lunes, 7 de enero de 2013

La resaca como cómplice del canto



 


La resaca como

cómplice del canto
Lourdes Tomás
Joaquín Gálvez
Alguien canta en la resaca
Término Editorial
Cincinnati, 2000, 62 pp.


Desde su título, el poemario ALGUIEN canta en la resaca de Joaquín Gálvez (La Habana, 1965) nos enfrenta con una situación paradójica: la de cantar en la adversidad. La resaca remite al obstáculo que impide el avance hacia un suelo firme donde reposar. Nadie cantaría en la incertidumbre de navegar siempre contra la resaca. No obstante,a lo largo del tiempo, que es también un mar incierto, los poetas han cantado a la orilla de calma que su imaginación les promete, a la esperanza de encontrarla, y han cantado aún después de entender que tal orilla / para el hombre no está reservada (62). El viaje que nos propone Gálvez en sus páginas culmina con la comprensión de que todo paraíso es sólo numen, pretexto para el canto poético.
 
El libro está dividido en tres partes. En la primera de ellas, Con la cicatriz del tiempo, el tema axial, como su título indica, es la memoria: el poeta vuelve ahora la mirada a su pasado, a la herida que le legó la cicatriz.Los textos se ordenan aquí según la cronología de los hechos autobiográficos aludidos.Los poemas iniciales (Infancia y Beatlemanía) comprenden la fase de la inocencia en la vida del autor.

Seguidamente asistimos a su conflicto con una Historia que invade completamente su ámbito personal y determina su destino. La conciencia de una situación que incapacita la voluntad individual provoca el abandono del país de origen. Los poemas entre Lost Generation y el fin de la primera parte abarcan la experiencia del poeta en un destierro que lo convierte en un hombre escindido: un desertor de su propia historia (24), un ser separado de su sombra, de su memoria.

La segunda parte, La máscara frente al rostro, constituye una reflexión sobre el tema de lo aparente y lo real. En los primeros poemas, que se dirigen a los personajes emblemáticos, la máscara representa lo engañoso entendido como hipocresía. Sin embargo, hacia el final de esta sección, lo aparente resulta ser el yo en continuo devenir. En Autorretrato leemos:

 
El hombre que fui durante diez años,

le reclama los derechos del Yo

al que hoy escribe estas palabras… (40)

 
¿Cuál de los dos es el real, el hombre que fue el poeta hace diez años o el hombre que es ahora? El tiempo lo reduce todo a máscara.

En la tercera y última parte, Alguien canta en la resaca, el amor, la vida, el sueño y la muerte se funden y se constituyen en un tema único: el arte. Todo existe para ser sustancia de la poesía, que es corazón real del poeta en la vida (62), y es sepultura de la muerte (56). El pesimismo que rezuma este poemario no nos abisma al final en el despropósito o el absurdo. Existir es padecer, pero el sufrimiento se justifica como razón del canto. Porque el hombre no está en la orilla prometida, emprende el viaje interior, la aventura de crear:

 
Mi mundo no pertenece a mi reino,

pero yo he creado un reino

a pesar de mi mundo. (pag. 53)

 
Capaz de erigir un reino a imagen y semejanza del poeta, la poesía es la única llegada posible (62).

 Alguien canta en la resaca abarca a Cuba dentro y fuera de Cuba. La historia posrevolucionaria de la nación, su dolorosa búsqueda de un paraíso socialista, el fracaso de su empeño, la consecuente diáspora, el siempre obsesionante mar cubano yacen en la metáfora de ese alguien que canta entre azules a una tierra amurallada por infranqueables resacas, a su orilla de calma por siempre inaccesible, y se encuentra a sí mismo en el canto, y encuentra en sí mismo la Isla Prometida. Pero esa metáfora no se circunscribe a un tiempo y un espacio determinados. De la experiencia cubana, Joaquín Gálvez rescata para la poesía una esencia trascendente. Si me preguntasen el gentilicio del cantor de la resaca, diría que no lo tiene, o que lo tiene solo si humano es un gentilicio.

 
Reseña publicada originalmente en la revista Encuentro de la Cultura Cubana
 
Lourdes Tomás Fernández de Castro (La Habana, Cuba). Ensayista y narradora. Ha publicado el libro de cuento Las dos caras de D (Sibil, 1985); Fray Servando Alucinado (University of Miami, 1994, Premio Letras de Oro(ensayo); Espacio sin fronteras ( Premio Casa de las Américas, 1998 (ensayo); y la novela El domador (Vinciguerra, 2007). Reside entre Miami y Buenos Aires.
 
 

 

2 comentarios:

  1. Joaquín : Muy bueno e incisivo el comentario de Lourdes de quien ya conocemos su talento
    Hiciste bien en reproducirlo,lo aplaudo aunque ya lo conociera .Es muy merecedor a tu poemario de tan sugestivo título
    Rita Geada.

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  2. Gracias, Rita. Coincido contigo en lo que dices de Lourdes. Un abrazo

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