lunes, 7 de febrero de 2011

Un poema de José Kozer



DE RERUM NATURA
 
El Emperador pasa a lo largo de los tres
estanques encadenados
con el único propósito de
mirar los sauces invertidos
que confunden a las carpas,
muestran a todas luces la
situación del Imperio.
 
¿Cómo modificar el estado de cosas para
alcanzar los ideales que
aparecen con claridad en
los libros de los sabios,
en las leyendas de los
primeros antepasados,
cuando en un enredijo
de pasillos, de antesalas,
todo está en manos de
eunucos, ministros
altaneros, y de las siete
familias corruptas del
Reino?
 
El día primero de primavera aparecen eunucos,
ministros, los miembros
de las siete familias
todopoderosas colgando
en efigie de los sauces
invertidos en las tres
albercas, cada efigie de
trapo se bambolea en la
superficie del agua, su
sombra una efigie de
barro cocido cubierta
de verdín se mece entre
las raíces invertidas de
los sauces: pasa el
Emperador contando
el número de árboles
que en hilera adornan
el borde de las albercas,
ciento siete.
 
La noticia es buena. Hay árboles suficientes
para colgar de sus más
altas ramas a quienes
obstruyen la felicidad
del pueblo, la maquinaria
en funcionamiento ideal
del Reino. Cien ahorcados
a cambio del bienestar
de millones, nada mal:
el Emperador titubea.
Extermina a estos cien,
y los cien venideros, ya
al acecho, poco alterarán
las condiciones actuales
de vida del pueblo. Esos
cien por igual acapararán
el arroz, violarán y llenarán
sus arcas. Y luego, que
viene a ser lo peor, los
libros de los sabios
presentan ideales de
tanta claridad que
deslumbran, los
intérpretes al primer
contacto se vuelven
ciegos, imposible hacer
realidad unos conceptos
que en su abstracción,
al ser estudiados, apenas
al ser tocados en extensión
y profundidad, se desmoronan. 

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