Por
Sarah Moreno, El Nuevo Herald
El
escritor cubano Lorenzo García Vega, representante destacado del grupo Orígenes
e importante innovador de la poesía de habla española, falleció hoy en Miami
aproximadamente a las 5 p.m. en el Metropolitan Hospital.
Vega,
de 85 años, sufrió recientemente un ataque vesicular, que se le complicó con un
grave padecimiento del corazón que lo aquejaba desde hacía tiempo.
“Lorenzo
era un escritor incesante, que estuvo trabajando activamente hasta hace muy
poco. Fue uno de los grandes innovadores de la poesía cubana, que trascendió
los límites de la isla”, expresó el escritor y crítico de arte Carlos M. Luis,
quien lo consideraba un gran amigo y solía salir a caminar todos los días con
García Vega.
“Sus
libros de aforismos son muy importantes, entre ellos Los rostros del reverso.
Tenía la habilidad de convertir los hechos cotidianos en una reflexión sobre la
vida”, indicó Luis, apuntando que con su estilo confesional, que a veces se
inspiraba en los sueños, García Vega podía transformar un viaje al supermercado
Publix en una pieza literaria de gran valor.
García
Vega (Jagüey Grande, Cuba, 1926) es uno de los últimos miembros que quedaba del
grupo literario que se reunió en torno a la figura de José Lezama Lima, y que
fundaron la revista Orígenes en la década de 1940, una publicación de
importancia capital en las letras hispanoamericanas. Sólo le sobrevive de este
grupo la poetisa Fina García Marruz, que reside en Cuba.
“Lorenzo
es uno de los poetas que ha sido reconocido tarde, pero con una intensidad muy
grande”, señaló Luis, contando que había recibido recientemente un homenaje en
la ciudad de Huelva, España.
Entre
los libros seminales de su quehacer destacan el poemario Suite para la espera
(1948), que se considera una reinvención estética de los ideales surrealista y
cubista. “Lo compuso bajo la tutela de Lezama, y según su consejo, hizo cambios
en ciertas palabras y frases para enriquecerlo”, contó Luis, añadiendo que fue
Lezama quien le recomendó la lectura de Los cantos de Mardoror, del Conde de
Lautréamont, que tuvo una gran influencia en su obra.
En 1952
García Vega recibió el Premio Nacional de Literatura en Cuba por Espirales del
Cuje, y en 1979 publicó el ensayo autobiográfico Los años de Orígenes (Monte
Avila, Caracas), que se reeditó en Buenos Aires en el 2007.
“Fue el
libro que más controversia le causó, por sus críticas al Origenismo”, dijo
Luis.
García
Vega salió de Cuba rumbo a España a mediados de la década de 1960 y luego se
mudó a Nueva York, donde residió durante tres años. En esa época vino a Miami y
abrió una librería, que duró apenas un año. Más tarde fue a trabajar a Caracas
con el apoyo del intelectual venezolano Juan Liscano, que fue director de la
editorial Monte Avila. A finales de los años 1970 se estableció definitivamente
en Miami.
“Llamaba
a Miami ‘Playa albina’. Consideraba que era una lugar para vivir sólo por las
circunstancias”, recordó el pintor Baruj Salinas, quien también tenía una
relación muy cercana con el escritor.
“Él fue
un bag boy en Publix”, contó Salinas, refiriéndose al hecho de que el escritor
trabajó poniendo mercancías en bolsas en un supermercado, en la década de los
1990.
“Lo
queríamos como el gran escritor que era, pero también como una persona amable y
gentil. Lo extrañaremos mucho”, dijo Salinas, quien como pintor abstracto sentía
una gran conexión con las imágenes de esta naturaleza que hallaba en la obra de
García Vega.
Por su
parte, el poeta Fernando Palenzuela, que disfrutó de la amistad de Lorenzo a lo
largo de tres décadas, destacó su generosidad para compartir su experiencia con
jóvenes escritores.
“Siempre
lo recuerdo como alguien que era capaz de dar consejos a los escritores más
jóvenes y a la vez también de pedirles opinión sobre su obra”, dijo, recordando
que García Vega solía compartir con el fallecido escritor Carlos Victoria, uno
de los representantes de la llamada generación del Mariel, llegados a Estados
Unidos en 1980.
“Todas
las semanas Carlos lo visitaba y Lorenzo le leía capítulos de su autobiografía,
El oficio de perder (2004)”, contó Palenzuela, quien apuntó que en su ultimos
años García Vega estaba interesado en escribir minicuentos.
“Tenía
una libreta de apuntes en su mesa de noche para escribir los sueños, que luego
trabajaba en cuentos de menos de una cuartilla”, recordó Palenzuela, quien
menciona entre los escritores que García Vega admiraba al argentino Macedonio
Fernández, al rumano Emil Cioran, los estructuralistas franceses y George
Lichtenberg, por sus aforismos.
“García
Vega está en una categoría indefinible, era un hombre de vanguardia, que solía
describirse como un ‘no escritor’. Lo que hacía no se parece a nadie, su estilo
era experimental”, explicó Palenzuela.
García
Vega también cultivó la crítica literaria, que matizaba con un humor a veces
perverso, según Palenzuela. Sus amigos lo recordarán además como un gran
contador de historias, que exponía sus puntos de vista sin discutir.
Según
Margarita Pintado Burgos, estudiante de la Universidad de Emory, en Atlanta,
quien trabaja en una tesis sobre García Vega, éste se asumía como un escritor
marginal, cuyas acciones estaban atadas a su escritura.
“Tenía
una gran voluntad de vivir y de poner su vida a disposición de la creación”,
dijo Pintado Burgos, que colaboró con el escritor en el blog Ping-Pong
Zuihitsu.
Por su
parte, el escritor Antonio José Ponte recordó el olvido al que fue condenado
García Vega en Cuba por haberse exiliado. “En 1994, celebrándose el
cincuentenario de Orígenes, yo elegí ocuparme de Lorenzo García Vega. Hablé en
público de él (era la primera vez que se le mencionaba desde que él se
exiliara), y recibí ataques, reproches y protestas. Su obra era altamente
polémica, como pude comprobar”, rememoró Ponte, quien destaca la “juventud” del
estilo de García Vega.
“Hace
unos días, en México, entre escritores, me pidieron nombres de jóvenes
escritores cubanos y mencioné, entre los jóvenes, a Lorenzo. Su obra, hasta la
de los últimos textos suyos que leí, era jovencísima. Dicho en el mejor de los
sentidos”, reconoció Ponte.
A Vega
lo sobreviven en Miami su esposa, Marta, y su hija Judith. No se efectuarán
servicios funerarios porque el escritor pidió ser cremado. Sus restos
descansarán junto a los de su madre en un cementerio católico de esta ciudad.
Cortesía: El Nuevo Herald
Es una noticia muy triste. Otro de los grandes y buenos que se va.
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