domingo, 22 de agosto de 2010

Tres poemas de Pablo de Cuba Soria



ANTISEXTINA

lo que al estornudo substituye o el pulso en arte mayor de
la sextina,
o, quizás, lo epigramático de un óvalo (del Greco?)
sea chasquido de babas en salón de comatosos –
a ras de pabellón cernícalo:
treinta y nueve versos para sostener su vuelo –
de los oficios: rumian –
pero tensa las partes, la diseminación del viceversa,
aunque un óvalo (de Cassini?), al parecer,
tampoco esclarece la parálisis o
impotencia de enmarcar una sextina a la manera de Arnaut,
siquiera el estrambote donde aquellos comatosos asisten
a la masturbación de sus lecturas –
es la ronda lo que cuenta, comentan en ajeno de los cojos –
nada resulta en pronunciar la persona si abrían se zanjas en
atore del ritmo,
desplazaron cortinas en dimensión de muebles o
            amarre anterior de los soportes –
de facto, habría que corregir al talabartero
en los gastos métricos del hijo,
su dotación de los afines corridos de a ojo –
equilibrio apaleado en las mismas lindes, de canto,
fluye el tono en reinvención de los conceptos,
ya le dicen: atórese la imprenta cuando rajen las niñeras –
fijemos nos en el pareado:
tales inscripciones ajenas resultan me en familia,
bien recuerdo los golpes silábicos de lavanderas chinas
lavanderas pelonas que pernoctaban el patio donde mata de
nísperos se abría en flor –
lo que alarga cacatúas con acento leporino – 
en el blanco: se confunden –
quizás abreven en la suma de los lloros o
en engranes se oculta el gallo incierto desde abajo –
resultan le improbables composiciones semejantes
al entrar las enfermeras, o, qué digo, lavanderas a placer
de comatosos –
(punto de partida señalando mito y descripciones, era)
lo que substituye la armazón, el estornudo:
he olvidado masturbar me a merced de los cernícalos

ADAGIO DE LAS MIMOSAS

cuando atestado de las mimosas certificó al garete
las correcciones
a petición de Bouvard o Pécuchet
en definitiva lo inconcluso nos condiciona,
ingerimos los tantos galones de caca blanda
(medidas cúbicas)
para creer nos provechosos,
el adagio de Albinoni que reseña la belleza:
de tantas circulado se malogra,
bien sabes que se malogra al ausentar se olores fétidos,
Emma se maquilla  –
tales ritmos, de la belleza,
habría que sostener los con migas de pan que carcomen
las ratas –
escucha la allá afuera, parlotear, desganada de
charcos de vómitos
que expelen tales epígonos de Pollock
que ni un comino de las notas donde trepa el adagio:
tampoco los normales que en un café trafican
el guten Morgen
pasada la hora de las decapitaciones –
bibliómano es la manera de declinar las gagueras,
entramado de lo babélico u hormigueo de la mosca posada
en caca blanda –
tal corrección, también, la degustaron los perros
sin lugar a regañadientes,
a orillas de balancín: las patas derrengadas –
ya desvarío: cuando atestado de las mimosas, adrede,
prosiguió el saltimbanquismo de la página,
un desprendimiento de sostenes (gagos) en la retina


HOSPITAL POR MAURICE MAETERLINCK

marcan fila desquiciados en hospitales de Occidente,
le sale en gana o dispone: internar se las cabezas,
a esta hora el hambriento se muerde la cola o se la ordeña –
el zumbido, a propósito –
supo del queso de cabra y timba al festín de los contrarios,
soportes oxidados en campos de fracturas –
de tales fermentos ya van quedando pocos,
siquiera el guionista de Lieja que premeditaba sus actos,
aunque rodajes de exteriores (ignoro) o
mancha de pájaros picoteando nos cabeza:
esos inquilinos amarrados por el cuello
descienden del Bosco
en ignorar de bocones que sus coces ocultan,
las perchas donde gagos cuelgan a expulsar de los salones,
antecede el intermezzo la mata de tamarindos les antecede–
(he leído panfletos de dicción intravenosa,
abejas por ejemplo)
sobre el muro, malabares,
picos de botellas impiden paso de insectos :
en el páramo gotean ramilletes de tamarindos,
aquellos que del catar de mis glándulas testimonios dan,
la mala traducción de mis farfulles –
a esta hora se hace fila en camposanto,
apuestan ruleta rusa en las calvicies –
en mata de tamarindos llueve fino,

pululan desquiciados


PABLO DE CUBA SORIA (Stgo de Cuba, 1980). Ha publicado los cuadernos de poesía: De Zaratustra y otros equívocos (Ediciones Extramuros, La Habana, 2003), y El libro del Tío Ez (Ediciones Itinerantes Paradiso, Miami, 2005). Vive en College Station (Texas), donde quizás haya encontrado, de momento, su lugar en el mundo.

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