Por CARLOS M. LUIS
La reciente retrospectiva de retratos que Heriberto Mora (La Habana, 1965) presentara en el Centro Cultural Español no hizo sino reafirmar el uso artesanal de la materia, que siempre ha sido un distintivo de la obra de este pintor. Con anterioridad a esa muestra, Mora expuso en varias galerías de Miami y San Juan, Puerto Rico, una serie de cuadros donde el color parecía estar atravesado por la luz. Esos cuadros, en su mayoría monocromáticos, revelaban, tras su austeridad, las ideas religiosas que este pintor sostiene, ideas que continúa haciendo suyas a través de lecturas de místicos como el Maestro Eckhart o Raimundo Lulio. Otras corrientes orientales como el Zen, también lo han influido, como puede verse en la iconografía de algunos de sus cuadros.
Este pintor que, a raíz de sus estudios en San Alejandro, La Habana, se marchó de Cuba para España en 1992, estableciéndose en Miami en 1993, responde a una visión personal de lo sagrado, que ha ido encontrando sus caminos expresivos mediante su pintura. Una pintura, habría que subrayar, que no es fácil de clasificar. Y es bueno que así sea ya que al escaparse a definiciones que encierran más que liberan, Mora se sitúa, para recurrir a lo que Max Ernst dijo de su propia obra: ``Más allá de la pintura''. ¿Pero, cómo puede aplicarse esto a alguien que maneja con destreza todos los recursos de su arte? Lo que Ernst quiso decir acerca del suyo es que, al crear sus imágenes, estaba representando al mismo tiempo una visibilidad interior, altamente poética, que rompía con los moldes tradicionales de lo visible, aludiendo a una realidad invisible. En otras palabras, que la imagen sobrepasa en sus intenciones los medios plásticos que utiliza. En el caso de Mora ocurre algo similar, su métier es el vehículo que posee para trasmitir la visión de un mundo que lleva por dentro, mundo anclado en vivencias de su niñez, en experiencias con su esposa Ania, sumadas a otras de orden religioso.
En la exposición que se está presentando en la Alliance Française, Mora nos muestra una colección de cuadros que retoman el camino del color. En la exposición que presentó en la galería Freites-Revilla en 1997, vimos que el predominio de distintas tonalidades de ocres habría de servirle de camino para sus cuadros más íntimos de fechas posteriores. Ahora, sin embargo, el impacto del color encuentra una variada línea cromática, con fuertes contrastes entre ocres y negros, creando simultáneamente unas multitudes llenas de vibrantes coloridos. Dentro de ese contexto, un óleo como La Divina Providencia muestra un extenso mosaico con un mapamundi en el centro y una máquina de coser en una esquina. Este objeto, junto con ruecas y ovillos, aparece en sus cuadros como reminiscencias de su niñez cuando veía a su madre cosiendo. La transformación de esos mecanismos en símbolos que ``mueven los hilos'' del destino, forma parte de ese ``Más Allá'' que le confiere a su pintura un misterio especial. El hilo se encuentra también relacionado con los titiriteros, y éstos forman parte de cuadros como Fábulas, donde vemos sentado en el dintel de una ventana a un monje moviendo dentro de un Ying/Yang a un cisne y al ``patico feo''. Las evocaciones poéticas y filosóficas que podemos sacar del mismo nos conducirían por otros rumbos, imposibles de recorrer aquí. Otro cuadro, que le da título a la exposición, The Home, es el más cercano a Magritte, pintor por el cual Mora tiene especial predilección. Este cuadro traduce para él la búsqueda del hogar ideal, no el físico, sino el que se encuentra en algún lugar fuera de nosotros. Un óleo que me parece significativo se titula Historia de amor y representa dos libros formando una libélula, insecto que simboliza para este pintor las vibraciones que en última instancia conforman la estructura de nuestro universo. Las libélulas aparecen frecuentemente en la pintura oriental o en los poemas Zen de Basho. The Scream es uno de los cuadros más importantes de la exposición, tanto por su acabado como por su temática, la cual representa un fusil mordiéndose la cola, como un ``Ouroboros''. Su simbolismo además de aludir al eterno retorno, posee una connotación pacifista representado por la paloma que desciende como el Espíritu Santo. El cuadro de mayor formato de la exposición, Blind Flight, es el único monocromático, ejecutado enteramente en blanco, representando un enorme laberinto donde vemos a un ave negra en el medio del mismo.
Cuatro esculturas en madera completan la muestra. En realidad Heriberto Mora concibe algunas como juguetes u objetos para titiriteros. Una de éstas realizada en colaboración con Juan Carlos Mirabal, titulada La huella, simboliza los 21 siglos del Cristianismo. Otra, mi favorita, representa una rueda que termina en forma de llave. En suma la obra de Mora ha ido avanzando por los caminos que ``más allá de la pintura'', nos ofrecen un lenguaje lleno de referencias poéticas unas, psicológicas otras, y religiosas en su casi totalidad. •
Carlos M. Luis es historiador de arte, escritor, curador y conferencista en galerías y museos.
`The Home', de Heriberto Mora, en Alliance Française, hasta el 8 de octubre. 618 SW 8 St. (305) 859 8760.
Artículo publicado originalmente en El Nuevo Herald el 19 de septiembre de 2010
http://www.diariodecuba.com/de-leer/un-viejo-viaje-subir-o-no-subir-al-avion =
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