sábado, 30 de enero de 2010

Armando Álvarez Bravo y su Cuaderno de campo



Por Luis de la Paz

Hay un turbador pesimismo en Cuaderno de campo (Ediciones Universal, 2009), del escritor cubano Armando Álvarez Bravo (La Habana, 1938), una de las voces poéticas más sólidas y trascendentes de las letras cubanas. El volumen, más que un libro propiamente de poesía, es un testamento literario. Dividido en tres partes: Un puñado de poemas, donde se recogen casi noventa poemas escritos entre 1996 y el 2008; Cartas para el siempre, espacio en el que se da cabida a cinco definitivas misivas, dirigidas a seres queridos (hijas y nietos), así como al posible lector y, al igual que Rilke o Sábato, a un joven poeta; y para el cierre, Autoentrevista a los 70 años, espacio propicio para dejar en claro reflexiones sobre su propia obra y la realidad que le tocó vivir.

En el desolador prefacio Álvarez Bravo dice: Cuaderno de campo tiene un diverso registro. En buena medida me atrevo a decir que este poemario –además de constituir un testimonio de mi entrada en el acabamiento– es una suerte de destilación de un discurso que por siempre ha definido mi escritura poética”. Estas impactantes palabras resultan para este lector, un manejo inexacto del cansancio y el agotamiento al que puede conducir la vida, la larga vida, pues a continuación el poeta ilumina las páginas con versos como estos: “Ínfimo, frágil, delicado,/ es la inmensidad, la belleza,/ el sueño que nos falta/ y la dicha que no llega”. Sólo un poeta total, en total dominio, es capaz de llegar a la belleza y a lo sugerente de esas palabras. El 9 de abril del 2001, hace ya casi un década, el escritor se echa a morir en este lacónico texto: “Ya es hora/ de detener el reloj./ No importa el tiempo”. En otro poema, en víspera de cumplir sus 65 años, en pleno señorío de su sensibilidad, y control absoluto de sus medios expresivos, escribió Del acabamiento: “La voz/ que/ se apaga”. Sin embargo la vida ha seguido en su fluir y el poeta ha estado ahí, presente, activo, creador.

Vale destacar que los poemas de Cuaderno de campo no visitan a la muerte, sino a la vejez, al deterioro, a la pérdida de la lucidez y la capacidad de escribir. El poeta es un hombre de fe y cree en su encuentro con la divinidad. En uno de los poemas se pregunta: “El arte de vivir/ y el arte de morir./ Finalmente,/ ¿cuál y cómo/ prevalece?”.

Armando Álvarez Bravo ha expresado en muchas ocasiones, lo hace también en este volumen, que su obra la conforma un solo poema. Los versos que habitan en su primer libro El azoro (¿qué es el azoro sino el aprendizaje y el descubrimiento), hasta el último que pueda escribir al final del tortuoso camino. Este concepto en el cual ha reincidido el poeta, engrandece su obra, pues la perfecciona, la funde en una sola idea final y vital, creando una pieza que cincela con esmerado cuidado, para no dejar fuera ideas o añadir banalidades. La obra literaria de Armando Álvarez Bravo, ha marcado un ascenso (siempre cuesta arriba y difícil) a la cúspide de la poesía, la narrativa y el ensayo, tres géneros en los que el escritor ha depositado su fe, su proyecto personal y humano.

Publicada en La Revista del Diario, suplemento cultural de Diario Las Américas, el sábado 23 de enero del 2010.


Luis de la Paz (La Habana, 1956). Salió de Cuba durante los dramáticos sucesos de la embajada del Perú y el posterior éxodo del Mariel, en 1980. Desde entonces reside en Miami. Fue miembro del consejo de editores de la revista Mariel (1983-1985) y de Nexos de difusión electrónica. Entre el 2001 y el 2008 edita El Ateje, revista de literatura cubana. Ha publicado los libros de relatos: Un verano incesante (Ediciones Universal, Miami, 1996), El otro lado (Ediciones Universal, Miami, 1999), Tiempo vencido (Editorial Silueta, Miami, 2009), y la recopilación de textos y documentos: Reinaldo Arenas, aunque anochezca (Ediciones Universal, Miami, 2001). Un cuento suyo es recogido en Cuentos desde Miami (Poliedro, Barcelona, 2004) y en Palabras por un joven suicida (Editorial Silueta, Miami, 2006). Es columnista de Diario Las Américas.

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