martes, 15 de noviembre de 2011

Hoy, en La Feria Internacional del Libro de Miami: Néstor Díaz de Villegas. Reseña de Andrés Reynaldo

 
 
Martes, 15 Noviembre 2011 - 7:30pm


Batten (Building 2, 1st Floor, Room 2106)

Dirección :

300 NE Second Ave.

Néstor Díaz de Villegas es poeta, ensayista y performer. Es el autor de dos libros clásicos de la poesía miamense: 'Vicio de Miami' (1997) y 'Confesiones del estrangulador de Flagler Street' (1998). Sus ensayos han aparecido en Letras Libres, Lichtungen, Quimera, Lateral y Diario de Cuba. Fue editor del ezine Cubista y el creador del Cabaret Neuralgia, en la Pequeña Habana. Reside en Los Ángeles. En esta edición de la Feria presentará su último poemario 'Cuna del pintor desconocido' (Aduana Vieja, 2011).

La poética de Díaz de Villegas

Por Andrés Reynaldo

Alguien dijo que los escritores no se leen unos a otros, sino que se vigilan. Yo llevo casi 30 años leyendo a Néstor Díaz de Villegas (Cumanayagua, Cuba, 1956) con infatigable asombro y vigilándolo con envidiosa curiosidad. Su libro Cuna del pintor desconocido, publicado en abril por Aduana Vieja Editorial, de Valencia, refuerza los términos de semejante servidumbre.


El libro de 171 páginas se divide en siete partes que recogen 93 poemas. Cada una de las partes viene a constituir un cuadernillo con su propia unidad y su propio tono. La cohesión entre unas y otras es contrapuntística. El mérito de esta estructura reside en darle a la intención recopilatoria un acelerado ritmo que nos alivia de la mera adición.

La primera parte, Godot Ex Machina, tiene 11 sonetos de una lúdica y culta perfección. Para el conocedor de la obra de Díaz de Villegas no hay sorpresas con este comienzo. Es el reencuentro con un quehacer que ha revitalizado esa métrica más allá del ámbito cubano. El nuevo lector encontrará una rara lección (y este juicio aplica al resto del poemario) sobre el recreo de las fórmulas y preocupaciones clásicas desde una sensibilidad moderna.

En los 12 poemas de la siguiente parte, Cuna del pintor desconocido, Díaz de Villegas ofrece en leve modo un anticipo del carácter del libro, con poemas que se integrarían sin tropiezo a las otras secciones. En este formato aleatorio, lo repito, la atracción no depende en grado alguno de un hilo conductor. Cada poema impone su contexto.

Díaz de Villegas es un artífice de la meiosis, el recurso de disminuir la carga retórica de la emoción a fin de hacerla más efectiva. Entre los 14 poemas de la sección Para ser leído en un salón de Kendall, algunos sobresalen en esta difícil cuerda. El contradictorio universo de los exiliados, las memorias familiares y las agonías filosóficas se expresan con un distanciamiento que, en vez de ocultar, expone la experiencia a una cruda cruz.

Quema de libros y El Ford desaparece contienen poemas sorprendentes, como una Oda a Meyer Lansky. Siempre políticamente incorrecto y correctamente poético, Díaz de Villegas vuelca su aguda lectura de la historia cubana en unos tintes que desagradan a los demagogos de ambas orillas: “Háblame, Lansky de Yerushalaim/ o abriguemos con zorros la esperanza/ de que vuelva el naipe y la ruleta/ a decidir el sino de la Patria”. No es casual que a este poema le siga una Oda a Armando Pérez-Roura.

En Dibujo de flores encontramos 10 poemas; ocho de ellos de amor. La cotidiana rebelión de amar queda expresada en sus gloriosas minucias, sus grasientos calderos, sus perplejidades “y esa alfombra indiferente al vacuum cleaner”. Se corrobora la vieja observación de que los mejores poemas de amor se deben a poetas que casi no escriben amor. Directos, despojados de pasión, más bien cronistas, hay aquí versos de una cándida y novedosa transparencia. Cito un fragmento de Stella Maris: “¿Qué más queremos? El sueño/ de una vida mejor se concretó/ a base de silencios, aceptaciones/ y reconocimientos que la gente/ podrá o no notar, por ejemplo,/ en la manera en que nos miramos”.


La parte final del libro, Tin-foiled sighs, trae una veintena de poemas en inglés. La lectura culmina como empieza: con un audaz gesto de dislocación. Más de 30 años exiliado de su lengua materna, al poeta se le impone el ánimo de la lengua huésped. Un crossover es un cambio de instrumento. Pero esto es un cambio de piel. La interiorización de una vivencia cosmopolita, con su violenta y luminosa sintaxis. La apertura a otro idioma procede de la apertura de la identidad.


Nacido en 1956, Díaz de Villegas comparte con los poetas de su generación en el exilio una azarosa travesía, la noción de la revolución cubana como un estéril proyecto de barbarie y el escepticismo ante las más populares promesas de nuestra época. Se diferencia, sin embargo, en su contenida expresión, su rechazo a la inmediata confesión biográfica o política y la vocación de buscar en un ilimitado marco cultural unas referencias que lo mismo exalta con apolíneo celo que deconstruye con habanera ironía.

Este libro es un liberador vendaval en la actual poesía cubana, lastrada salvo muy pocas excepciones por el aburrido escándalo escatológico, la ignorancia formal, el panfleto, el desprecio por la alta cultura y el empobrecimiento del lenguaje y las ideas implícito en un proceso de disolución nacional.

En el poema Dictionary, Díaz de Villegas acusa su frágil excepcionalidad: “All we need is a feeble disaster/ to become a silhouette on the screen”. ( Sólo necesitamos un leve desastre/ para convertirnos en una silueta en la pantalla). A solas por un camino de cien espejos, su poesía ya es una poética.•


La parte final del libro, Tin-foiled sighs, trae una veintena de poemas en inglés. La lectura culmina como empieza: con un audaz gesto de dislocación. Más de 30 años exiliado de su lengua materna, al poeta se le impone el ánimo de la lengua huésped. Un crossover es un cambio de instrumento. Pero esto es un cambio de piel. La interiorización de una vivencia cosmopolita, con su violenta y luminosa sintaxis. La apertura a otro idioma procede de la apertura de la identidad.

Nacido en 1956, Díaz de Villegas comparte con los poetas de su generación en el exilio una azarosa travesía, la noción de la revolución cubana como un estéril proyecto de barbarie y el escepticismo ante las más populares promesas de nuestra época. Se diferencia, sin embargo, en su contenida expresión, su rechazo a la inmediata confesión biográfica o política y la vocación de buscar en un ilimitado marco cultural unas referencias que lo mismo exalta con apolíneo celo que deconstruye con habanera ironía.

Este libro es un liberador vendaval en la actual poesía cubana, lastrada salvo muy pocas excepciones por el aburrido escándalo escatológico, la ignorancia formal, el panfleto, el desprecio por la alta cultura y el empobrecimiento del lenguaje y las ideas implícito en un proceso de disolución nacional.

En el poema Dictionary, Díaz de Villegas acusa su frágil excepcionalidad: “All we need is a feeble disaster/ to become a silhouette on the screen”. ( Sólo necesitamos un leve desastre/ para convertirnos en una silueta en la pantalla). A solas por un camino de cien espejos, su poesía ya es una poética.•

Cortesía: El Nuevo Herald

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