita falsa modestia), varios que han sido catalogados, no sólo por generosos colegas, sino también por prestigiosos críticos literarios, como antológicos. Y además, poesía divertimiento, que, aunque algunos la menosprecien, también tiene su encanto. Así que vamos a divertirnos, y a pensar sonriendo, como invitaba a escuchar su programa radial ese magnífico cronista y excelente poeta, Orlando González Esteva.

Finalmente, quiero añadir que mi poesía es convencional; quienes gusten de ciertos vanguardismos tan de moda, que por cierto, con la proliferación mimética de esa moda ya van pasando de moda, sean tolerantes, que aquí no he venido a sentar cátedra ni a polemizar, sino a confraternizar entre amigos.

LECTURA DE JUAN CUETO-ROIG EN LA TERTULIA LA OTRA ESQUINA DE LAS PALABRAS
El viernes 16 de diciembre de 2011, en Café Demetrio

sábado, 17 de diciembre de 2011

Juan Cueto-Roig en La Otra Esquina de las Palabras: Fotos y palabras de presentación


















Presentación del escritor y editor Rodolfo Martínez Sotomayor


La Editorial Silueta se siente honrada de contar con el escritor Juan Cueto Roig en su colección, lo ha hecho con traducciones y cuentos de valor. Siendo incluso uno de sus libros Veintiún cuentos concisos, medalla de oro en el certamen The Florida Book Awards al mejor libro editado en Español a un autor de la Florida. Como ya he presentado tantas veces a este escritor de elegancia decimonónica, y créanme que no lo digo en alusión a sus años vividos, ese misterio sólo comparable con la exacta edad de las pirámides.

Para no repetirme a mí mismo, lo haré esta vez con un divertimento, una Larga oda al rey de la brevedad, décimas de rimas a veces perfectas y otras dispersas como la propia inspiración:


Larga oda al rey de la brevedad, Juan Cueto-Roig


Esta aquí el señor Don Cueto,

a mi derecha sentado,

a quien Gálvez, muy dispuesto,

presentar me ha encomendado.

¿Qué he de decir de un maestro

de la concisión precisa?

Su prosa pule, barniza

Como un carpintero diestro,

no hay un lenguaje siniestro

como Chejov, sintetiza.


Irónica y penetrante

suele ser su narrativa,

y el arcano de la vida

a veces tema constante.

Aunque haya escrito bastante,

mirando su corta edad,

no tiene conformidad,

dice que es su limitante

aunque da tranquilidad

no ser bardo delirante.


Para cerrar con su prosa

hija de un cuidado oficio,

claro y penetrante juicio

en que su verso reposa.

Diré a ustedes una cosa

que quiero sepan también

carece, para su bien

de golondrinas y rosas

no hay trillados artificios.

ni razones de un desquicio.


Como traductor un día

con Kavafis se atrevió,

cierto vulgo comentó

que el Griego no era su fuerte,

en fin, que mi amigo Cueto

se merecía la muerte,

pero yo le digo ahora

como acto de pura fe,

que me gusta Media hora

y En la puerta del café.


Dicen algunos que saben

que a Cumming lo mejoró

y que Cueto allí logró

lo que otros no han podido,

hacer del verso un cautivo

de castellana escritura.

Reviviendo y con frescura

lo que en inglés ha nacido

con Esas divinas cosas,

Cueto siguió de atrevido.


El explica sus motivos,

las metas de un traductor,

son su motor impulsor

Shakespeare, Tennyson y Yeats

Sigue con Cumming, con Plath,

Ezra Pound dormía en paz

Fascio, olvidado rapaz,

En una estación del metro

Cueto ofreciéndole un cetro

Lo hace invencible y capaz.


Mas creo que ya es la hora

de escuchar a nuestro autor

se trata de un gran señor

que con las letras labora,

no hay en él pedantería

si hay sapiencia y alegría,

el es un hombre de bien,

Lord Inglés de Caibarién,

ya no hay más guataquería

Cueto es de ustedes también.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Un poema de Joaquín Gálvez



El hilo de Teseo

Esta ciudad es un laberinto, con su Minotauro absuelto.

Todos los días somos los comensales en sus fauces,

pues ya no nos salva la infalible espada, el certero hilo.

¡Qué dócil monstruosidad la que nos acechó en Creta!

Ariadna, solamente nos queda una carta para redimirnos:

deja que tu belleza me penetre como una espada,

y rescataré la certeza de tu hilo en un poema.

Ahora que el laberinto se ha expandido por todo el mundo,

y vivir en las fauces del Minotauro garantiza

que, en cualquier momento, nos puedan cortar la cabeza.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Este viernes, encuentro con el escritor y traductor Juan Cueto-Roig en La Otra Esquina de las Palabras

Foto: Iván Cañas

La Otra Esquina de las Palabras invita a un encuentro con el escritor y traductor
Juan Cueto-Roig.

La presentación estará a cargo del escritor y editor Rodolfo Martínez Sotomayor.

Café Demetrio
300 Alhambra Circle, Coral Gables
305-448-4949
Viernes 16 de diciembre, a las 6:30 pm


Juan Cueto-Roig nació en Caibarién, Cuba. Exiliado de la Isla en 1966, reside actualmente en Miami. En 1996 publicó En la tarde, tarde (Poesía), Editorial Sibi, Miami. En 2000, Palabras en fila, en clase y en recreo (Poesía), Editorial Verbum, Madrid. En 2002, Ex-Cuetos (Relatos), Ediciones Universal, Miami. En 2004, Hallarás lobregueces (Relatos), Editorial Ultra Graphics, Miami y En época de lilas (Traducción al castellano de 44 poemas de e. e. Cummings), Editorial Verbum, Madrid. En 2007, Verycuetos (Crónicas), Editorial El Almendro, Miami. En 2009, Veintiún cuentos concisos (Relatos), Editorial Silueta, Miami. En 2010, Constantino P. Cavafis. Veintiún poemas (traducidos del inglés), Editorial Ultra Graphics. En 2011, Esas divinas cosas. Tribulaciones y alegrías de un traductor, Editorial Silueta.