lunes, 8 de noviembre de 2010

VIRGINIA O LA SUPUESTA FRAGILIDAD DEL SER



Por Mayra Marrero

Virginia Woolf ha sido recreada en el cine, la literatura y también en el teatro. ¿Quién no recuerda Las horas, el extraordinario filme de Michael Cunnigham? o ¿quién no ha leído Orlando o Mrs Dolloway? Ella junto a James Joyce, Gertrude Stein y T.S. Eliot perteneció a los modernistas de los albores del siglo XX. Amiga de las Bronte, controversial por ideas y carácter, V. Woolf es el espejo del pasado con un rostro del presente.

Con esa mirada, Rita Martín escribe, especialmente para Miriam Bermúdez, Flores no me pongan, recreada con agudeza por Yvonne López Arenal quien ahonda en los caminos de la universalidad del personaje y su atemporalidad. Virginia: artista, mujer, feminista y defensora de la libertad, guerrera de ideas y pacifista por naturaleza, mostraba ella misma una dualidad afectiva que la llevó a vivir en un mundo de alucinaciones, delirios y obsesividad por la escritura; pero también como a su personaje, Mrs Dolloway, la arrastraba a la mayor de las depresiones, por esa constante búsqueda de la verdad y la transparencia.

La puesta en escena de Flores no me pongan, recrea la ritualidad en la búsqueda de la muerte, la ambivalencia de esta mujer sin nombre que podría ser o no ser, que habita en varios espacios anímicos, que deambula en las calles abogando por sus derechos, que no busca ataduras, que cree en la Revolución del 68, que fuma y bebe, que reza y se mutila, que se representa ella misma, que se mueve, que se calma, que cae y otra vez vuelve a levantarse. La fragilidad versus la entereza por su muerte, decidida y planeada en su intención de diluirse, la retrata en la historia como un enigma o como una mujer envuelta en un halo de misterio. Su adiós a la vida lo dibujó en aguas transparentes y su inmortalidad en ríos de tinta negra.

Música, luces y escenografía, tres elementos que junto a otros complementan la alquimia discursiva de Yvonne López Arenal y la enriquecen a partir de sus propias interpretaciones. Con los fragmentos musicales de Aurelio de la Vega, Mario García Joya en el diseño de luces y Arnaldo Simón en el diseño de escenografía.

Virginia, recreada en este proyecto teatral, es afín al Butoh, (danza japonesa) lenta o maníaca, íntimamente dolorosa, libre o coreografiada. Flores no me pongan, es una re-contextualización de la escritora que se resiste a una definición, a una explicación. Es sencillamente el juego-encuentro de tres mujeres que hoy hacen una.

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