Nicolás Quintana y Daphne Rosas
Por Joaquín Gálvez
La joven pintora y arquitecta Daphne Rosas tendrá próximamente la primera exposición de su obra plástica. Pero es, además, una devota estudiosa de la arquitectura de su ciudad natal: La Habana. A pesar de haber salido de Cuba cuando aún era una niña, Daphne se ha dedicado a mantener viva su memoria de La Habana, pues cada vez que la visita nos entrega un testimonio fotográfico de sus grandes monumentos, plazas y otros escondrijos, incluso los más derruidos, no tanto por el tiempo de su existencia como por los demoledores 53 años de una dictadura. Quizás por obra de la causalidad, más que la casualidad, Daphne tuvo la dicha de ser alumna del gran arquitecto cubano Nicolás Quintana. Sobre esa experiencia nos habla en esta entrevista.
¿Cómo fue la relación maestro-discípula desde un punto de vista profesional y humano?
Pregunta difícil...y me explico. Quintana tenía un carácter fuerte y decidido y era un hombre empecinado en defender sus ideas. Algo que siempre admire en él y con lo que me identificaba en mi propia perseverancia. Su amor por su ciudad habanera excedía el mero apego a la tierra y la patria. Para Quintana, experto en urbanismo y en arquitectura, La Habana iba más allá de los edificios. Poseía una visión romántica de la ciudad y la comparaba a menudo con una mulata, pues identificaba el contoneo de su caminar con las arcadas de La Habana Vieja. Al igual que yo, él sabía que era una ciudad viva, que respiraba a través de sus estructuras; viva en su historia, historia tan antigua que casi se olvida, al no ser por ese fenómeno llamado ciudad.
Su amor a La Habana, también su sabiduría, hizo que lo admirara. Me esmeraba en sus trabajos de clases y él trataba por todos los medios de encontrarme errores, y cuando no podía encontrarlos me echaba en cara que le hacía buenas presentaciones sólo para impresionarlo, para así lograr la máxima calificación. Cada vez que tenía oportunidad pasaba por su oficina y le pedía libros, etc. Y mira que me costaba trabajo que me prestara sus libros. Para él eran como joyas, y los atesoraba mucho. No se los prestaba a cualquiera. Decía que sólo me los prestaba a mí porque no le cabían dudas de que yo are responsable y se los devolvería intactos. Después me decía: “pero me lo devuelves en la próxima clase”.
Era divertido, pues me retaba a sobresalir como estudiante. Y para mí, cabezona que soy, era todo un triunfo, que Quintana, al que a veces acusaba de testarudo, me diera la máxima calificación en mis trabajos. Recuerdo que una vez quería cambiarme la forma de un proyecto, pues aseguraba que no funcionaría, y yo le dije que me diera una semana y si no funcionaba lo cambiaba y empezaría de nuevo. Y él, muerto de risa, me dijo algo que nunca olvidaré: "You are very cuban". Al final me quedé con la propuesta original del proyecto
¿Entonces, llegaron a ser buenos amigos?
Quintana tenía mucho que decir.... y yo, como alumna, mucho que
escuchar. No, amigos, no. Siempre fue una buena relación de profesor y alumna.
Para suerte mía, el formó parte del comité de mi tesis, que proyectaba el
concepto de un edificio pequeño en un terreno baldío en La Habana Vieja. Me
beneficié mucho de sus consejos, también de sus libros y quedé más que
agradecida, pues cuando viaje a La Habana me puso en contacto con
arquitectos que viven en Cuba. Yo, a mi regreso, de muy buena gana, le copié
todas mis fotos de la ciudad, unas cien o más, en su ordenador.
Quintana era todo un personaje....más bien una personalidad, individuo
con luz propia, luz que provoca una lucidez absoluta, por lo cual sería
admirado por muchos y no tanto por otros.
¿Puedes decir que él fue la causa de tu amor por La Habana?
No. A la Habana la amé siempre. En el profesor Quintana
encontré a un aliado para compartir no sólo el amor por La Habana sino también el sueño de poder ejercer la
arquitectura en esta ciudad donde nací. Quintana sentía mucha tristeza, pues cuando hablaba de sus
proyectos, sabía que no podría regresar,
que el tiempo le ganaba la batalla. Pero después me decía sonriendo: "ustedes
los jóvenes si van a poder". Y creo que por eso no se daba por vencido, y seguía
con sus proyectos para una Habana del
futuro. En mi opinión, porque pensaba que quizás así inspiraba a sus
estudiantes a hacerlos realidad. Quintana nunca dejó de soñar con su
Habana.
¿Te consideras un epígono de Quintana, dispuesto a cumplir la misión de rescatar su legado arquitectónico en La Habana y ver cumplido su sueño de restauración de la ciudad?
Claro. Sería
fantástico. El sueño siempre ha estado ahí; sueño que me ha llevado a
fotografiar incansablemente los edificios de mi ciudad, viaje tras viaje, a
enfocar mi tesis de grado en edificar en un sitio histórico de la Habana, a
colaborar con distintos profesores de la universidad que han decidido hacer estudios
en La Habana con sus estudiantes. En resumen, es un camino largo y sin fin, pero
hermoso.
¿Entonces, crees que es posible su realización?
No hay imposibles, sólo cosas difíciles y
complicadas. Y si quizás, por suerte del destino, de la vida y de la
muerte, no me será permitida esa dicha, pero sí a otros. Quién sabe. No
importa como sea, ni quien sea, pero una ciudad como La Habana se lo
merece.
Para finalizar, en el tiempo que fuiste su alumna, alguna anécdota que recuerdes sobre Nicolás Quintana.
Recuerdo que él contaba que estudio
arquitectura siguiendo los pasos de su padre, arquitecto de renombre y
dueño de la firma Moenk y Quintana. Cuando se gradúa de arquitectura con apenas unos veinte años. Quintana
cuenta que él, como joven al fin, estaba más interesado en vivir la vida
a plenitud y solo quería fiestas y carreras de autos. Es así que se
accidenta y esta durante un tiempo convaleciente a la espera de volver a
caminar. Entonces su padre le llevaba, para que no
se aburriera, libros de urbanismo
y de arquitectura. Quintana sin poder hacer otra cosa, se estudia los
libros y así aprende los secretos de las paredes y los edificios. Él decía que hasta ese
momento poseía solo un diploma,
que realmente se hizo un verdadero
arquitecto después de que el destino lo obligara a empezar a estudiar
esos libros. A partir de entonces nada detuvo su formación como gran
arquitecto y como gran ser humano. Al cumplir los 30 años, y con el fallecimiento de su
padre, heredó Moenk y Quintana. Y
no hay nada como la práctica para el maestro.
Para ver fotos de La Habana, tomadas por Daphne Rosas, acceda a su blog Pinceladas
Dafne, excelente artista y una mujer q se las trae, todo un misterio.
ResponderEliminarExcelente entrevista. Gracias a los dos.
ResponderEliminarGracias Rolando y Ernesto...
ResponderEliminarGracias Joaquín por la entrevista. Fue un honor tener a Quintana como maestro.